Manuela Martínez | En mi opinión, criticar de manera constructiva el funcionamiento o las actuaciones de una u otra institución y plantear propuestas de mejora, debe considerarse una aportación positiva por parte de la institución objeto de dichas críticas. Diría que, junto a la necesaria autocrítica, resultan imprescindibles para mantener o recuperar la buena salud de cualquier organización.
Ahora bien, cosa distinta es criticar con el único objetivo de agredir y destruir aquello que se critica. Esa manera de actuar puede obedecer a varios motivos. Bien porque esa institución es un obstáculo para materializar los planes de los poderosos y quieren eliminarla; bien porque a río revuelto ganancia de pescadores y algunos han decidido ganar terreno aprovechando su debilidad durante el linchamiento; bien porque hay quienes siguen la estela que marcan los creadores de opinión sin el más mínimo espíritu crítico, repitiendo cual papagayos los mantras que se presentan como verdades absolutas en determinadas tertulias, debates y medios digitales controlados por los primeros; y también hay quien lo hace por dinero, me refiero a los activistas a sueldo de los primeros, que los hay…
La crítica destructiva tiene además una característica peculiar, se repite incansablemente hasta inocular en la opinión pública una percepción negativa de la institución en cuestión. Es como un virus resistente, ya puedes desgañitarte durante horas, días y meses explicando tu verdad… esa ya no te la compran ni tus amigos más cercanos. Afortunadamente, los miembros activos de la organización y quienes perciben más directamente la actividad que desarrolla, suelen estar inmunizados. Y aunque a veces puede asaltarle la duda porque el machaque es constante, el estar tan cerca de la fuente de información les permite darse cuenta de la manipulación mediática de que son objeto.
En el caso concreto de la organización a la que pertenezco, la UGT, aunque también se puede aplicar a CCOO, han sido muy minoritarias las críticas constructivas en comparación con la lluvia torrencial de críticas destructivas recibidas. ¿Quién puede estrañarse pues de la poca confianza que señalan las encuestas de opinón?
Lo curioso es que nadie se pregunta por qué esta falta de confianza no se da entre la mayoría de los trabajadores. De hecho, ¡un 85% se decanta por delegados de UGT y CCOO! a la hora de elegir a sus representantes sindicales. Y lo deciden libre y democráticamente en los centros de trabajo. ¿Cuántos de ellos responderán a esas encuestas?…
Luego están los que aparentan hacer propuestas. Una apariencia que no es neutra y que, lógicamente, obedece a una intencionalidad: decir lo que toca para quedar bien con quien interese en cada momento, eso sí, pontificando.
Últimamente escucho cosas que me dejan perpleja. Entre el neo lenguaje y la manía de contar historias a partir de creencias y no de información contrastada, la confusión es total.
Ahora lo guay es decir que hay que reinventarlo todo, sea lo que sea. Y no sé si será el Gran Hermano de George Orwell o quién, pero lo cierto es que alguien ha decidido que los sindicatos de clase están en crisis y tenemos que reinventarnos.
Que tenemos que adaptarnos a la nueva realidad, por supuesto. Gracias a nuestra capacidad de adaptación cumplimos 125 años el próximo mes de agosto.
Que tenemos que incorporar mejoras en nuestra organización para que el sindicato sea una herramienta útil en tiempos de crisis, también. Por eso hemos decidido en nuestro último Congreso reducir las estructuras y adaptar nuestro presupuesto de funcionamiento a los ingresos por cuotas de afiliación exclusivamente.
Que debemos mejorar nuestra relación con la sociedad o la comunicación con los trabajadores, claro que sí. Por eso hemos apostado por las redes sociales y por más cuerpo a cuerpo en los centros de trabajo.
Efectivamente, porque hacemos autocrítica y porque admitimos la crítica constructiva, hemos decidido cambiar todo esto y mucho más.
Pero, por favor, que nadie intente venderme la moto de que tenemos que reinventarnos porque llevamos banderas en las manifestaciones, porque convocamos huelgas o porque seguimos utilizando los tablones de anuncios en las empresas. Antiguos nos llaman quienes no se han enterado todavía de que no todos los trabajadores utilizan las NNTT ni tienen acceso a Internet. Anacrónicos quienes todavía no se han dado cuenta de que esto es una lucha de clases y que el capital está ganando la partida porque el poder político se ha puesto de su parte. Y a quienes simplemente insultan, a esos no pienso dedicarles ni un minuto de mi tiempo.
No sé qué pensarán los trabajadores que defendemos a diario sobre la palabreja “reinventarnos” Lo que sí sé es que tienen muchos problemas y que necesitan a los sindicatos más que nunca. Esa es nuestra prioridad y a eso nos dedicamos honradamente los sindicalistas.
Manuela Martínez es Secretaria General de UGT – Granada