La manifestación de los empleados públicos de la Junta de Andalucía celebrada el pasado sábado 22 de enero desde el Palacio de San Telmo hasta el Parlamento ha vuelto a sorprender al Gobierno andaluz por la masiva participación ya que ha logrado convocar, superando la anterior del 13 de noviembre, a más 40.000 personas que marcharon durante cerca de tres horas en su largo recorrido de varios kilómetros. La manifestación ha coincidido con la celebración de la Convención nacional del Partido Popular en Sevilla, por lo que parece interesante reflexionar sobre el significado relacional de ambos actos.
Tanto la manifestación como la Convención tienen en común el señalamiento del Partido Socialista como causante directo de la crisis diferencial española o de la disparatada reforma de la Función Pública andaluza. Pero tienen una gran diferencia: mientras que el Partido Popular atacaba al Estado de las Autonomías y aplaudía las recetas liberales que tienen como núcleo las privatizaciones de los servicios públicos, los manifestantes reivindicaban precisamente la defensa de la Administración Autonómica y de los servicios públicos. (Curiosamente tanto el partido Popular como el PSOE intentaron que se cambiara la fecha de la manifestación, el primero para que no le restase protagonismo político a su Convención; el segundo para evitar la concentración de hostilidades.)
Sin embargo, el enfado con la política que ha ejecutado el Partido Socialista en Andalucía es tan grande que si no surge con la suficiente fuerza una alternativa electoral progresista me temo que en muchos electores pueda más el rechazo al PSOE que la razón que dice que votar al PP es elegir exactamente lo contrario por lo que luchamos, a pesar de que la mayoría de los asistentes pertenece a un espectro político situado en el centro izquierda.
En Andalucía, a pesar del férreo control que el bipartidismo tiene sobre los medios de comunicación, contamos con una ventaja: pertenecemos a una cultura cooperativa conservada dentro de nuestra memoria colectiva que ha sido tallada durante siglos de resistencia. Por eso precisamente ayer, los manifestantes le cantaron el himno andaluz al Parlamento de Andalucía: sabemos que usando nuestros símbolos políticos podemos encontrar una salida ante esta pinza que nos atenaza: un mal pasado llamado PSOE andaluz y un amenazante futuro dominado por la derecha centralista y privatizadora al servicio de los poderosos.
En primer lugar debemos ser ambiciosos, la sociedad andaluza está despertando y puede romper con la lógica del bipartidismo propiciando un voto en libertad, sin el chantaje del miedo a que viene el PP o el PSOE porque no hay un voto más perjudicial para Andalucía que el voto a cualquiera de ellos. En segundo lugar, hay que hacer visible y creíble la alternativa para que Andalucía tenga fuerza propia, lo que es imprescindible para que el pueblo andaluz pueda encontrar una salida en estas circunstancias pero también para que el Estado español logre avanzar en el equilibrio federal frente a los retrocesos que quieren imponer tanto el neocentralismo españolista o como las burguesías vasca y catalana, que lejos de ser antitéticos son proyectos muy complementarios.