Empieza 2010 y estrenamos presidencia y tratado. Tras las elecciones de 2009 el mapa político e institucional europeo ha cambiado enormemente. Pero no siempre dichos cambios van en la dirección correcta, al menos para quienes creemos en Europa como reto, como oportunidad y como creadora de soluciones. El Tratado de Lisboa supone un paso adelante en la reforma institucional, pero un nuevo fracaso de la lógica excesivamente intergubernamental que hace tan difícil el progreso de Europa. Por ello, la presidencia española del Consejo de la UE debería permitir avanzar en dos objetivos diferentes pero íntimamente relacionados: primero, establecer medidas que nos permitan salir de la crisis y reorientar el modelo económico de la UE; segundo, reorientar la UE en un sentido más social, ecológico y democrático, aprovechando aquellos elementos de claro avance que incorpora el Tratado de Lisboa, aunque siendo conscientes de que debemos ir mucho más allá.
Vamos por partes. En primer lugar, preocupa constatar que en el programa de la presidencia española, las intenciones sobre los planes de estímulo son inciertas, y las menciones sobre el gobierno económico de la Unión, muy marginales. El principal objetivo de la presidencia rotatoria española debe ser definir cómo, y con qué instrumentos, debemos combatir la crisis en sus múltiples dimensiones, y especialmente afrontar la lucha contra el paro. Ello requiere ir a la raíz del problema, atacando las causas de la hasta ahora equivocada e ineficiente política económica europea.
Para ello, la primera tarea de la presidencia debería ser liderar, y ganar, el debate sobre los planes de estímulo. Son muchas las voces que apuestan por una retirada prematura de dichos planes. Ello sería un grave error. El margen de endeudamiento de los Estados todavía es elevado, especialmente en países como España, y por tanto los planes de estímulo son absolutamente viables, especialmente en un momento en que los síntomas de la recuperación son débiles o inexistentes, y donde los niveles de paro siguen siendo muy elevados.
En segundo lugar, hace falta que la presidencia lidere el debate para repensar el modelo de gobierno económico de la UE. Europa no puede continuar con una moneda única y 27 políticas fiscales coordinadas por un pacto de estabilidad que en tiempo de crisis se ha mostrado inútil. Es preciso avanzar hacia una Hacienda comunitaria, dotando a la UE de capacidad de gasto e intervención. Esto es especialmente necesario para los países de la periferia de la zona euro, como España, los más afectados por la crisis.
El tercer frente son las políticas de combate contra la evasión fiscal y los paraísos fiscales. En un momento en que las cuentas públicas soportan una presión altísima debido a los planes de estímulo y a la protección social, la UE debe priorizar la recuperación de los fondos que hayan sido evadidos de Hacienda. Las medidas acordadas en el marco de la OCDE en materia de intercambio de información son insuficientes. Y la UE tiene una especial responsabilidad puesto que la mayoría de los paraísos fiscales se encuentran en suelo europeo. En este campo, además, es preciso apostar por una verdadera fiscalidad verde basada en el simple pero fundamental principio del «quien contamina debe pagar». Sólo así se desincentivará la inversión en políticas contaminantes y se potenciarán las limpias.
Por último, el presidente Zapatero habla siempre de la necesidad de reducir la dependencia energética, lo que efectivamente es importante, pero mucho más lo es apostar por el ahorro energético, y ahí el programa de la presidencia enmudece.
La Unión Europea fracasó estrepitosamente en Copenhague, en la Cumbre del Clima, entre otras cosas por no hacer caso de los científicos que reclaman que los compromisos de reducción de emisiones no sean del 20%, sino, como mínimo, del 30% en 2020. Además, aunque la presidencia apuesta por potenciar el coche eléctrico, lo que está bien, se olvida sin embargo de que lo que de verdad nos falta en Europa es una red de transporte ferroviario eficaz y eficiente. Ello es fundamental para reconducir el crecimiento y los modos de producción y transporte.
La economía española y la del conjunto de la UE necesitan no sólo un relanzamiento, sino una reorientación profunda. La recuperación debe basarse en sectores respetuosos con el medio ambiente, que reduzcan nuestra dependencia de las energías sucias y no renovables y permitan adelantar hacia una economía descarbonizada, y fomentando sectores de alto valor añadido y con ocupación de calidad.
Para ello es preciso revisar la fatídica Estrategia de Lisboa, que se ha acabado convirtiendo en un instrumento para continuar liberalizando el mercado de trabajo, y apostar por un Gran Pacto Social Europeo que incluya, por supuesto, a los sectores sociales y ecologistas europeos, al estilo de la Grenelle de l’Environment, en Francia.
Los partidos verdes europeos estamos listos y dispuestos, como se ha puesto de manifiesto en el encuentro que estos días hemos tenido en Madrid. Pero, ¿lo está usted, señor presidente?
Daniel Cohn-Bendit es eurodiputado y copresidente de los Verdes en el Parlamento Europeo. Firma también este texto Raül Romeva, eurodiputado de ICV y vicepresidente de Verdes / ALE en el Parlamento Europeo.