Pilar González | Cuidado con el desencanto, a menudo el diablo lo carga de esperanza, de coraje y de tesón. Y en un mecanismo de causa-efecto puede producir consecuencias inesperadas. Cuando se defraudan las expectativas, se desploman los avances y se acumula el cansancio, en un sistema social, como en la naturaleza, aumenta la entropía. Y la energía no utilizada busca cauce para la incertidumbre.
El comienzo del desencanto, el origen de la “cuestión catalana” en el siglo XXI, se sitúa en el recorte que el Tribunal Constitucional hace del Estatuto que había sido aprobado por el Parlamento catalán, por las Cortes generales y refrendado por la ciudadanía de Cataluña. Es el PP quien plantea el recurso ante el alto tribunal, conviene no olvidarlo. Tal vez mirando la historia reciente de Andalucía se puede comprender mejor lo que ocurre en Cataluña ¿Se imaginan que hubiera pasado con Andalucía si la derecha de entonces hubiera recurrido el resultado del referéndum del 28 F (al que se oponía) bloqueando nuestro acceso a la autonomía? ¿Se imaginan la magnitud de la frustración? ¿se habrían quedado los andaluces en las lágrimas del 28F, sin hacer nada y dejando pasar una oportunidad histórica?
Después del recorte del Estatuto, la sociedad catalana, culta y organizada, bulle en el marco de la gran crisis, sufre los recortes sociales, el paro, el cierre de empresas, la pobreza derivada de la pérdida de valor del trabajo, busca caminos y se plantea cuestiones relativas a su encaje en el conjunto del estado. Desde entonces, en la conmemoración de la Díada (el momento más simbólico) venimos observando como el movimiento social de las y los catalanes desborda pacíficamente los encorsetados canales institucionales y va más allá.
¿Recuerdan las manifestaciones del 4 de diciembre del 77 y del 78 en Andalucía? Fueron tan masivas como la cadena humana de la Vía catalana del 2013. En ellas se mezclaba la lucha secular contra la injusticia (analfabetismo, paro, emigración, pobreza) que padecía Andalucía, con la intuición mayoritaria de una identidad propia, un sentido de pertenencia y de dignidad. Esa mezcla fue la clave. La reivindicación social e identitaria se hizo política y encontró el cauce y el objetivo: el artículo 151 de la Constitución.
Hay que tomarlo en serio. Sobre Cataluña hay mucho que escuchar, mucho que reflexionar y mucho que decir. Y habrá más. No parece flor de un día y es algo más complejo que la posición de un partido político. Inicialmente parecía una cuestión de índole económica (supersimplificación tópica), envuelta en lo simbólico/político (el derecho a decidir) que se resolvería en una tensión gradual para negociar una financiación privilegiada para la Generalitat, al estilo del cupo vasco. La iniciativa política la llevaba CiU, la derecha se oponía, el PSC no sabía a cual de sus almas atenerse, la izquierda catalana apoyaba. En el otro lado, el gobierno central empezó esperando que escampara para anunciar después su negativa, el PSOE titubea con el federalismo y la izquierda duda sobre su posición. Todas jugadas tácticas.
Lo sustancial de la “cuestión catalana” es el movimiento cívico, popular y masivo, que demanda cambios políticos. Ya no es CiU. Ya no es sólo la burguesía tradicionalmente conservadora y que, tal vez, se hubiera conformado con una ventajosa negociación económica. Son cientos de miles los trabajadores, profesionales, autónomos, universitarios, desempleados, profesores, pensionistas, estudiantes… cargados de esperanza, de coraje y de tesón.
Quien se pronuncia es la ciudadanía catalana (sociedad civil, pueblo, o como queramos llamarlo). Está vertebrada y articulada y plantea una enmienda a la totalidad de la Constitución del 78. Es la ciudadanía catalana la que va por delante de sus propios partidos políticos, es la que lleva la iniciativa. Son ellos y ellas quienes con su identidad, su historia, su cultura, sus derechos y su esperanza salen pacíficamente a la calle dispuestos a alcanzar su objetivo.
Desde el centro de España no se les puede mirar con desdén. Ni desde Andalucía. Hay que tomarlos en serio.
Publicado en Cádiz Noticias
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