Vicente Jurado Doña
Los Verdes-Corriente Verde Andaluza
El pasado 5 de junio se “celebró” el Día Mundial del Medio Ambiente, que pretende concienciarnos sobre las repercusiones de nuestras actividades en el entorno, tanto a escala local como a escala planetaria. Aunque no íbamos a esperar un gran impacto mediático (por supuesto mucho menos que cualquier noticia relacionada con un fichaje de un jugador de fútbol) los medios de comunicación se han hecho eco de manera tímida, sobre todo hablando de los plásticos. “Nuestra” televisión autonómica sacó en escena a unos niños en el patio de un colegio haciendo una figura en el suelo con bolsas de plásticos. Esa es la idea de nuestra tele autonómica del medio ambiente. ¿No parece razonable hacer ya un cambio importante en ese medio de comunicación?
Nuestra especie, Homo sapiens, (aunque de sapiens a lo mejor no tenemos mucho), está provocando una profunda alteración en todos los ecosistemas, terrestres y marinos. En el océano Pacífico, se han localizado seis manchas flotantes de plásticos, alguna como la que está frente a las costas de Chile, 4 veces mayor que el tamaño de España. Nuestros mares y oceános están saturándose de los plásticos que utilizamos (y no reutilizamos) en nuestras actividades industriales y domésticas, con el gran impacto sobre las poblaciones de peces y mamíferos que habitan sus aguas. La UE acaba de proponer una reducción inmediata de las bolsas de plástico de un solo uso, que se cobrarán a partir del próximo 1 de julio. Además, y por si fuera poco, se han detectado recientemente restos de pesticidas en las fosas oceánicas más profundas.
Una segunda manifestación a nivel global y creo que de mayor alcance aún, es el progresivo aumento de las temperaturas debido al cambio climático que está provocando –entre otros efectos- una reducción acelerada de la extensión de hielo marino en al Ártico y un aumento de los episodios de sequía, lluvias torrenciales y huracanes en diferentes zonas del planeta (qué decir de las granizadas y de los intensos aguaceros caídos hace unas semanas en muchos pueblos y ciudades de Andalucía). Si a ello le sumamos la constatación inequívoca de la elevación del nivel del mar y la amenaza inminente para numerosas áreas mundiales cuya biodiversidad está en peligro, el panorama para los próximos años es desolador. Las distintas especies vegetales y animales están intentando eso sí, adaptarse, con diferentes estrategias, a ecosistemas cada vez más cálidos y donde el agua se va a convertir (al menos en el sur de la Península, según los modelos previstos) en un factor escaso. Muchas de ellas desaparecerán dada la velocidad de los cambios. Un planeta entero transformado por el cambio climático provocado por la codicia y la insensatez humana y eso a pesar de los numerosos eventos celebrados y sobre todo la Convención de París 2015 que pretendía establecer un compromiso de la comunidad internacional para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y del que ya se ha descolgado Estados Unidos(el presidente Trump y su equipo de asesores, entre los que no hay científicos, no creen en el cambio climático y una parte de la población norteamericana tampoco). De todas maneras la UE debe seguir abanderando la lucha contra el cambio climático que está provocando ya migraciones humanas de carácter ambiental, aparte de los problemas sanitarios derivados de las frecuentes olas de calor que se esperan (noches tropicalescontinuadas, alteración del sueño en personas mayores…). Con el calentamiento global habrá un mayor número de muertes a causa del calor, multiplicado por el empeoramiento de la calidad del aire en las ciudades. La UE se ha puesto como objetivo no superar los 2ºC de aumento de la temperatura media para 2050. Este compromiso cuenta con el consenso científico, pues 2ºC suponen ya un punto de no retorno con consecuencias imprevisibles. Veremos si lo conseguimos.
Desde luego y sin querer parecer muy pesimista, aquí en Andalucía la cosa tampoco anda muy bien. El anuncio hace unos meses de la reapertura de la mina de Aznalcóllar(Sevilla) carente de la obligada evaluación de impacto ambiental, con el consiguiente riesgo que aún entraña, a nivel de acumulación de residuos con metales pesados y de alteración del acuífero, no parece una buena opción y más cuando el Gobierno regional se vanagloria – y en parte con razón- de los éxitos alcanzados con el Corredor Verde del Guadiamar y la recuperación de 4.800 ha afectadas por el vertido tóxico de hace 20 años, que recorrió 62 km y se quedó a las puertas de Doñana. La rotura de la presa de Boliden-Apirsa constituyó la mayor catástrofe ecológica de Andalucía y a nivel nacional junto con el hundimiento del Prestige en 2002.
El cementerio de residuos nucleares de El Cabril en Hornachuelos (Córdoba) sigue recibiendo materiales de baja y media intensidad de otros puntos del Estado, con el riesgo asociado que eso conlleva y, quizá incluso de la desmantelada central nuclear de Garoña. El tránsito de camiones por algunas ciudades andaluzas es preocupante en ese sentido, porque la gestión de los residuos nucleares sigue siendo un verdadero problema. El nuevo Ministerio de Medio Ambiente debiera tomar nota y proponer ya el cierre de todas las centrales nucleares en el territorio español.
El vertedero de Nerva continúa activo a pesar de la grandísima oposición durante años por parte del movimiento ecologista y vecinal y de algunos partidos políticos, con IU y Los Verdes a la cabeza, con dudas sobre la seguridad de los residuos tóxicos almacenados allá y con ausencia de la tan cacareada creación de empleo que se esgrimió en su día. ¿Dónde estarán los políticos que nos engañaron? ¿Sería posible pedirles algún tipo de responsabilidad, aunque sólo fuese política?
En fin, a modo de ideas a desarrollar o mejorar, y con ánimo constructivo, nos parece importante que desde el Gobierno Andaluz, se dé un gran impulso al tema de las energías renovables, paralizadas por el anterior Gobierno nacional del PP (y esta podría ser una de las muchas iniciativas a abordar por el nuevo Gobierno del PSOE y cuanto antes) y de las que podríamos ser referente en tecnología punta en toda España e incluso en Europa. La bonificación de un porcentaje en el IBI para las viviendas que tengan instaladas placas solares es ya una iniciativa que están llevando a cabo algunos ayuntamientos andaluces.
Asimismo, dado el alto grado de contaminación detectado en las áreas metropolitanas de algunas ciudades andaluzas (Sevilla, Málaga, Granada, Cádiz) habría que activar un Plan de medidas de movilidad sostenible, que penalice la circulación de vehículos a motor a la vez que propicie la peatonalización y el incremento de las zonas verdes en pueblos y ciudades de forma que hagamos más saludable y amigable nuestros espacios diarios de trabajo y ocio. Piensése que gran parte de nuestros desplazamientos los seguimos haciendo en vehículos a motor diésel y/o gasolina y que ya en algunos países europeos el diésel va a desaparecer. Algunas grandes ciudades alemanas ya prohíben la circulación de vehículos diésel en ciertas avenidas. El Plan ha de incluir bolsas de empleo sostenibles que permitan ya la creación de puestos de trabajo relacionados con las energías renovables, la educación y formación ambiental, la agricultura ecológica, el cultivo en terrazas y balcones y el urbanismo bioclimático.
Necesitamos también un Plan de Medidas Urgentes que atienda los problemas de nuestros bosques, dehesas y matorrales, afectados por la enfermedad conocida como la “seca” que está matando encinas, alcornoques y otras especies y que tenemos que atajar cuanto antes, basándonos en la investigación forestal necesaria – y para ello hace falta inversión en el sector- y que va camino de provocar un colapso en nuestros ecosistemas forestales. En la comarca del Andévalo de Huelva se habla de más de 400.000 árboles afectados y también en la provincia de Cádiz, donde la producción de corcho, dada la muerte y/o pérdida de vigor del alcornocal, ha descendido notablemente.
Y una mención aparte a nuestras dehesas y a la ganadería trashumante que están en grave riesgo de desaparecer, de continuar por mucho más tiempo las circunstancias actuales de falta de decisión y estrategia política. La dehesa es un ecosistema milenario, sostenible e irremplazable, que necesita de la presencia permanente del ganado y de la actuación diaria y continua del hombre. Así es como ha pervivido durante siglos y como ha llegado a ser un modelo único, genuino y paradigma europeo de aprovechamiento racional de recursos naturales. La dehesa conforma nuestro paisaje mediterráneo desde hace milenios, ayuda a la mejora de la biodiversidad, participa activamente en la lucha contra el fuego y la desertificación, fija la población en el medio rural, y es un “cheque en blanco” para negociar y compensar los objetivos agrarios comprometidos para la amortiguación del cambio climático, contribuyendo además al nuevo concepto de Salud Pública, al activar nuestro sentido de disfrute y bienestar social. Se han estimado pérdidas en el sector agroganadero de 150-200 euros/ha y año que no auguran una perpectiva de mantenimiento de esos bienes y servicios públicos. Y las ayudas de la PAC van a disminuir para el próximo período de aplicación si es que no hay una presión social importante. Además, la lucha por el mantenimiento de estos valiosos ecosistemas ha de ser a nivel global de la Península, en coordinación con Portugal, que también tiene una gran superficie de dehesas (montados). Así evitaríamos la descoordinación actual y al actuar juntos la presión sobre los respectivos gobiernos nacionales y sobre Europa sería mayor y probablemente daría sus frutos. El movimiento ecologista y verde que ha estado alejado de los temas agroganaderos debe iniciar asimismo una posición de acercamiento. Presionemos desde distintos partidos, asociaciones y movimientos ciudadanos para que el Gobierno haga un esfuerzo presupuestario y una mejor política social y verde para los próximos años.