Sergio Flores
El principio de orquestación -incluído en los once principios de la propaganda de Goebbels- nos enseña que si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad, pero aunque ésta lo parezca, sigue siendo mentira.
A día de hoy, con la necesidad de una reforma constitucional de plena vigencia, bajo la presión de un nuevo marco territorial son frecuentes las declaraciones de políticos y politólogos referidas a la necesidad de entender Andalucía como sujeto político para darle a nuestra comunidad una mayor visibilidad y presencia en unas hipotéticas futuras negociaciones.
No puedo más que sorprenderme ante esa “trascendental” cuestión. Parece que la coincidencia en el tiempo de la desaparición del Partido Andalucista (supuesta) y el determinismo del proceso independentista abierto por el pueblo catalán hubiese abierto la Caja de Pandora y un torrente de tragedias sobrevolaran Andalucía.
Hay dos fechas históricas que compiten en la historia reciente de Andalucía; el 4 de diciembre y el 28 de Febrero, por la representatividad del Día de Andalucía. La primera fecha nos recuerda el día en que una marea humana inundó las calles con banderas verdiblancas exigiendo el derecho a tener una Autonomía “como la que más”, una marea que llevó a más de dos millones de andaluces a sumarse a este grito de alegría y esperanza. El 28F fue el momento decisivo para la concreción de toda aquella efervescencia política y social, y a pesar de la existencia de unas condiciones que hacían casi imposible el triunfo, un auténtico camino de espinas, el pueblo andaluz dio un ejemplo de democracia y se reveló contra la suerte que algunos le tenían preparada; ser una autonomía “de segunda”.
Pero es que Andalucía no nace en la Transición ni en la Segunda República con Blas Infante, ni siquiera en al Andalus, en la Bética romana o en Tartessos. Andalucía nace y muere cuando le da la gana a los andaluces, esa comunidad de hombres y mujeres que han vivido a través de la historia en esta tierra. Andalucía fue Estado, Nación, Región, Colonia, Provincia, Cantón,… Fue centro del universo y su último rincón.
Lo único cierto es que siempre fue y será un corazón latiente, que no latente.
Nuestra historia nos convierte en un lugar único en el mundo, un lugar con miles de años de civilización y cultura a sus espaldas, al punto que la historia de la Humanidad no podría entenderse sin Andalucía. Momentos clave como el “descubrimiento” de América o la convivencia de las tres religiones monoteístas en la época arábigo andaluza, personajes relevantes como los emperadores andaluces en la Roma imperial, pensadores, filósofos, escritores, poetas, matemáticos, científicos, músicos y un largo etcétera de grandes figuras criadas bajo el sol de nuestra tierra que han ayudado a conformar los avances de la humanidad en sus diferentes vertientes. Hombres (y mujeres) y nombres que deberían ser nuestro orgullo y referencia que por desgracia, la educación reglada de hoy niega a nuestros jóvenes.
Podríamos tardar horas en nombrar todos los acontecimientos históricos que hacen de Andalucía una nación, un “sujeto político” a través de la historia; por Sí y por la Humanidad. Si mencionamos algunas de las más cercanas en la historia podemos hablar de la Constitución de Antequera, del impresionante legado político de Blas Infante o de aquel proyecto de Ley que tendría que haberse aprobado el 18 de julio de 1936 en el Congreso de los Diputados para otorgar la Autonomía a Andalucía y que el Golpe de Estado nacionalcatólico truncó a sangre y fuego, aunque eso solo supuso retrasar 50 años la consecución de dicho objetivo.
Con la muerte del dictador una convulsión general sacudió los cimientos del Estado español y a pesar del miedo, las ansias de libertad reprimidas se fueron abriendo paso entre carreras, botes de humo y porrazos de los grises -los antidisturbios de aquella época- ante un Sistema que iba soltando las amarras del franquismo con cuentagotas.
Andalucía volvió a tener una influencia decisiva y determinante en todo el proceso de la Transición, tanto por su gente y los movimientos políticos y sociales, como por sus políticos e intelectuales. Andalucía se reivindicó como la que más rompiendo con la discriminación -no solo con la propia- que tenían preestablecida. Las instituciones españolas se poblaron de andaluces; andaluces que contaron con una gran movilización colectiva del pueblo andaluz, un pueblo que había sufrido con especial crudeza la pobreza, la tiranía, el desprecio, el olvido y la represión de la dictadura y su oligarquía.
Cuentan que las últimas palabras del dictador a su heredero, el rey Juan Carlos I fueron “Te dejo hacer lo que quieras. A cambio sólo te pido una cosa, que mantengas España unida” .
En los oscuros pactos de la Transición se estableció un proceso para satisfacer a la potente representación política de Catalunya y Euzkadi, pactos que a su vez cerraban el paso a conseguir similares cotas de autogobierno al resto de nacionalidades que conforman el Estado español. Ellos no tuvieron que hacer nada para conseguirlo, Andalucía tuvo que lograrlo en las calles el 4D y en las urnas el 28F, sorteando toda clase de trampas y zancadillas.
Y conseguimos, en un triunfo sin precedentes, tener un marco de autogobierno “como la que más” que diría nuestro admirado José Luis Serrano, recientemente fallecido. Desde ese mismo momento se crea una estructura en nuestra tierra para dar forma a lo que decía la ley de Madrid. Andalucía tendría su autogobierno, gobierno propio con altísimas cotas competenciales para regir los destinos de 9 millones de andaluces, un gobierno radicado en la propia Andalucía para romper con el centralismo español y las desigualdades que provoca, un gobierno de los andaluces para los andaluces.
Jurídicamente, le pese a quien le pese, Andalucía alcanza su propio estatus diferencial dentro de Estado español, tan diferenciado y tan real, que es destinatario de la administración de miles de millones de euros que llegan a las arcas del gobierno de la Juntas desde España y desde Europa. En el marco de la Constitución -y en la legislación española- se abre un camino legal para la creación del Estatuto de Autonomía de Andalucía, marco reglamentario y legislativo para concretar ese nuevo poder político andaluz, dotarlo competencialmente y crear una estructura administrativa que lo sustente.
Es absurdo pues, dudar que Andalucía sea un sujeto político con identidad propia. ¿Para qué o quién trabajan los 500.000 funcionarios cada día en la Junta de Andalucía? ¿Qué ente abstracto organiza su trabajo y paga sus nóminas? ¿Quién administra los 32.000 millones de euros que tiene de presupuesto la Junta de Andalucía? ¿Existe algo más político que el reparto de un presupuesto?
Además, es un “Sujeto”: Económico, Jurídico y Legislativo, Fiscal, Laboral, Sanitario, Educativo y Social. Pues en todas estas vertientes tiene atribuidas las competencias y los medios, para poder ejercer como tal.
Si lo bendice la Constitución y lo afirma la Ley, ¿qué es lo que hace que Andalucía no ejerza como un sujeto político aun siéndolo? La respuesta es más que evidente; la dejación de funciones de quienes ostentan el poder en Andalucía.
El problema no está en ser o no ser, está en ejercer de lo que se es o no hacerlo y mantener en el ostracismo la representación política del pueblo andaluz en pro de otras aventuras.
Tras más de 35 años de gobierno consecutivo del PSOE en Andalucía, no podemos establecer un comparativo con otras formas de gobernar en nuestra tierra, no podemos saber cómo sería un gobierno andaluz de verdad exprimiendo el techo competencial de nuestro Estatuto, no podemos comparar porque no ha existido otro modelo, pero sí existe en otras naciones del Estado y desde ahí sí podemos comparar la diferencia que hay en el uso que han dado en otros lugares a sus Estatutos de Autonomía.
Tras la aprobación del Estatuto de Autonomía de Andalucía mediante la Ley Orgánica 6/1981 de 30 de diciembre de 1981, las primeras elecciones al Parlamento de Andalucía se convocaron para el 23 de mayo de 1982 y desde esa fecha Andalucía está al mismo nivel que Catalunya, Euzkadi o Galizia, ¿cómo han utilizado los consecutivos gobiernos andaluces, todos del PSOE con distintas muletas, esta ingente cantidad de recursos, derechos y libertades comparado con las otras nacionalidades del Estado?
Demasiado simple la pregunta y más que obvia la respuesta, mientras en unos lugares se ha defendido y salvaguardado la identidad de su pueblo, en Andalucía se ha despreciado y ocultado. Mientras en unas comunidades se luchaba por obtener hasta la última gota de autogobierno de sus estatutos y se luchaba continuamente por obtener mayores poderes competenciales, en Andalucía parece que el estatuto era demasiado amplio y sobraban competencias. Incluso se perdió nuestra forma de hablar en Canal Sur…
El PSOE, con el beneplácito de parte del pueblo andaluz, ha usado Andalucía a su antojo; como arma arrojadiza contra el gobierno estatal en Madrid cuando gobernaba la otra pata del bipartidismo, callando y cediendo cuando era la central de su franquicia política la que gobernaba. El PSOE dedicó su tiempo y esfuerzo en el gobierno autonómico a tejer una tupida red clientelar y una estructura económica que le garantizara su continuidad en cada proceso electoral, hasta el punto de que el PSOE de Andalucía es el corazón, la cartera y el alma del PSOE fundado en Casa Labra a escasos metros de la Puerta de Sol.
Podríamos asegurar sin riesgo a equivocarnos y en base a los resultados de los diferentes procesos electorales, que sin el apoyo de Andalucía, el PSOE sería un partido residual. De ahí el interés en controlar y aniquilar cualquier sentimiento andaluz que pudiera conducir a socavar esta hegemonía…
Somos pues, un sujeto político en manos de alguien que no cree en él y que tan sólo lo usa a su conveniencia. Somos hoy el resultado de un gobierno andaluz preocupado por la unidad de España. Somos un trampolín para controlar Madrid con 60 diputados y 32 senadores, somos lo que han hecho de nosotros, un sujeto político parasitado por un huésped que nos domina la conciencia y manipula el espíritu.
Si grave es que lo haga a nivel identitario, más grave aún es que lo haga a nivel económico, político y social, de forma que ha ido relegando el momento de comenzar las necesarias revoluciones que Andalucía necesita en todos estos aspectos.
Es imposible avanzar para transformar Andalucía si el motor de cambio está en punto muerto desde hace 35 años.
Años en que han llegado más de 140.000 millones de euros desde Europa a través de sus políticas de cohesión y que podían haber servido para producir una profunda transformación de los tejidos productivos, la investigación y el desarrollo, las infraestructuras y tantas otras cosas de las que hoy día carecemos… Dinero que todos sabemos dónde han ido a parar en una importante cuantía.
Pero hace tiempo que dejé de hacer responsable a los demás de mis fracasos, hoy soy más de pensar en qué me equivoqué o qué puedo hacer mejor. Y ya dejé hace tiempo la comodidad de hacer responsable al PSOE de todos los males de Andalucía, igualmente de aceptar con resignación cristiana que este era nuestro sino.
Convencido hasta la médula de un futuro esperanzador y próspero para nuestra tierra, convencido de la capacidad de su gente, y de que las nuevas generaciones de andaluces -los mejor formados de nuestra historia- darán un nuevo empuje a Andalucía. Si es que no emigran antes como hicieron sus abuelos…
Andalucía atesora una riqueza capaz de alojar dignamente a todos y a cada uno de sus hijos; tenemos la materia prima, la energía, el personal,… Antes o después caerán los que nos engañan y manipulan, y entonces Andalucía volverá a ser referente y luz para sí y para la Humanidad.