Unas declaración unilateral de independencia del parlamento catalán carece de legitimidad en cualquiera de las dos versiones que de ésta podamos dar. Hay una versión positivista dura que equipara legitimidad y principio de legalidad; según esta versión la legalidad constitucional y estatuaria no permite tal declaración porque el parlamento catalán carece de competencia para la misma. Una segunda versión, positivista blanda, remite la legitimada política al principio democrático que está asociado al ejercicio de sufragio universal (o sea los votos), en las ultimas elecciones hubo una mayoría absoluta contraria a la independencia.
Pues bien ni la legalidad estatuaria y constitucional, ni los mayoría electoral tampoco. Se puede pensar, yo lo pienso, que el principio democrático debe prevalecer sobre el principio de legalidad; pero lo que no vale es, usando la legitimidad del principio de legalidad en virtud del cual se alcanza la mayoría parlamentaria, desobedecer la ley apoyándose en la legitimidad del principio democrático del que se carece. Usando un símil fútbolístico, diríamos que no se puede hacer valer que los goles marcados en propio campo cuenten como si fueran marcados en el campo del rival en caso de empate.
Ahora bien los asuntos de legitimidades, que son fundamentales, no pueden ocultar la realidad política catalana: una gran mayoría social se ha expresado por el derecho a decidir, y una minoría muy amplia se ha expresado por la independencia. Y todo hace pensar que de seguir el PP en el gobierno la mayoría autodeterminacionista pasará a ser independentista. El bloqueo institucional y constitucional al derecho a decidir nos está conduciendo al peor de los escenarios posibles: un choque de trenes donde saldrá dañada la democracia, la gente, y a la larga quién más perderá será España, como le ha ocurrido en todo el siglo XIX y XX.
Los dos trenes están situados en una misma vía de legitimidad, una tercera versión, iusnaturalistra digamos, de la que no hemos hablado por anacrónica; la legitimidad de la historia (que en el fondo es la legitimidad de la sangre). Cataluña es una nación desde la noche de los tiempos y por ello tiene derecho a al independencia. España es una nación (una, grande y libre) desde Viriato y por ello es indisoluble (lo dice la constitución). Los soberanistas catalanes y los nacionalista españoles comparten una misma alergia a la democracia (lo cual implica federalismo): Un nuevo proceso constituyente es necesario aunque solo sea por el bien de España.