EditorialP36.10/12/2010.
La Unión Europea ha decidido esta semana prolongar hasta el año 2018 las ayudas al carbón. En el año 2009 la UE destino más 2900 millones de euros anuales a ayudas directas a la extracción de carbón. Estaba previsto que estas ayudas cesaran en el 2014 pero la presión de sectores empresariales y de gobiernos como el español y el polaco ha retasado el fin de las subvenciones al año 2018.
Al mismo tiempo en que se aprobaba la prolongación de las ayudas al carbón, los representantes de la Unión Europea están presionando, en la cumbre del clima de Cancún, para la firma de un nuevo y más ambicioso acuerdo internacional de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que prolonge al protocolo de Kyoto que vence en el 2012.
Como es de conocimiento público y notorio la quema de combustibles de origen fósil, y en especial el carbón y el petróleo, son las principales fuentes de emisión del gas con más peso, entre estos gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono (CO2). Cualquier política de reducción de emisiones que no implique un abandono y sustitución progresiva del carbón está condenada al mayor de los fracasos. Y así lo ha considerado la UE en los distintos programas que ha aprobado de lucha contra el cambio climático.
¿A qué juega entonces la UE, y el gobierno español y andaluz, apoyando al mismo tiempo nuevos compromisos de reducción de emisiones y prolongando las subvenciones al carbón?.Los argumentos para la prolongación de las ayudas se basan en el mantenimiento de los puestos de trabajo en el sector minero. Según los datos ofrecidos por la Unión Europea el sector del carbón genera unos 52.000 empleos directos y 48.000 indirectos: unos 100.000 puestos de trabajo en el total del territorio de la unión. Pero si hace un simple cálculo se ve que destinando estas ayudas a subvenciones directas a los trabajadores del sector se podría adjudicar unos 30.000 euros al año por cada trabajador en concepto de renta de transición o reconversión , en un periodo que iría desde el 2010 al 2018.
La diferencia entre subvencionar la extracción de carbón o subvencionar rentas directas de transición a los trabajadores afectados serían múltiples y muy sugerentes. En primer lugar las emisiones de gases de efecto invernadero se reducirían drásticamente, con las ventajas que esto implicaría en la lucha contra el cambio climático, la mejora en el medio ambiente y en la salud y calidad de vida . En segundo lugar se evitarían la compra de los derechos de emisión debido a las emisiones provocadas por la extracción y combustión del carbón. Y por último, se estarían sentando las bases para una reconversión del sector del carbón en otro tipo de actividad económica con más futuro y más innovación tecnológica. Ni que decir tiene que una medida de esta naturaleza sería coherente con las propuestas qu se están realizando en la cumbre de Cancún, y reforzaría la credibilidad de liderazgo político internacional de la UE en la lucha contra el cambio climático.
La escandalosa contradicción que supone apoyar programas fuertes contra el cambio climático y prolongar las subvenciones al carbón, forman parte de la irracionalidad en la que esta inmersa las políticas de la UE, y en general las políticas de ambientales. En esta contradicción son solidarios el gobierno español (que tiene su propio plan de ayudas la «carbón nacional») y el gobierno andaluz que también reclama las ayudas. Participan también los sindicatos CCOO,UGT o fuerzas políticas que dicen tener un firme compromiso ecológico como PSOE, IU o CHA que también apoyan las subvenciones directas al carbón.
En el origen de estas políticas contradictorias hay dos errores de base: el deterior progresivo de lo que Marx llamó “general Intellect” en el proceso de globalización neoliberal, lo cual conlleva un incremento de la irracionalidad política y económica. Y en segundo lugar, la banalización de la “crisis ecológica” integrada como un mensaje, una imagen más dentro de la sociedad del espectáculo. La acción política cada vez se parece más a la estrategia comercial de las grandes superficies comerciales donde hay una fracción de oferta para que cada franja de mercado y para cada demanda de consumo. Programas contra el cambio climático para los ecologistas y ayudas al carbón para los mineros. Cada uno en su casa y la mercadotecnia en la de todos.