Víctor Muñoz | Estimado amigo, he de confesarle que me alegró usted la mañana del pasado jueves 17 con su artículo publicado en el Diario de Cádiz (“El Modelo Polvorón”). Y es que hay que reconocer que eso de “Modelo Polvorón” es todo un hallazgo. Tiene su gracia, oiga. Y su miga. Muy saboría será la persona que al escuchar esa expresión no esboce siquiera una tímida sonrisa. Pero ándese con cuidado. Le advierto de que, a poco que el sintagma se repita en algunos diarios de tirada nacional, la cosa queda. Yo ya lo veo como uno de esos entrecomillados que sirven para definir un acontecimiento histórico, un movimiento sociocultural o una generación de futbolistas: “el pacto del capó”, “La Movida madrileña” o “La Quinta del Buitre”. ¡La hostia!, o sea.
Hace un año, cuando no teníamos gobierno, en aquel ínterin entre unas elecciones generales y otras, los grandes gerifaltes de la Patria y sus voceros paniaguados más ilustres -entre los que la chorrez indamarhuendista se lleva la palma- nos torturaban día sí y día también con la necesidad de alcanzar un gran acuerdo nacional entre PP y PSOE que permitiera desbloquear la situación. Por el bien de España, evidentemente. Por su estabilidad, su prosperidad y su ya tal. Pero la cosa no funcionó (de entrada), y no por la cerrazón de Pedro Sánchez -que habrá aumentado, ahora que ha vuelto plurinacional y archirrebelde, como un Largo Caballero de Tetuán, aunque no sabemos si con más o con menos flow– sino por la ausencia de un término o de un concepto que permitiera cristalizar la jugada. Ahí entra usted. Yo creo que “Modelo Polvorón” hubiera servido, porque es perfecto. Clavao. Redondo como un rosco de vino. Imagínese a Rajoy -seguro que ya lo ha hecho- desde la tribuna de oradores pontificando sobre la necesidad de confluir en el “Modelo Polvorón”. O a Antonio Caño titulando así uno de sus editoriales de El País. O a la mismísima Merkel reivindicando que el “Modelo Polvorón” ya lo inventaron ellos, cuando lo del pacto entre la CDU y el SPD. Incluso estoy convencido, fíjese, de que Francis Fukuyama lo hubiera utilizado como subtítulo para su famoso artículo. “El fin de la Historia o el Modelo Polvorón”. Mucho más posmoderno así, ¿que no?
Lamenta usted que en Cádiz, contrariamente a lo que ha ocurrido en mi pueblo, no se alcance el “Modelo Polvorón”, porque eso serviría para despachar a su alcalde, con el que sospecho que no se tomaría ni unos simples chicharrones. Y la culpa de la ausencia de ese gran acuerdo redentor se la atribuye usted al PSOE, al que acusa de acomplejado y de estar lleno de odio, como un Caín de la bahía. Desconozco la política local de esa bella ciudad, a la que solo voy para beber cerveza y comprar libros en La clandestina -disculpe que no me apunte a lo del besamanos- pero intuyo que los motivos del PSOE para no recolocar a Teófila en la poltrona son otros muy distintos. Que Cádiz haya sido durante décadas una de las provincias con más paro de España a lo mejor tiene algo que ver. Es solo un poner. Pero qué importancia tiene eso frente a lo verdaderamente importante: que persevere el régimen del 78, que continúe la cultura transicional del Consenso (del consenso entre las élites, claro), que permanezca el turnismo en una versión 2.0 aunque para eso haya que quitarse ya al fin la máscara. Que no se acabe la fiesta, vamos. ¡Más madera!
Pero no desfallezca. Nadie dijo que fuera fácil. Usted hágase oír. Difunda el concepto por doquier. Ya le digo que es bueno. Quién sabe si acabará calando y el Modelo Polvorón termina por implantarse también en Cádiz, Madrid, Barcelona, La Coruña, etc. Total, ¿no existe ya en el Congreso de los Diputados? Cuando el Modelo Polvorón sea una realidad en todo el ámbito municipal, ya no presumiré únicamente de que mi pueblo sea un buen exportador de aceite y mantecados. A partir de ese momento los estepeños de pro llevaremos a gala haber exportado también un nuevo modelo de organización política.
Víctor Muñoz es profesor de Lengua y Literatura.
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