Llama la atención la gran cantidad de interpretaciones que se están haciendo sobre el resultado de la primera vuelta de las recientes elecciones presidenciales de Brasil. Hay un dato cierto e indiscutible: Marina Silva ha sacado nada menos que veinte millones de votos. Además, me dicen los amigos de Brasil, que esos votos son de Marina, ya que no ha contado con demasiado apoyo logístico. ¿Poco apoyo para una candidata ecologista? Mmmmm..me suena.
Marina es una defensora de la selva desde su niñez. Siguiendo el ejemplo del ya mítico cauchero Chico Méndes, su vida es un esfuerzo continuado por defender la floresta amazónica. Nadie puede dudar entonces que esos veinte millones de votos tienen necesariamente un fuerte componente ecologista. De hecho hay una lectura en clave verde que concluye que quien ha defendido posiciones más antiecológicas, ha salido perjudicado en su resultado.
Brasil es un lugar clave en el tablero ecológico mundial. Gran parte de la mayor selva todavía existente se encuentra allí. Se han utilizado todo tipo de argumentos para justificar su destrucción. Desde proclamas nacionalistas sobre la soberanía brasileña del Amazonas, a argumentos sociales como que si el suelo de la selva fuera libre, no estuviera protegido, se generaría empleo.
Muchas veces hemos tenido que escuchar aquello de que la defensa de la Naturaleza “es cosa de ricos”. Marina nos ha mostrado que no es así. Un argumento menos para los antiecologistas.
Ahora entramos en la segunda fase con cierta dosis de incertidumbre. No demasiada, la verdad, porque es de prever que la heredera de Lula, Dilma Rousseff, ganará sin problemas. Pero deberá hacer un esfuerzo para ganar el voto de los seguidores de Marina y para ello, es más que conveniente que abandone sus duras posiciones desarrollistas y antiambientalistas. Amigos brasileños me dicen que los destructores de la selva se esconden tras Dilma, esperando a saltar sobre la floresta. Dilma tiene la obligación de despejar las dudas sobre sus políticas ecológicas y acercarse hacia posiciones verdes. El viejo desarrollismo debe dar paso a una nueva visión del futuro, que sepa combinar el esfuerzo por la equidad social con la sostenibilidad ecológica.