Ibán Díaz Parra
Voy a empezar refiriendo un caso que ya ha perdido algo de actualidad. Para quien no lo sepa, uno de los grandes activos del Sevilla F. C. son los Biris Norte, la peña radical de futbol más antigua del Estado español y declaradamente antirracista. No es raro encontrar en el fondo norte del Sevilla banderas andaluzas con la estrella roja y otros símbolos habituales de la izquierda. También los hubo en la ya pasada final de Copa del Rey, pero no cabe duda que en el conjunto de la afición sevillista hubo una mayoría de banderas españolas. Esto se produjo, cabe recordar, en un contexto de politización forzosa del partido por la prohibición de la señeras y de intervenciones oportunistas por parte comentaristas de la derecha (el apoyo al Sevilla del bético Carlos Herrera fue especialmente desagradable).
Una situación colectiva de este tipo refleja inevitablemente parte lo que sucede en otras esferas de la sociedad, en principio alejadas de los espectáculos de ocio. Puede, sin ir más lejos, ofrecer algunas claves sobre el papel que está jugando actualmente Andalucía en los procesos políticos, sin duda históricos y excepcionales, que atraviesa el Estado español. La realidad es que el contexto político actual tiene a la izquierda en Andalucía en una situación de extrema debilidad, con el nacionalismo centrífugo tocando fondo, pero también sin un proyecto de progresista de otro tipo que sea capaz de amoldarse a las características del territorio. Así, en la determinante coyuntura política actual solo se está interpelando a Andalucía desde la derecha.
Esto demuestra hasta qué punto la acción política y las condiciones objetivas pueden ir por caminos opuestos. Andalucía es, al día de hoy, la región más poblada del Estado y una de las más pobres de Europa, con tasas de paro disparatadas e indicadores de pobreza desconocidos en la parte occidental del continente. Hablar en este caso de dependencia es poco. Andalucía es el apéndice último y más irrelevante de la maquinaria económica europea, articulado en este sistema como espacio de ocio para los turistas de las regiones industriosas y campo de juegos e inversiones especulativas en el ámbito inmobiliario. Cabría preguntarse por qué actualmente este no está siendo el caldo de cultivo óptimo para iniciativas transformadoras, dado que es donde resulta más obvio que el modelo no funciona.
En primer lugar, uno de los ejes políticos fundamentales actualmente en el Estado español es el juego de los nacionalismos centralistas y separatistas. Por un lado, para vascos y catalanes, Andalucía ejerce de perfecto OTRO, en el que reflejar los aspectos negativos de su propia sociedad y del conjunto del Estado español. Esto va desde los tópicos racistas, a la folklorización y distorsión generalizada de aspectos de la cultura andaluza. Para gran parte del nacionalismo del norte, Andalucía es la cultura española y probablemente lo peor de esta, algo que tiene su origen en su instrumentalización durante el franquismo y desde el proyecto político centralista, como proyección de una inexistente pauta homogénea para el Estado, algo para nada infrecuente entre los proyectos de construcción nacional. De esta forma, se culpabiliza a los andaluces de la enajenación de su propia cultura y se hace un revisionismo histórico en el que se les ubica en una posición conservadora, lo cual está muy alejado de la realidad histórica de la región para cualquier observador bien informado. En segundo lugar, está el nuevo eje de la nueva y la vieja política, nacido a partir de la irrupción de nuevas iniciativas electorales de izquierda. Aquí resulta evidente que Podemos se está apoyando en mayor medida en la periferia norte del país, ante la aparente imposibilidad de batir el bastión del PSOE en el sur. La formación, ha apostado y ha encontrado más réditos en el apoyo a los referéndums de independencia que en la atención a las situaciones de desigualdad social-territorial y pobreza, lo cual me parece perfectamente legítimo.
Por otro lado, la derecha tradicional y centralista, aunque no haya encontrado históricamente un apoyo electoral mayoritario en Andalucía, sí que encuentra la respuesta ideológica al desafío catalanista, un territorio sin aspiraciones independentistas y unos rasgos de identidad que, igual que los nacionalismo centrífugos, asimilan a lo español siguiendo la tradicional enajenación cultural que se inició en el franquismo. Por otro lado, es en Andalucía donde podemos encontrar el verdadero populismo dentro del Estado español, que es el del PSOE. La antigua socialdemocracia, encuentra aquí prácticamente el último apoyo a su proyecto político, que ha ido desplazándose a lo largo de las últimas décadas desde posiciones hasta cierto punto redistributivas y casi federalistas hacia su actual neoliberalismo centralista.
El panorama parece forzar a que la construcción política pase por una identificación y una estrategia territorial. De esta forma, la salida a esta situación pasa inevitablemente por la construcción de una subjetividad política de izquierdas en Andalucía, abandonando herramientas que no han servido y aprendiendo de los errores cometidos. De lo contrario, Andalucía corre el riesgo de seguir siendo un arma arrojadiza en partidos que se juegan muy lejos de casa.
Nota. He pegado uncomentario que publiqué en otra página andalucista ydespués de hacerlo he visto que no procedía las dos primeras líneas iniciales que hacen referencia a otro artículo de dicha página, por lo que ruego sean suprimidas dichas líneas, justo hasta el primer punto.
Un saludo. Fco. Ruiz
Paco Ruiz
Se me van muchas cosas de este artículo por estar escrito en catalan, pero algo he cogido,….y no estoy de acuerdo con algunas cosas. Y en relación al tema catalán quiero decir que los partidos de izquierda y muchos andalucistas tienen respecto al mismo un síndrome de Estocolmo que no son capaces de reconocer y de sacudirse. He visto por estas páginas muchos «visca Catalunya» pero ninguno de los que los suscriben, ninguno, insisto, tiene redaños de plantear que la financiación que pretenden los catalanes es totalmente retrógrada e insolidaria y que nos deja a los demás como unos aprovechados. No he visto a ningún partido de izquierdas ni andalucista recordarles a esos señores que el tejido industrial de Cataluña y del País vasco lo hemos pagado durante generaciones todos los españoles porque los «retrógrados» gobiernos de Madrid nos han obligado durante generaciones y generaciones a todos los españoles a comprar lo que se fabricaban allí aunque fuera más caro y de peor calidad que lo que venía de fuera; y a la hora de repartir los resultados de esa política económica superprotecionista vienen unos espabilados diciendo que «lo mío, mío, y lo demás ya veremos cómo se reparte». No, hombre, no, lo que tú llamas «mío» tambien es «mío» porque los andaluces hemos contribuido a pagarlo durante generaciones y generaciones; y eso sin plantear que la primera revolución industrial tuvo lugar en Andalucía y que el Estado, en connivencia con vascos y catalanes, no fue ajeno a su fracaso. Ya está bien de engañarnos a nosotros mismos planteando reclamaciones políticas y clamando sólo contra Madrid, porque hoy mismo el mayor peligro que acecha a Andalucía es el estado asimétrico y la financiación que plantean los catalanes y nosotros -vamos a meternos todos y que se salve el que pueda- somos tan menos que respondemos con un «visca Catalunya». Que visca Cataluña lo que quiera, pero los andalucista tenemos que plantarle cara a las apetencias catalanistas y no lo hacemos, señores, no lo hacemos.
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