Francisco Garrido. El control del acceso a la información es y ha sido uno de los problemas políticos mas relevantes, especialmente en democracia. Ya decía Kant que en “política todo lo que no es público es inmoral”. En realidad se trata de un pre-requisito de todo tipo de toma de decisiones racionales colectivas no solo en política sino también en el derecho, en economía o en ciencia. La “razón pública” es común aunque haya usos distintos.
Las luchas por la publicidad de las normas y el acceso al conocimiento viene desde Grecia y ha sufrido todo tipo de avatares y obstáculos. Pero es con la modernidad donde se consagra este principio de transparencia: el Estado de Derecho, la economía de mercado, las sistema democráticos o la ciencia, son impensable sin la condición de un acceso público y libre a la información.
Esto es así , al menos en el orden normativo, lo cual no es poco, ¿pero significa esto qué han desaparecido la opacidad en los asuntos públicos o simplemente han mutado de forma? Para responder vamos a repasar las tres formas de obstáculos a la trasparencia que hemos conocido históricamente
1. La prohibición o censura. Es la forma tradicional de control de la información por parte del poder; la negación del acceso público de forma normativa y coactiva. Aunque sigue persistiendo bajo figuras anacrónicas como los “secreto oficiales” y la actividad de los servicios de inteligencia; representa una excepción. Contra esta firma de opacidad se ha dirigido gran parte de lo esfuerzos progresistas contra la censura y el secreto.
2. El encriptamiento. El acceso a la información publica esta vedado no por la prohibición sino por la incomprensión. Los códigos en que se procesa la información son códigos cerrados que no conoce la inmensa mayoría de la población. Esta forma ha convivio a lo largo del tiempo con la censura y ha funcionado como complemento. El analfabetismo ha sido la condición más visible y común de opacidad por inaccesibilidad. El uso de lenguajes crípticos en el derecho o en ciencia, son buenos ejemplos de este tipo de censura de facto que es el encriptamiento que hoy subsiste por ejemplo en la economía con el uso desmesurado de la matematización.
3. Saturación y ruido. Pero tanto la censura como el encriptamiento son formas de opacidad en retroceso., y constituyen excepciones, por muy numerosos que lo sean, al ideal normativo dominante de la trasparencia, Por el contrario la saturación de información disponible , big data, convierte a la información en ruido. Y así pasamos de la inaccesibilidad, por censura o encriptamiento, a la insignificancia, por saturación.
A poco que observen verán que la saturación es una estrategia perfectamente compatible con la exigencia normativa moderna de trasparencia; incluso pude parecer, y asi es mostrada en muchas ocasiones, como un resultado indeseable pero inevitable, de la ausencia de censura o encriptamiento.. La puerta de la verdad ya no está ni cerrada , ni oculta; esta abierta de par en par, pero la verdad no está, ni se le espera, invisible entre trillone de datos, entre lo excesivamente visible.
Pero el efecto de la saturación va mucho más allá de la simple sustracción social de la información, como en la censura o el encriptamiento; no nos impide el acceso a la verdad sino que elimina el deseo de la verdad, La censura incita a conocer aquello que se censura ; la saturación exactamente lo contrario; destruye el deseo de saber, el sueño de todo censor .
La censura incita a la movilización política para la modificación de las normas y las instituciones que la sostienen, todavía hay hambre de verdad; pero la saturación provoca la sensación no de que la verdad este vetada, sino que sencillamente no existe. Nada de raro tiene pues que el emotivismo más irracional sea la respuesta individual ante este atracón de transparencia.
Por eso en estos momentos los peligros para el libre acceso a la información, sin olvidar a los poderosos reductos de censura y ecriptamiento que subsisten; provienen ce la saturación caótica de información disponible, que opera como una forma especialmente rígida de encriptamiento para la inmensa mayoría de la población. Ya no se trata de emanciparnos de la censura sino de construir social y políticamente código abiertos y de fácil acceso a la información que ya disponemos a partir de millones de sensores. En definitiva la batalla por el acceso público y libre a la información es hoy más un combate contra el ruido que contra la censura. Y para ello necesitamos poderosas máquinas publicas, sociales e institucionales, que sean capaz de organizar , seleccionar y traducir; los big data han llegado para quedarse.