He visto el vídeo de la intervención de Pablo Iglesias en la Universidad Complutense de Madrid que ha propiciado el plante de algunos periodistas. Lo he visto dos veces y en dos ediciones de diferentes medios de comunicación. En uno, el que más critica la actitud de Iglesias, el vídeo está cortado y se recrea en el enfado de la periodista . El otro, entero, permite ver que no hay ningún gesto grave que pueda desembocar en el enfado rotundo de un periodista.
La mención al periodista de El Mundo es inadecuada a todas luces, pero Pablo Iglesias no menoscaba su honor, que es el límite de la libertad de expresión. También es el límite de la libertad de información que no pocas veces se viola. Al parecer, a los periodistas que abandonaron la sala les ha molestado que Iglesias diga que hay periódicos que obligan a sus periodistas a publicar noticias negativas sobre Podemos para lograr salir en la portada.
Pablo Iglesias ha dicho una realidad que, desde la decencia intelectual de quienes nos dedicamos a este oficio de la información, no se puede negar: las empresas informativas se nutren cada vez más de la anécdota y muchas de ellas confunden lo importante con lo impresionante. Lo que aporta ingresos y da audiencia con lo que construye ciudadanía informada.
Lo impresionante son las acusaciones de corrupción o de financiación ilegal que, aunque han sido archivadas en varias ocasiones por el Tribunal Supremo, son el pan nuestro de cada día de nos pocas empresas dedicadas a la información. Lo importante hubiera sido publicar los fallos judiciales en portada como se publicaron las acusaciones. Y no ha sido así. Nunca se publica el fallo que exime de un delito al mismo nivel que el linchamiento.
Quizás lo que haya molestado de Iglesias es que se atreva a cuestionar las verdades absolutas de aquellos periodistas que piensan que ellos, sólo ellos, están capacitados para juzgar y cuestionar a los políticos pero que éstos no pueden ni deben opinar sobre el trabajo informativo de la prensa, porque eso es ir contra la libertad de información.
Es curioso que estos periodistas, tan valientes a la hora de abandonar una conferencia de Pablo Iglesias, no hayan sido la mitad de valientes para negarse a cubrir una rueda de prensa del máximo mandatario de nuestro país, Mariano Rajoy, dada a través de un plasma en el momento en el que estalló el escándalo de la financiación ilegal del PP.
Sorprende que no haya habido solidaridad y defensa de la profesión periodística en ruedas de prensa sin preguntas por políticos asolados por la corrupción, la desvergüenza y el sadismo contra la gente más sencilla y castigada por la crisis de nuestro país.
Sólo una vez he visto que los periodistas se plantaran ante el constante desprecio a la libertad de prensa que supone no permitir preguntas en una rueda de prensa. Fue en Valencia durante la etapa del PP de Alberto Fabra. La sillas vacías y las cámaras, en el suelo. Aquel día me sentí orgulloso de ser periodista, aunque fue por el cierre de la Radio Televisión Valenciana. Fue en defensa propia y no en defensa de la libertad de prensa y el derecho a la información, que no olvidemos que es de los ciudadanos a estar informados y no de las empresas informativas a informar de lo que les plazca.
Salvo esta excepción, los periodistas en este país han sido, demasiadas veces, seres silentes, obedientes y sumisos que, en no pocos casos, han preguntado en las ruedas de prensa por boca de algunos gabinetes institucionales y no a favor del constitucional derecho a la información que tiene la ciudadanía. El hambre es muy mala, cierto, pero mandar en el hambre de uno también nos convierte en personas rebosantes de dignidad. Si nos vamos a poner estupendos, vamos a ponernos de verdad.
Pablo Iglesias ha sido soberbio y nunca tuvo que personalizar su explicación en un periodista que en ese momento no tenía el micro y no podía rebatir a quien tenía el poder de la voz ante una sala repleta de adeptos al líder de Podemos. Pero ser soberbio no es ir contra la libertad de los periodistas.
Ir contra la libertad de prensa y el derecho a la información es lo que han hecho muchos periodistas en este país cuando han tolerado ruedas de prensa sin preguntas, el abuso de poder de ciertas factorías políticas que pagan muy bien la publicidad institucional o han obedecido a las llamadas de teléfono a la redacción pidiendo silencio.
Estaría bien que el periodismo abandonara el corporativismo que tanto mal ha hecho a la profesión y que tanto ha servido para engordar la borrachera de poder de unos políticos que tenían en la sala de prensa a sus mejores aliados. A Pablo Iglesias le sobra soberbia, a muchos periodistas también.
Es muy fácil defender la noble profesión del periodismo siendo implacable con Pablo Iglesias y cobarde con quienes han tomado por imbéciles a la profesionales de la información en ruedas de prensa en diferido, con plasmas y sin preguntas. Y sin periodistas capaces de plantarse ante el abuso de poder que ha llegado a convertir al cuarto poder en el poder cuarto.