Recientemente, el gobierno regional de Andalucía ha iniciado un proceso, pionero en España, por el que algunos e los medicamentos más utilizados en la atención primaria, salgan a concurso público, para pagar el menor precio posible por la prestación farmacéutica. Algo razonable y legítimo para la Administración sanitaria que, no se olvide, es la que representa el interés de toda una sociedad, que un día decidió que el Estado debería ser el garante de nuestro derecho ala salud. Estoes necesario recordarlo de vez en cuando, porque hay otros lugares en los que el derecho a la salud lo gestionan en nombre del Estado, entidades privadas, con lo que ese derecho se difumina en prestaciones variables, y el derecho se transfigura en una cuenta de pérdidas y ganancias.
Las subastas han levantado ampollas y sarpullidos de todos colores en el ámbito de la farmacia comunitaria, cuyos honorarios vienen de un margen comercial del precio de los medicamentos. A igualdad de margen y menor precio, menos ganancias y mayor deterioro económico en el sector.
Por tanto, parece entrar en colisión el derecho de una sociedad entera, a pagar menos por sus medicamentos, con el de un gremio que queda en medio del que fabrica y el que paga. No creo que haya ninguna duda sobre quién saldrá vencedor en un combate tan desigual.
Muchos farmacéuticos han hablado de hacer boicots a los laboratorios que han entrado en los concursos. En mi ya larga trayectoria profesional, recuerdo muchos boicots, a fabricantes de dietética infantil que salieron del canal farmacéutico, a empresas de productos cosméticos, a los que abandonaron registros de medicamentos para hacerse complementos dietéticos y salir del sector, a…., a….Hacer lo mismo ante problemas similares solo puede llevar a obtener resultados semejantes, digan las vísceras lo que digan.
La vida que le queda a un sector que va en contra de los intereses de la sociedad tiene que ser muy corta, si no se hace algo urgente. Al menos, tan urgente como el deterioro al que se ha visto sometido. Y este deterioro es de tipo “bola de nieve”. El tamaño de la bola en la actualidad es relativo: depende de cómo se mire.
En cuanto a las posibles soluciones, además de la rapidez y urgencia con la que deban ser acometidas, hay que evaluarlas también en función de la profundidad de las mismas y el beneficio a la sociedad que aportan. Pero lo que está claro, es que todas tienen que enfocarse hacia cuánto de útiles son parala sociedad. ElEstadoya sabe su camino: recortar precios por diversas vías. Sin embargo, lo que hay que ver es qué es lo que puede aportar el gremio.
Las soluciones que aporta el gremio hasta ahora distan mucho de ser revolucionarias. En medio de un infantilismo llorón, colegios profesionales y alguna que otra sociedad científica, o hablan del importante sacrificio económico que ha hecho la profesión farmacéutica en estos años, que es tan cierto como su aversión a cambiar, o hacen proyectos científicos para demostrar el valor de lo que ya hacen, quizás para demostrar que es injusto que la sociedad no nos quiera, y que hacemos muchas cosas. Una nueva versión de inmovilismo….pero esta, mucho más científica, faltaría más.
No niego los sacrificios, ni niego el valor de lo que se hace; lo que no acepto es que lo que se hace no tenga que cambiar, y que si no se cambia, no haya que asumir sacrificios.
La sociedad es algo vivo, que evoluciona incansablemente. Lo que hoy es un hito histórico, mañana se convierte en una rutina y en un derecho adquirido. Si Fleming hizo historia descubriendo la penicilina, este y muchos antibióticos se convirtieron en medicamentos de uso rutinario — quizás demasiado rutinario — y hoy es impensable en nuestra sociedad, que no en otras, poder acceder a ellos.
El gremio farmacéutico se desangra poco a poco por su empecinamiento en mirarse su ombligo y en lamerse sus heridas, por ponerse en frente de una sociedad a la que dice servir, pero a la que niega que le puede servir mejor. Se insiste en seguir haciendo lo que ya está superado, en demostrar que lo que se hace es bueno, y se resiste a afrontar que hoy la sociedad necesita otras cosas de los farmacéuticos.
Si los farmacéuticos comunitarios quieren seguir existiendo deben cambiar de bando. Y el único bando seguro para una profesión es estar al lado de las necesidades y el sufrimiento de la sociedad, dando respuestas actuales a problemas actuales. Es cierto que ese bando es cambiante, pero es el único seguro para estar en la realidad.
Por esto estoy a favor de las subastas de medicamentos, pero también a favor de un cambio radical en la profesión farmacéutica, que debe abordar el problema de la elevada morbi- mortalidad asociada a medicamentos, para la que tiene respuestas, pero para la que todavía le falta una buena dosis de valentía.
Quien paga los platos rotos???Pues los enfermos que tendran que pagar más.