Manuel Ángel González Fustegueras
LA conocida como Dehesa de Tablada es un terreno generado por los aluviones de los ríos Guadalquivir y Guadaira. En base a ello, el retorno del agua en la extensión de Tablada no sería extraño. Artificial sí, pero extraño no. Eso ya estaba en los estudios que se encargaron por la Consejería de Medio Ambiente para la declaración como Parque Periurbano de la Dehesa de Tablada, y que hablaban de «Tablada como humedal». Por tanto, en eso que la especulación ha dado en llamar Tablada azul no hay ninguna novedad. Bueno, sí, hay una: que el azul es casi negro, el color del chapapote.
Es sorprendente la tozudez de algunos. Ciertamente no son muchos y tampoco, propiamente hablando, son tozudos sino tenaces, por intentar demostrar la cuadratura del círculo sobre la llanura inundable de Tablada. Y tengo para mí que todos los nuevos ¿argumentos? y ¿propuestas? no son más que una cortina de humo detrás de la cual se esconde, sencillamente, un planteamiento especulativo a costa de uno de los últimos patrimonios naturales de Sevilla. Un planteamiento que intenta salvar a toda costa los intereses de unos pocos derrochando un patrimonio de todos. Lo que casi siempre intentan los poderosos y sus adláteres.
Sobre la Dehesa de Tablada como espacio libre metropolitano se ha dicho casi todo, por activa y por pasiva. Se han aducido razonamientos técnicos sobre su inundabilidad, razonamientos ecológicos y medioambientales, razonamientos urbanísticos de oportunidad para la ciudad, razonamientos de cara al entendimiento del Área Metropolitana de Sevilla, razonamientos extraídos de la participación pública ciudadana que de forma mayoritaria se han decantado por la Tablada Verde…, pero todo parece inútil. Aquí, emulando la frase del célebre senador romano cuando cada día iniciaba su discurso con su famosa Carthago delenda est (Cartago debe ser destruida), aquí también siempre hay voces que insisten en que Tablada delenda est o, en este caso lo que es lo mismo, Tablada debe ser construida.
Yo no soy adivino y no puedo, por tanto, predecir el futuro. No sé si, a pesar de la voluntad expresada reiteradamente, por lo menos hasta ahora, por el gobierno municipal de Sevilla (al que por cierto esta apuesta le supuso un buen puñado de votos); a pesar de lo que determinó finalmente el nuevo Plan General de Sevilla; a pesar de lo que determina el recién aprobado, por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla; y a pesar de lo que clamorosamente pide y exige la ciudadanía, no sé qué acabará pasando con la llanura inundable de Tablada.
No lo sé. Lo único cierto, a mi juicio, es que si Sevilla consiente la construcción sobre la Dehesa de Tablada será un nuevo atentado contra el patrimonio natural de la ciudad. Un atentado irreversible como lo fue, por desgracia, el del Prestige. Hay quienes se empeñan en traer el chapapote hasta Tablada.
Publicado en Diario de Sevilla 09-10-09