Rafael Rodríguez. Desde el principio hemos afirmado en P36 que esta crisis no era una más del capitalismo y que ni siquiera era comparable con sus crisis más graves, como la del 29, sencillamente porque no es cíclica sino tendencial hacia el estancamiento del crecimiento que ha encontrado sus límites en la globalización, donde la expansión económica llega a sus máximas posibilidades.
El estiramiento forzado del crecimiento, tanto a través de la revolución tecnológica digital como por la creación de una demanda ficticia mediante la generación de “deuda social” por parte de un sector financiero “liberado” en la globalización de cualquier “atadura” a la economía real por las desregulaciones impulsadas por el eje de FED – Wall Street – la City (la Resera Federal de EE.UU y los centros financieros de Nueva York y Londres), han tenido un efecto desconocido en la historia de la humanidad: la gravísima alteración del metabolismo biofísico del planeta, que estamos sufriendo tanto en forma de cambio climático (ouputs) como por el agotamiento de los recursos básicos no renovables, y su consiguiente encarecimiento (imputs). La crisis ambiental es el factor X, el elemento desconocido en nuestra memoria colectiva que, sin embargo, determina de forma sustantiva la naturaleza de esta crisis.
En este verano del 2012 sentimos directamente los agobiantes efectos del calentamiento del planeta y sin embargo hay un empeño mediático en desconectarlo de la crisis. Es como si quisieran convencernos de que ya somos seres virtuales cuyo sustento se fabrica mediante hologramas al margen de los recursos y condiciones climáticas naturales. Este calor que nos invade en las ciudades y en los campos de Andalucía no es solo una molestia para la vida cotidiana sino el aviso de la enfermedad que padece nuestro mundo. Es la fiebre del capitalismo que nos informa de una gravísima infección y que para combatirla, ante todo, debemos darle el significado económico y social que tiene ya, aquí y ahora.
Hemos dicho que en primer lugar condiciona por completo la naturaleza de la crisis y por lo tanto sus alternativas. A principios de los años 70 del pasado siglo, desde los estados capitalistas occidentales liderados por EE.UU. se optó por el crecimiento ficticio, por una especie de economía cocainómana, frente a los avisos del fin del crecimiento y también frente a la competencia de los estados del bloque socialista. Esa gran burbuja que produjo la vía escogida entonces es la que ha estallado ahora y las que nos sitúa ante el mismo dilema del fin del crecimiento pero además agravado por una situación de crisis social, económica, política, ambiental y demográfica.
La oligarquía financiera global (los mercados) se preparan para una salida basada en la desigualdad radical ante la escasez y para que esto sea posible quieren debilitar la democracia, el poder público, la política, la inteligencia colectiva, la conexión de la sociedad con los centros de poder político, el estado social y la autonomía de las personas y de los grupos sociales. En definitiva, quieren debilitar los instrumentos de poder de la mayoría para poder imponer los privilegios de la minoría que detenta el poder económico y financiero ante una perspectiva de estancamiento global e incluso de decrecimiento.
En segundo lugar, hay que visualizar los efectos económicos palpables e inmediatos del cambio climático. Este año los incendios están asolando la península y los archipiélagos con una destrucción brutal en muchos casos de vidas humanas, vegetación y fauna; la sequía está dañando de forma irremediable las cosechas. En concreto, en Andalucía se puede reducir en un 70% la de aceituna así como perjudicar gravemente la plantación de la fresa y afectar a otros cultivos como el cereal y los cítricos, con lo que eso implica además de disminución de jornales en todas las comarcas productoras. Los acuíferos de nuestros principales parques naturales están en situación extrema y han hecho saltar todas las alarmas sobre todo en Doñana y Cazorla.
Pero la relación directa entre calentamiento climático y alteración de los océanos (en sólo cuatro días el deshielo en Groenlandia a afectado al 97% de la capa superficial con desprendimientos de iceberg gigantes), la agudización de las sequías (sobre todo en EE.UU. Rusia y el Sahel) o las grandes inundaciones (con efectos devastadores en Asia), va a provocar un incremento generalizado del precio de recursos básicos, como los cereales con la consiguiente subida de los alimentos (el pan, el arroz o el maíz) y la hambruna en los estados mas pobres del planeta, lo que, a su vez, originará crisis humanitarias, migraciones masivas de carácter ambiental – económico, tensiones sociales y penetración de ideologías mesiánicas ya sea disfrazadas de creencias religiosas o políticas.
Así, mientras que estamos centrados en los aspectos financieros de la crisis no quieren que veamos la perspectiva de agravamiento progresivo del factor que es el más inamovible de todos y el que condiciona por completo la propia salida de la crisis. Frente a la alternativa de crecimiento sólo para unos pocos hay que ir asumiendo que la alternativa para la mayoría de la población solo puede ser la de la “igualdad sin crecimiento” y que tenemos que sustituir los modelos de felicidad basados en el tener individual por modelos de felicidad basados en lo que colectivamente somos, descontaminando la sociedad de la mercantilización de nuestros valores de uso, tanto individuales como relacionales o colectivos.
En definitiva los que proponemos pasa al menos por los siguientes ejes que se auto potencian:
a) Dotar de perspectiva a nuestra lectura de la realidad política, huyendo de la racionalidad analógica (comparación con experiencias pasadas) porque esta crisis no es comparable con ninguna anterior.
b) Compartir un proyecto político con perspectiva global que le de sentido y significado a cualquier acción ya sea desde la calle o desde los gobiernos.
c) Impulsar centros de poder políticos públicos y democráticos que puedan oponerse al poder efectivo de los mercados financieros globalizados y a su moneda ancla, el dólar, como la lucha por la democratización y fortalecimiento de la Unión Europea y de la zona euro en particular.
d) Construir alianzas territoriales y políticas contra los partidos de la derecha que son correa de transmisión de los intereses de los mercados.
e) Renovar la izquierda superando contradicciones aparentes como tener perspectiva política y alcanzar hegemonía social y electoral; luchar por las necesidades más urgentes y por el medio y el largo plazo; por intereses locales y globales; y, al mismo tiempo, introducir en la teoría y en la práctica los tres grandes factores que el poder quiere invisibilizar: el conflicto social de intereses antagónicos, los límites biofísicos del planeta y la pluralidad cultural que genera unidades sociales que deben proyectarse en unidades políticas diferenciadas.
f) Impulsar economías alternativas que vayan demostrando que es posible otro modo de producción y de consumo y en los que se anticipen nuevos valores para un decrecimiento en igualdad.