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Anochece (a Enrique Morente y Carlos Cano)

carlos y enrique

Decadencia
To el mundo me da de lao
Porque me ve en decadencia.
Pero yo me he echao la cuenta
que el mundo no se acaba hoy
puede dar otra vuelta.

(Morente. Sacromonte)

 

La voz de Morente sonó en el parto musical de Carlos Cano y la de Carlos en la muerte de Morente. Así tenía que ser. Y una Estrella cedió su cuerpo para que lo usaran sus almas hermanas como una caja de resonancia de carne y hueso. A través de la garganta de su hija, Morente se despidió cantando que Granada vive en sí misma tan prisionera, que sólo tiene salida por las estrellas. Y en un instante que duró mil años, Carlos y Enrique se abrazaron para caminar juntos por última vez y para siempre por Granada. La ciudad que mata a sus hijos de soledad para recordarlos después con tristeza. Igual que su hermana, Córdoba. Igual que su madre, Andalucía.

¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? Hace frío. Tengo miedo. ¡Piedad de mí! ¿Es que un topo se comió el sol, o es que el mundo se congeló? ¡No! Diez mil palomas dicen que no. Así cantaron Enrique y Carlos al despertar de Andalucía en Anochece (A duras Penas, 1975). Ha muerto el dictador. Y diez mil palomas volaron libres para teñir el cielo de blanco. Y las voces de Carlos y Enrique volaron libres y verdes para arroparlas hacia el camino de la esperanza. Y amaneció la noche Verde, blanca y verde. El pueblo tomó al despertar un pedazo de cielo y lo colgó del balcón. La tierra parecía un espejo. Y toda España se dio cuenta que Andalucía no iba a tolerar que construyeran un Estado asimétrico sin su permiso. Y así fue. Pero yo no siento un átomo de nostalgia por ello. Era un niño. Sin memoria y sin conciencia.

Soy hijo de la generación que se encargó de malgastar la libertad que Carlos y Enrique habían conquistado. Soy hijo de la postmodernidad que volvió a vestir el cielo de negro. Inconscientemente. Abominamos de Carlos y Enrique como de la peste. Eran el pasado. Y mañana no existía. Ahora tengo 42 años. Escucho flamenco. Y cada vez que me llaman al móvil suena la Verde, blanca y verde, para aliviarme la culpa compensando tanto tiempo de desconsideración y sordera. Pero no siento nostalgia: siento memoria y conciencia. Justicia. Sé que en mí habita la memoria colectiva de lo que otros vivieron. Y sé que debo dejarme la piel por reconstruirla, conscientemente, para proyectarla íntegra en el futuro. Como hicieron ellos por mí.

Es tiempo de memoria, conciencia y justicia. No de nostalgia. Editan antologías de Carlos mientras de los balcones andaluces cuelgan banderas rojas y amarillas por un mundial de fútbol. Emiten especiales de Carlos mientras los andaluces cerramos las listas de empleo, pobreza y educación. Nos pagan la mitad de los que nos deben con la tierra que nos sobra y no con el dinero que nos falta. Proclaman al Flamenco patrimonio de la humanidad y los andaluces desconocemos el verdadero origen de su nombre. Luchamos para alcanzar autonomía política y la empleamos para solapar nuestro debate electoral con el del Estado… Me niego a admitir que su lucha no sirvió para nada. Hace diez años,  a Carlos le falló el corazón. A Morente, hace unos días, la garganta. Que no nos falle a los andaluces el corazón y la garganta. Por justicia. Y cantemos: «Si tos uníos y el pueblo atrevío decimos ¡basta! no habrá otra vez».

Articulo publicado en El Día de Córdoba

5 Comentarios

  1. querido eduardo:

    los andaluces son universales
    como tú

    mil gracias

  2. Querido Antonio Manuel,

    Como sabes no soy de tu tierra pero la amo profundamente.Se nos fueron esos dos luceros
    de Andalucía y yo como homenaje a ellos y en agradecimiento a ti sigo divulgando por los cuatro continentes la pena de los fellah menkub que dieron nombre al arte que ellos cultivaron.

    un abrazo

  3. Gracias José!!!!!
    Grande!!!!!!

  4. ¡Ole,Ele y Alea, Antonio Manuel! ¡Qué orgulloso de se andalú me siento cuando leo lo que escribes y reparo en que sigue habiendo gente como tú en mi tierra, con esa sensibilidad, con esa lucidez. Orgulloso de ser andaluz porque leyendote se que no estoy solo.
    ¡Un abrazo amigo!

  5. Querido Antonio Manuel:

    La muerte de Enrique Morente, muy próxima en fecha a la muerte de Carlos Cano, está cargada de mensajes.

    Me centro en un detalle que me hundió en pena profunda y dolor hondo, como el propio cante de Enrique. Sí, el día de su entierro no existía Andalucía: los tres colores que evoca la melodía de tu móvil no estaban en el último adiós de Enrique En Granada. No vi la bandera de Andalucía por ningún sitio. No estaba, ni siquiera en uno de los tantos ramos de flores que acompañaron su cuerpo.

    No podemos hablar de memoria mientras no tengamos conciencia de pueblo y sepamos quiénes somos.

    La bandera andaluza, que representa nuestras luchas y aspiraciones como pueblo, seguramente fue ondeada el día de la muerte de Enrique acompañándolo, pero en el cielo. Aquí en la tierra seguimos ciegos. Ya es hora de despertar. Yo no pierdo la esperanza.

    Muy buen artículo. Enhorabuena.

    Un abrazo,

    Ana Silva

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