Sebastián de la Obra
Ayer al mediodía, antes de partir para Madrid, me reuní en Sevilla con una treintena de hombres y mujeres procedentes de terceros países (Perú, Marruecos, Nigeria, Senegal, Ucrania…). Normalmente les llaman inmigrantes. Todas estas personas son sobrevenidas, es decir, personas que disponían de permiso de residencia y trabajo y se han quedado en paro. Automáticamente se convierten en irregulares, indocumentados, ilegales, sin papeles, al no poder renovar su tarjeta de residencia y trabajo… No lo eran, ahora lo son. Hablamos mucho: de los niños, del trabajo, de Sevilla… Estaban preocupados (están asustados).
El Real Decreto-Ley 16/2012 de 20 de abril sobre Medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad del sistema sanitario modifica el artículo 12 de la denominada Ley de Extranjería. Se deja sin acceso a la Tarjeta Sanitaria y a las prestaciones de atención primaria a los inmigrantes indocumentados (salvo menores y embarazadas… ¡por ahora!). Estas personas solo serán atendidas en los servicios de urgencia. En algunos espacios mediáticos y foros se está hablando de este asunto. Significa un ahorro de quinientos millones (sic), dice la ministra. Es insolidaria esta medida dice FACUA, es una injusta denegación de auxilio tan grave como no dársela a los mendigos y a los sin techo españoles por el hecho de no tener un domicilio o no pagar impuestos. Ya está bien de aprovecharse del turismo sanitario, dice la mayoría (confundiendo a los sin papeles con los residentes europeos de renta media y alta que utilizan la tarjeta sanitaria española para disfrutar de servicios gratis que en sus países no quieren pagar).
Ayer no pude asistir a las manifestaciones de jóvenes y menos jóvenes que rechazaban los recortes en la enseñanza pública. Estaba reunido. Me alegro de estas movilizaciones (ma non troppo). Esta paradoja se produce cuando uno tiene que elegir entre lo urgente y lo importante. En este enorme pedazo de tierra se esta produciendo un fuerte olor a fermentación, propio de los tiempos adversos. Este extraño olor produce miedo y, cuando el miedo se extiende, somos capaces de asesinar a nuestra sombra o a quien sospechamos que nos hace sombra. En estos casos hay que elegir.
Nuestros gobernantes (sean los que sean) suelen tener discursos de metal. A la gente le gusta un discurso duro y claro. De metal. Nuestros gobernantes (sean los que sean) se caracterizan por tener la frente muy amplia y… la razón minúscula. Cuando los días (la vida) se cuentan como las sílabas es imprescindible saber donde tienes que estar. Me alegro de la protesta contra lo injusto. Voy a madrugar… cuando se convoque una movilización que impida que mis amigos de Perú, Marruecos, Nigeria, Senegal y Ucrania pierdan su tarjeta sanitaria. Estoy alegre (ma non troppo)