Carmen Rodríguez Guerra | Este verano está siendo realmente dramático para las masas forestales. Arrasadas por los incendios en Andalucía, Galicia, La Gomera, Cabañero, Ciudad Real y Parques Naturales del Alto Tajo (Guadalajara). Hasta principios de agosto las hectáreas afectadas eran 132.299, el triple que el año pasado.
Esta noticia coincide con la reducción del presupuesto en materia de medio ambiente. Es más, en algunas comunidades autónomas, como en Castilla La Mancha, están presentándose Expedientes de Regulación de Empleo contra los trabajadores de extinción de incendios. Por lo que además de denunciar estos recortes ecocidas y suicidas, hay que desarrollar alternativas ecológicas que logren impulsar referentes más sostenibles que eviten la carbonización de nuestro patrimonio forestal y facilite una gestión más eficiente de la biomasa.
Una de las causas que favorece el alto riesgo de incendios depende de las características de la vegetación y por las condiciones que presentan los combustibles vegetales. Tanto la vegetación como la orografía juegan un papel importante a la hora de determinar los riesgos. En la prevención, los tratamientos selvícolas –en los que se incluyen trabajos de rozas y desbroces de matorral, limpias, claras y podas de la masa principal- implican una disminución importante de los riesgos estructurales de incendios en las masas forestales tratadas.
Para ayudar a estas labores hay que fomentar el uso de los residuos de los trabajos selvícolas de nuestros montes mediterráneos para la producción de biomasa; con ello, estaríamos evitando la propagación de incendios y, por otro lado, potenciando producción y uso de energía renovable: tan necesaria para el cambio del modelo energético actual.
La biomasa es una materia orgánica originada en un proceso biológico, espontáneo o provocado. La biomasa forestal es la procedente de prácticas silvícolas (selección de brotes y cortas sanitarias) de la que se aprovecha de los restos de madera (ramas y cortezas, raberones y tocones o raíces). Según el tamaño de la partícula de biomasa forestal, ésta puede ser a granel –entero-, pre-triturada, triturada o astillada.
La biomasa se utiliza como combustible para obtener el vapor que impulsa la turbina que genera la electricidad. Según datos de la Empresa Papelera de Huelva (ENCE), generar 1 megavatio de energía de biomasa significa la contratación de 11 empleados. 8.000 megavatios de energía renovable -equivalente al consumo eléctrico anual de unos 2.500 hogares- y la captura de 6.250 toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año.
La Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía calcula que cada megavatio de biomasa producido reduce 2.500 toneladas equivalentes de petróleo y evita la emisión de 2.700 toneladas de C02 al año. En Andalucía, el potencial de biomasa forestal es de algo más de 2 millones toneladas al año, susceptibles de aprovechamiento energético, lo que equivale a 737.832 toneladas de petróleo anuales. Otro uso de la biomasa es la transformación en pellets de madera para usarlo como calefacción, tanto a nivel comercial como doméstico.
Es decir, la biomasa es una energía limpia y renovable de la que podríamos extraer beneficios directos e indirectos y que podría ir de la mano con la gestión de prevención de incendios forestales en los montes de Andalucía. De este modo, evitaríamos la importación de petróleo, reduciríamos las emisiones de CO₂ y supondría una reducción del riesgo de incendio en un 70 por ciento, beneficiando de esta forma la adaptación de nuestra sociedad a la utilización de otros usos de energía que nos demanda la revolución energética en la que estamos inmersos y que tarda en dinamizarse.
Gracias Carmen por tus aportaciones a la hora de buscar soluciones prácticas para evitar los incendios forestales. Antes de la llegada de los combustibles fósiles (petroleo, gas, carbón) los montes estaban limpios y se obtenía un beneficio energético. Ahora este beneficio es medioambiental y paisajista y si se consigue que también sea energético sería sostenible. Sería interesante instalar pequeñas centrales de producción de energía eléctrica que se abastezcan con los residuos agrícolas y forestales, en zonas rurales para facilitar el circuito y traslado de biomasa.