“A los andaluces que abren los ojos y se atreven a mirar más allá”
Cuando un día es proclamado como “día oficial” de un pueblo aunque ese pueblo no sepa a ciencia cierta qué es lo que se celebra, y lo que es peor, el por qué de la celebración, se hace necesario detenernos y ponernos a reflexionar porque en efecto algo falla. Este día 28 de febrero de 2011 nos invita a calibrar reflexiones y diferencias. No debemos cerrar los ojos.
Acaso abrirlos y darnos cuenta de que, pese a esta desorientación actual, en nuestra historia hubo momentos en los que sí tuvimos las cosas claras y supimos aunar espíritus y conciencias capaces de idear la mejor fórmula para nuestro pueblo; lo que mejor nos sentaba y lo que mejor contribuía a nuestro verdadero progreso. A esta certeza nos conduce el Manifiesto Andalucista de Córdoba de 1919, tan académicamente olvidado y silenciado. Hoy debemos desempolvar su espíritu y cargarnos de su esperanza y rebeldía para despertar.
Debemos entender que buceando en las páginas de nuestra historia podemos buscar en nuestra propia experiencia de luchas el modelo político que necesitamos para Andalucía. Así nos cercioramos de que el planteamiento del Manifiesto de Córdoba es de absoluta vigencia. Y acierta sobremanera cuando sostiene con absoluta claridad: “Andalucía no ríe, llora. Es cien veces más horrible que el llanto, la risa trágica de la degradación”.
Pero Andalucía no puede seguir llorando.
Algo no funciona en nuestra tierra cuando la evolución de nuestra autonomía en teoría dotada de la misma virtualidad que las comunidades autónomas más avanzadas, sólo nos puede enseñar una cosa: tras treinta y un año de supuestamente “desarrollo” casi no hemos avanzado. Algo no funciona en esta tierra cuando sufrimos la tasa de paro más alta de toda Europa. Algo no funciona cuando estamos donde estábamos. Lo sabemos.
Algo no funciona en nuestra tierra cuando silenciamos a nuestros municipios y los dotamos de una autonomía ficticia y dependiente económicamente. El verdadero pilar de Andalucía debe comenzar por la construcción de una autonomía local real y efectiva; autonomía económica para los municipios, base de la autonomía política y cultural de los mismos. Esto estaba muy claro en el Manifiesto de 1919, sin embargo, noventa y dos años después, nuestro parlamento andaluz se empeña en aprobar una ley de autonomía local que coloca a nuestros municipios en una situación de dependencia ya crónica, bajo el marco de la actividad pública de fomento, tan engrandecida y engañosa. A lo que se le une la consagración de la provincia como parte infranqueable de la comunidad local. La existencia y permanencia de las diputaciones provinciales es otra de las lacras del municipalismo andaluz. Lo sabemos.
Algo no funciona en nuestra tierra cuando, en un día como el hoy, la mayoría de los andaluces no entienden que Hoy no es el día de Andalucía. Hoy sólo celebramos el día que la Junta de Andalucía ha señalado como oficial. Esto es lo mismo que decir que hoy es el Día de la Junta de Andalucía, o del partido que desde hace treinta y un años la gobierna, con todo lo que ello implica. Es tóxico para los andaluces seguir en esta línea tan manipulada como manipuladora, tan dada a las unanimidades y a la falta de crítica. Tan dictatorial, en definitiva. Lo sabemos.
Si todo lo sabemos y poco hacemos, ante un panorama de poca luz y llanto cabe preguntarnos por nuestro futuro.
¿A quién vamos a culpar de nuestra situación?
No debemos seguir criticando a los políticos que democráticamente hemos elegido. No debemos culpar a las comunidades autónomas avanzadas. No debemos culpar al mundo.
Debemos actuar. Mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos por qué no somos capaces de salir adelante como en otros tiempos conseguimos. Los andaluces estamos dotados de talento e inteligencia, de capacidad y de resiliencia. Debemos mirar al pasado con soluciones para el presente. Debemos aprovechar la difícil situación de crisis para encontrar nuestras oportunidades donde otros sólo ven problemas.
Debemos creer en el mañana y en nuestra fuerza invencible. Los imposibles comienzan siendo utopías pero con la voluntad y la fuerza de todos se convierten en realidades. Blas Infante siempre se sintió orgulloso del genio y el talento andaluz, original, lúcido, vibrante, pero lo más importante, sentía confianza absoluta en la capacidad del pueblo andaluz, como se puede observar cuando decía: “Andalucía no ha copiado, ni copiará jamás, a ningún otro pueblo. No tiene necesidad de copiar. Sabe crear originalmente. No podría copiar, aunque quisiese. La fluencia inevitable de su historia la lleva a volar siempre sobre campos vírgenes”.
Y si el futuro está en nuestras manos y depende de nosotros. También hoy está latiendo fuerte en nuestro corazón el espíritu del Manifiesto de Córdoba, su reto es ineludible. Y lo más interesante: su conocimiento nos puede llevar a situaciones políticas insospechadas. ¡¡Andaluces, vamos!!
¡¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!!
Ana Silva Cuesta
En aquel Manifiesto de la Nacionalidad, como también se le llamó y con razón, aparecen las claves de las conexiones entre los andalucistas históricos y el socialismo, cuando se habla del derecho a la autodeterminación y de la situación de las naciones proletarias en la URSS. Una faceta ineludible para una buena comprensión histórica del andalucismo y, sobre todo, para que sea viable y creíble un andalucismo en el siglo XXI.