Carmen Rodríguez | Si observamos en nuestro entorno, en cualquier lugar, desde la ciudad hasta la consulta del dentista, todo lo que nos rodea está fabricado a partir de derivados del petróleo. El plástico actual, como polímero, descubierto a principios del siglo XX, a pesar de su corta vida, le ha dado nombre a toda una época: la Era del Plástico.
Nos ha solucionado nuestro día a día, está presente en el sector doméstico, en el profesional y en el ocio, gracias a que tiene grandes utilidades y su tecnología de producción es inabarcable.
Este polímero sintético, compuesto por largas cadenas de carbono, en las que su variedad depende de los enlaces a los que está sometido este elemento químico vital (donde su principal característica son las propiedades mecánicas que adquieren) es fácil de trabajar y moldear por su baja densidad, es impermeable, buen aislante (eléctrico, acústico y térmico) y resiste la corrosión.
Pero tiene unas desventajas en su uso importantes, sobre todo a nivel ecológico: no es biodegradable, ni reciclable y su quema es altamente contaminante, aunque es un material que nos facilita nuestros quehaceres cotidianos, lo que ha provocado que la industria del petróleo sea potente y aparentemente insustituible.
En un principio, los investigadores quisieron subsanar la nula biodegradabilidad añadiéndole un aditivo, elaborado con productos químicos, para acelerar su degradación, provocando la oxidación temprana. Este proceso tiene el inconveniente que los elementos con los que se fabrican ese aditivo suelen ser tóxicos, y a la vez seguimos dependiendo del petróleo.
La solución está en el sector vegetal donde se diseñan y se elaboran nuevos materiales, con características semejantes pero totalmente biodegradables y respetuosas con el medio ambiente.
Por un lado, encontramos los Pla o ácido poliláctico, que son extraídos del almidón que sintetizan las plantas durante la fotosíntesis, elemento fácil de obtener y de costes reducidos.
Los plásticos naturales u orgánicos pueden elaborarse por medio de la extracción biomasa (almidón o celulosa), por la producción química mediante monómeros biológicos de fuentes de energía renovable o por la producción mediante microorganismos como las bacterias genéticamente modificadas.
Los bioplásticos son sustancias vegetales biodegradables. Material polímero fabricado a partir de materias primas naturales (azúcar, almidón, celulosa, patatas, cereales, melaza, etc.) que son procesados por organismos vivos (hongos, bacterias o algas), por lo que no producen contaminación en su producción. Tiene además la misma resistencia y rigidez del plástico normal. Se usan en embalajes, envases, botellas, construcción, en aparatos tecnológicos y en telefonía móvil e incluso en cirugías de huesos, como en placas o en tornillos. Otra de las grandes ventajas es que sus desechos son reutilizables ya que los podemos utilizar para fabricar compost. La desventaja del uso de este material es económica, ya que tiene un elevado costo de producción, mayor que el plástico sintético.
Otro material que ha sido patentado por científicos de facultades andaluzas (Málaga y Sevilla) utilizable para envases, es un biopoliéster fabricado a partir de la cutina vegetal, que se encuentra como esqueleto flexible en la piel de frutos, hojas y tallos no lignificados de los vegetales superiores. Es un material muy abundante en la naturaleza. En la planta actúa como barrera entre ésta y el medio ambiente, lo que le hace que tenga unas características especiales. Estos científicos generan una cutina sintética utilizando como aditivo molécula de origen vegetal para añadirle propiedades similares a las del plástico.
Finalmente, otra de las múltiples alternativas al derivado del petróleo es la madera líquida o arbofom, que es la lignina (material que se rechaza o se quema en el proceso de fabricación del papel), mezclada con fibras como linaza y cáñamo. Se procesa como termoplástico y es muy duradero y puede moldearse con más precisión que el plástico. Su descomposición es ecológica. Se usa en juguetes, automóviles, muebles,etc.
En definitiva, observamos que el petróleo puede dejar de ser el oro negro, ya que puede ser sustituido por otros materiales más amables para el medio ambiente y con las mismas o similares características de uso. Teniendo en cuenta que el final de estos materiales alternativos es mucho menos agresivo para la salud humana y para la atmósfera, ganamos en salubridad y resolvemos el tránsito a la revolución en la que estamos inmersos, que no es sólo energética sino también de elaboración de materiales.