Los niveles de concentración de CO2 (Dióxido de carbono, principal gas responsable del “efecto invernadero”) en la atmosfera han superado la 400 partes por millón (ppm) en esos días, el nivel mas alto que se conoce desde hace 3 millones de años. El traspaso de esta barrera simbólica y física indica como a pesar de la crisis económica y de las mejoras tecnológicas en la eficiencia energética, seguimos caminando con paso seguro hacia la colapso y la catástrofe.
Andamos por aquí sin embargo discutiendo sobre modelos de democracia o sobre si hay o no que aplicar políticas contracíclicas de expansión de la demanda contra la recesión, mientras las bases materiales (que son las únicas bases que existen) de nuestra forma de vida en la tierra se van desmoronando a un ritmo y velocidad desconocida en la historia evolutiva del planeta. Indignados y neokeysenianos piensan y actúan como si la crisis ecológica no fuera real o aún pero como si fuera un problema adicional a resolver. Estos datos sobre el dióxido de carbono nos muestran que no es un problema sino el problema número uno de la humanidad. Si el clima cambia drásticamente, si la pérdida de biodiversidad continua, si la fertilidad de la tierra disminuye, si los metales se agotan y los combustibles fósiles también, si la erosión avanza, si la contaminación sigue haciendo estragos; ¿de qué servirá cualquier cambio en la política económica o institucional que ignore este hecho?. Rememorando el tono del famoso dicho paulino: ¡Si no resolvemos la crisis ecológica vana es nuestra lucha¡.
Por supuesto que los cambios democráticos y económicos son fundamentales pero sólo pueden ser exitosos sin van dirigidos a resolver la crisis ambiental. Sabemos por la ecología política que la crisis social, económica y política está directamente emparentada con la crisis ecológica. Sabemos también que sólo con más y mejor democracia y con mucha más igualdad y menos pobreza, desigualdad y exclusión será posible articular el fabuloso movimiento civilizatorio que requiere la lucha contra el cambio climático y la agonía de la biosfera.
La recesión y la crisis económica han arrastrado la débil conciencia ambiental existente. El cambio climático ha desaparecido de las agendas políticas occidentales. La cuestión ecológica en general ha sido aplazada para cuando vuelvan otra vez los buenos tiempos del crecimiento. Esto demuestra que a nuestra conciencia ecológica le ocurría lo mismo que a los obesos mórbidos: desean seguir consumiendo pero sin engordar, peligrosa ilusión, la “ilusión ambiental” La ecología política ya predijo algo que gran parte del ambientalismo no quiso ver por su apoliticismo estúpido; las catástrofes ecológicas se expresaran tempranamente como catástrofes sociales. Ya lo estamos viendo y sintiendo pero gran parte de las fuerzas progresistas siguen en su ceguera idealista pensando que todo es exclusivamente un problema de diseño y reparto. Mal asunto, muy mal asunto. Mao Tse-Tung les decía a sus soldados durante la larga marcha que en la punta del fusil debían tener siempre la política. Ahora en la punta de los fusiles de la indignación y la rebelión debemos tener siempre la ecología. Si no… 400 ppm y creciendo.