Rafa Rodríguez
Vivimos en una época caracterizada por la crisis del capitalismo que, tras el fracaso de la globalización, carece de un proyecto político para hacer frente a la crisis ecológica y la aceleración del cambio climático.
El modelo de acumulación del capital mediante el dominio del sector financiero y el difícil encaje de las tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, genera inestabilidad y tensiones entre crecimiento e inflación que, en todo caso, provocan más desigualdad, social y territorial, y conflictos armados de una extraordinaria crueldad.
La comunidad internacional está siendo incapaz de parar el genocidio que está llevando a cabo el gobierno de Netanyahu contra el pueblo palestino; la invasión de Ucrania ordenada por Putin, que pretende cambiar las fronteras internacionales a través de la fuerza militar, un embate a la clave de bóveda que sustenta el débil derecho internacional; las guerras civiles en Sudán y Yemen del Sur; los ataques de los grupos yihadistas instalados en el Sahel, Somalia o Mozambique, o la peligrosa escalada de violencia entre Ruanda y la República Democrática del Congo.
Ante esta emergencia global, una parte cada vez más influyente del poder económico ha optado por una salida no democrática, apoyando a la extrema derecha para negar la crisis, lo que significa negar una solución de futuro para la mayoría. Muchos partidos de la derecha tradicional se han plegado ante esta extrema derecha, como sucede en el Partido Republicano en EE.UU. o en un segmento del Partido Popular Europeo, encabezado por el Partido Popular español.
Este es, a grandes rasgos, el contexto en el que vamos a celebrar las elecciones europeas del 9 de junio, que se convocarán el 17 de abril. Parecen que, todavía, están bastante lejos, eclipsadas en parte por la convocatoria de las elecciones catalanas del 12 de mayo, pero faltan escasamente 70 días para que votemos.
Estas elecciones, junto con las presidenciales de EE.UU. el 5 de noviembre, son una encrucijada para el futuro no ya de Europa, sino de la humanidad. La amenaza de un avance significativo de la extrema derecha, y de su alianza con el Partido Popular Europeo, y de una victoria de Trump en las elecciones de EE.UU. supondrían una victoria global del capitalismo salvaje, de un nuevo fascismo, esta vez desde el centro del sistema, apoyado por el poder de las grandes tecnológicas que controlan las redes sociales y los satélites.
En España, el Partido Popular pretende ocultar los problemas reales de la ciudadanía y quiere plantear estas elecciones como un plebiscito contra el gobierno de coalición progresistas, en especial sobre Pedro Sánchez y la Ley de Amnistía, para polarizar a la sociedad y deteriorar la percepción de la política y de las instituciones democráticas. Si logran imponer este marco, Andalucía y nuestros problemas estarán al margen de la agenda electoral.
La izquierda transformadora tiene la responsabilidad histórica de generar la confianza y esperanza de que hay un futuro que no excluye a nadie, si la mayoría social elije la opción de la transición ecológica para la justicia social, es decir afrontar que nos enfrentamos a una profunda crisis ecosocial y que hay salida con políticas de transformación estructural, cuyos costes deben recaer exclusivamente en los sectores privilegiados.
Para este objetivo necesitamos poderes públicos democráticos y comunidades sociales cohesionadas y movilizadas, que establecen una dinámica virtuosa entre sí, porque sin poderes públicos democráticos no hay comunidades sociales articuladas y sin comunidades cohesionadas y movilizadas no hay poderes públicos que puedan hacer frente al poder de las oligarquías económicas globales.
La profundización en la democracia, el autogobierno y el federalismo en España y en la Unión Europea son dos dinámicas que tienen el mismo objetivo: hacer prevalecer al poder político con la fuerza necesaria para lograr un mundo habitable en todos sus componentes, biofísicos, económicos, políticos, sociales y culturales.
Andalucía, en estas elecciones, tiene mucho que ganar y también mucho que perder. Con una mayoría progresista en la UE y con parlamentarios andaluces comprometidos con Andalucía, podemos avanzar en:
- cambiar este modelo económico ineficaz y desequilibrado, dependiente de la energía fósil y esquilmadora de nuestros recursos naturales, que genera un paro estructural;
- hacer frente al cambio climático, que ya está impactando en nuestra tierra con una sequía persistente y subidas de las temperaturas en todas las estaciones del año, originando la reducción de los rendimientos agrícolas, daños a las infraestructuras críticas y el aumento de los precios de los productos básicos, poniendo además en riesgo a los dos pilares del actual modelo económico: el turismo y la agricultura;
- y derrotar al PP y a la extrema derecha, sumando más votos que el bloque reaccionario.
La transición ecológica para la justicia social es la palanca para transformar nuestro modelo productivo y crear empleo de calidad. Por eso queremos una Europa que atienda de forma prioritaria a los territorios que tienen más desigualdad y que sufren con más intensidad los efectos del cambio climático, con planes y recursos que prioricen los ejes de la transición.
- económicos (energías renovables, vivienda, infraestructuras del transporte, agricultura, turismo, digitalización, etc.),
- sociales (empleo, defensa de los servicios públicos, igualdad de género, derechos de las personas migrantes, lucha contra la pobreza, etc.)
- y ambientales (nueva cultura del agua, biodiversidad, reducción de los residuos y de la contaminación, etc.).
Es importante que la opinión pública andaluza sea convenientemente informada durante este proceso electoral de la centralidad que las políticas europeas tienes para la transformación económica, social y ambiental de Andalucía y de la necesidad de una apropiada representación directa de la Comunidad Autónoma en la Unión Europea, que ya no puede considerarse un ámbito exterior, por lo que la mejora de la participación en la UE constituye, en la práctica, una dimensión más de nuestro autogobierno.
(*) La imagen pertenece a una obra de Pepa Caballero (Granada, 17/12/1943 – Málaga, 2012), una andaluza española de arte abstracto, única mujer miembro del Colectivo Palmo de Málaga, del que fue cofundadora.