Rafa Rodríguez
El Partido Popular Europeo (PPE) ha sido el ganador de las elecciones europeas del 9 de junio de 2024 con 189 escaños habiendo quedado en primer lugar en 9 países e igualado también en primer lugar en otros 6, con una subida de 13 escaños.
Los partidos de ultraderecha han obtenido unos 172 escaños: 73 escaños del grupo Conservadores y Reformistas Europeos (ERC), 58 de Identidad y democracia (ID), más los que están en el grupo de no adscritos o de otros como son Alternativa por Alemania (AFD) con 15 escaños, Fidesz de Viktor Orbán con 10, los polacos de Konfederacja con 6, los rumanos prorrusos de AUR con 5, Se Acabó la Fiesta con 3, los croatas de DP con 1 y los chipriotas de ELAM con 1, incrementando su representación en unos 29 escaños.
En los cuatro países de la UE con más de 45 millones de habitantes, la derecha ha ganado en Alemania y en España, y la ultraderecha en Francia y en Italia.
Estos resultados de la derecha y la ultraderecha, que suman 361 la mayoría absoluta del parlamento europeo, evidencian el proceso de derechización de la opinión pública europea que, ante la situación de crisis estructural (policrisis o permacrisis) opta mayoritariamente por las ofertas derechistas y ultraderechistas, con escasas excepciones.
En Alemania, el Estado más poblado con 84 millones y locomotora económica de la Unión, gobernada por una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, ha ganado la derechista CDU (30 escaños), seguida del partido filonazi AFD (17 escaños), dividiendo al país en dos mitades: en el oeste gana la CDU y en el este la AFD.
El mayor retroceso lo sufren los liberales (Renew) que solo obtienen 79 escaños, perdiendo 23, lo que indica la reconfiguración que está experimentando el espacio de la derecha, aunque ganan en Chequia, Dinamarca, Países Bajos y Eslovaquia.
La socialdemócracia (SD) se mantiene con 135 escaños, perdiendo 4. Gana en Polonia, Portugal y Rumania. Los verdes pierden 19 escaños y se quedan con 53 y la Izquierda pierde un escaño obteniendo 36, aunque hay partidos que no están adscritos actualmente a ningún grupo que pueden considerarse dentro del espacio de izquierda como el partido de Sahra Wagenknecht, que abandonó Die Linke con 6 escaños (el doble que Die Linke), el checo ¡Stacilo!, el griego Plefsi Elefterias, una escisión de Syriza o Alianza Verde y de Izquierda, una federación de la Izquierda Italiana (SI) y la Europa Verde (EV,) que ha llevado al Parlamento Europeo a la activista Ilaria Salis, que llevaba 15 meses encarcelada en Hungría.
Las consecuencias inmediatas han sido la convocatoria de elecciones anticipadas en Francia y la dimisión del primer ministro belga, pero a medio plazo puede provocar nuevas mayorías parlamentarias en los Estados donde han ganado, radicalizar a los partidos de derecha y modificar las actuales agendas sociales, verde, feminista y de defensa de las libertades y los derechos. Ya en esta campaña la derecha y la ultraderecha han conseguido imponer los temas de debate en torno a la inseguridad que han asociado con la inmigración, la inflación o la guerra, ocultando o incluso culpando a las medidas contra la crisis ecológica y la desigualdad, social y de género, así como a las propias instituciones democráticas, sobre todo a los partidos políticos
Parece que la izquierda sufre un problema de confianza y comunicación. Los programas de los partidos de izquierda son, en términos generales razonables, pero adolecen de credibilidad porque no logramos conectar con el electorado en medio del ruido y la desinformación que provoca la demagogia de la derecha y la extrema derecha, que cuentan con el apoyo de la gran mayoría de los medios de comunicación y de las plataformas digitales, y esto es grave porque la política democrática es sobre todo interacción entre el electorado y los mediadores democráticos como son los partidos, los sindicatos y las organizaciones sociales.
Es la hora de la claridad y la defensa en torno a la democracia frente a quienes de forma directa (la extrema derecha) o indirecta (los partidos de la derecha) la están poniendo en peligro. En esta Unión Europea con un parlamento surgido de las elecciones del 9 de junio más derechizado, es importante distinguir la estructura de la coyuntura.
La estructura significa que UE es el ámbito internacional en el que más se ha fortalecido el poder político sobre una base de exigencias democráticas a los Estados que la componen. Las oligarquías tratan de evitar que el poder político incremente su ámbito territorial de soberanía. Los embates a la UE han sido desde sus propias políticas y también por el caso extremo del brexit. Las políticas austericidas han supuesto un debilitamiento de largo alcance para la UE, así como los obstáculos para avanzar en una unión política de naturaleza federal que permita un funcionamiento más democrático y, al mismo tiempo, le de solidez al euro frente al dólar.
El brexit ha formado parte de un proceso de trascendencia estratégica para la fragmentación y debilitamiento de la UE que están encabezando las extremas derechas. Tras su descredito por las consecuencias del mismo en el Reino Unido, la oligarquía y sus partidos vicarios van a tratar de implementar políticas que produzcan la desafección de la ciudadanía con el proyecto europeo con cantos de sirenas a las imposibles soberanías nacionales que en la práctica significa soberanía para las oligarquías globales.
El problema no es la UE, al contrario, aumentar la escala del poder político democrático es una de las soluciones. El problema es el apoyo que los partidos de la derecha y la ultraderecha están recibiendo en los países que forman la Unión.
Por eso, reivindicamos la construcción de una Europa política, es decir federal, social y ecológicamente viable, frente al desorden de la crisis de la globalización y el poder de las oligarquías capitalistas, como opción estratégica para la defensa de los intereses de las clases populares, de los sectores que sufren la desigualdad, de los derechos humanos y de la paz global.