Xulio Rius.Cada marzo, el macroparlamento chino se reúne en pleno durante dos semanas al año. Con casi tres mil diputados, en esta ocasión, la principal novedad radica en el inicio de una nueva legislatura que coincide igualmente con el relevo en la presidencia de las principales instituciones del Estado, a resultas del nuevo liderazgo elegido en el XVIII congreso del Partido Comunista de China (PCCh) celebrado en noviembre último.
Complementariamente, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino se reúne igualmente como un foro de discusión entre el PCCh, los demás partidos legales y personalidades de diferentes ámbitos sociales.
El interés de estos macroencuentros radica esencialmente en que ofrece una radiografía bastante exhaustiva y completa del conjunto de problemas que afrontan los dirigentes chinos y nos da el tono del rumbo que puede seguir el país en los próximos meses.
Con el congreso del Partido tan próximo en el tiempo y habida cuenta de la dimensión instrumental de las instituciones del Estado, llegó el momento de socializar las consignas emanadas de aquel cónclave.
La combinación de brainstorming a la china y la ausencia de autonomía efectiva de la Asamblea Popular Nacional dejan poco espacio a las sorpresas y a los grandes anuncios.
Se sabe desde hace meses que el corazón de los debates debe centrarse en la reorganización de las funciones y órganos de gobierno. Y el guión se cumple a rajatabla.
Pero los nuevos dirigentes también aprovechan esta tribuna para enviar sus mensajes a la sociedad: más control y limitación del poder para evitar los abusos, mejora del medio ambiente, reforma gradual del hukou o permiso de residencia, invariabilidad sustancial de la política del hijo único, impulso a la innovación… Y también al exterior: reforma política sin evolucionar hacia un modelo occidental, reducción nominal de gastos en defensa, insistencia en el desarrollo pacífico, reforma de los campos de trabajo forzoso…
La clave central del debate político que vive China en la actualidad pasa por la exigencia de una acción decidida contra las desigualdades sociales. En las asambleas se ha enfatizado la importancia de equiparar eficiencia y justicia.
No es algo nuevo. Ya Hu Jintao, que ahora cederá la presidencia del Estado a favor de Xi Jinping, habló en los últimos años de “sociedad armoniosa”. Pero las desigualdades no se han mitigado.
La ciudadanía espera de los nuevos dirigentes un compromiso decidido en este campo que vaya más allá de la necesidad de aumentar la liquidez de la población para que se sumen a la sociedad de consumo y así ayuden a la economía nacional en trance por la reducción de las exportaciones como consecuencia de la crisis económica internacional.
En el informe de la acción de gobierno presentado por Wen Jiabao destacó la apuesta por la continuidad esencial de las políticas diseñadas en los últimos años y que han supuesto un punto de inflexión en el modelo de desarrollo tradicional.
A mayores, Wen defendió las políticas de fomento de la inversión pública y anunció un aumento del déficit en 400.000 millones de yuanes, que serán destinados en gran parte a robustecer el gasto social y a ampliar los niveles de bienestar en rubros esenciales como las pensiones, el empleo, los servicios médicos o la asistencia a los ancianos.
Diferentes lecturas
Para seguir creciendo, China apuesta por la senda contraria de los países desarrollados. Las posiciones de partida pueden ser diferentes, pero la lectura política de estas decisiones es contundente.
Dejando a un lado consideraciones de otra naturaleza relacionadas con las deficiencias de su sistema político, mientras en Europa se opta por adelgazar el Estado hasta dejarlo a los pies de los mercados y recortar derechos elementales de los ciudadanos, en China, el Estado, al tiempo que fomenta el desarrollo del sector privado, preserva el control de los resortes básicos de la economía, incluida la financiera, y los ciudadanos, poco a poco, verán mejoradas sus condiciones de vida y sus derechos.
Mientras en Europa el bienestar se nos antoja como insostenible, en China se ha convertido en requisito indispensable de la sostenibilidad de su modelo de desarrollo. (*) Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China y autor de “China pide paso. De Hu Jintao a Xi Jinping” (Icaria editorial).