Raúl Solís | Lydia Cacho (Ciudad de México, 1962) ha hecho del periodismo y de la lucha contra la violencia a las mujeres mexicanas un binomio cargado de razones. Una tarea heroica en un país machista como ninguno, que le ha servido para ser la diana de los matones que no toleran su activismo feminista. Motivos que tienen a la periodista amenazada de muerte y fuera de México, a la espera de que su seguridad, como mujer y periodista, esté garantizada.
“Mantén la boca cerrada o te mataremos. Es el último aviso”, fue el mensaje que recibió Lydia Cacho en julio del año pasado a la sede española de la organización que lidera a favor de las, como ella las llama, “sin nombres”. Amenazas que responden a la publicación de libros, columnas e intervenciones en los medios de comunicación, denunciando la falta de investigación del Estado mexicano hacia los casos de asesinatos, violaciones y tráfico sexual con niñas aztecas.
México es un lugar especialmente peligroso para enfrentarte a cara descubierta, como hace la periodista, a la fortaleza del machismo. Uno de cada cinco mexicanos considera “natural que a las mujeres se les prohíban más cosas que a los hombres” y el 25 por ciento afirman que las causas de las violaciones a las mujeres es “porque provocan a los hombres”, datos extraídos de una encuesta elaborada en 2007 y que evidencia la difícil situación que padecen mujeres y defensores de los derechos humanos de éstas.
La patria de Lydia Cacho es líder en la explotación sexual a través de mafias que guardan cercanos vínculos con gobernadores, senadores, diputados y grandes empresarios del país centroamericano. El 77 por ciento de los asesinatos a mujeres no son investigados por los tribunales de justicia ni guardan una hoja preferencial en la agenda del Gobierno que preside Felipe Calderón.
Fue en 2005, con la salida a la luz del libro Los Demonios del Edén, cuando Lydia Cacho comenzó a sufrir torturas, detenciones ilegales y violencia por las autoridades policiales mexicanas. En su libro relacionó al adinerado empresario libanés Kamel Nacif, vanagloriado como “empresario ejemplar” por Vicente Fox -presidente de México 2000-2006-, con las mafias de la pederastia.
En respuesta a su atrevimiento, el adinerado y mafioso Nacif se aprovechó de sus buenas relaciones con el gobernador del Estado centro-oriental de Puebla, Mario Plutarco Martín Torres, para que le ayudara a ejercer contra Lydia Cacho toda la ira de la brutalidad policial. La misma Lydia Cacho cuenta en Los Demonios del Edén la travesía inhumana que padeció, a bordo del coche policial, entre los 1.200 kilómetros que separan Cancún, su lugar de residencia, hasta las dependencias judiciales de Puebla.
Su detención apareció en todos los noticiarios y diarios mexicanos, gracias a la popularidad de la que goza, y pudo ser puesta en libertad con cargos. Finalmente, demostró la existencia de grabaciones entre el mafioso Kamel y el máximo dirigente de Puebla. La experiencia desgarradora no aminoró su activismo. Al contrario, aumentó y fue reconocida internacionalmente por hacer del binomio feminismo-periodismo su arma para defender la dignidad de las mujeres.
Su compromiso es el causante de que lidere un refugio en Cancún para salvar a las mujeres y niñas que huyen de la amenaza de la violencia sexual. Una labor que incomoda aún más a las organizaciones mafiosas y al Estado mexicano, que sigue sin garantizar, a las víctimas y a las defensoras de los derechos humanos, el derecho a la tutela judicial efectiva, a la vida y al disfrute de las libertades de las que sí disfrutan quienes mercadean con la dignidad de las mujeres.
Lydia Cacho, en estos momentos, está escondida de la mafia mexicana que le ha puesto fecha a su vida. Advierte, no obstante, que volverá a México en cuanto su seguridad esté garantizada pero alerta de que, tras la victoria del derechista y corrupto Partido Revolucionario Institucional (PRI), “no vienen buenos tiempos para México, son buenos tiempos para los carroñeros, pero no para la sociedad”.
Lejos de abandonar su activismo feminista, Cacho asegura que volverá a México más pronto que tarde para seguir poniéndole voz y rostro a las mujeres violadas, asesinadas y maltratadas por las redes del narcotráfico y con la aquiescencia de los poderes políticos, policiales y judiciales del país azteca que no consideran que defender los derechos humanos de las mujeres deba ser una prioridad sumarísima.