Intelectuales abogan por otorgar el Príncipe de Asturias a los moriscos expulsados
MANUEL J. ALBERT – Córdoba – 09/04/2010
Cuando hace dos décadas se le otorgó el premio Príncipe de Asturias de la Concordia al pueblo sefardí, España se ponía frente a uno de sus espejos históricos más tristes: el de la expulsión de los judíos, dictada por los Reyes Católicos en 1492. Que el Estado y la Corona reconociesen en 1990 la inmensa tragedia que supuso este hecho sirvió para recordársela a los ciudadanos y empezar a curar unas heridas que, de tanto tiempo abiertas, casi se habían olvidado. Lo mismo ocurrió con los moriscos, musulmanes españoles -o descendientes de musulmanes convertidos al cristianismo- un siglo después. En 1609, Felipe III daba la orden de expulsión de este pueblo. Algunos calculan que unas 300.000 personas se vieron obligadas a abandonar su patria. Pero otras muchas consiguieron quedarse e integrarse, tratando de olvidar su pasado.
Un grupo de intelectuales presentó ayer en Córdoba su idea para que el pueblo morisco sea también candidato a recibir el Príncipe de Asturias de la Concordia. El nobel portugués José Saramago, el escritor libanés Amin Maalouf, los filósofos Sami Naïr y Reyes Mate, el novelista Juan Goytisolo y el catedrático emérito de la Universidad de Harvard Francisco Márquez Villanueva son sólo algunos de los 1.600 intelectuales que se han adherido a esta iniciativa. Pero la idea nació de la voluntad de un grupo de amigos, entre los que están Antonio Manuel Rodríguez Ramos, Manuel Pimentel, Mansur Escudero, Sebastián de la Obra y Juan José Tamayo. Todos ellos son conocedores del mundo islámico y de la riqueza que ha aportado a la historia española.
«Nuestro objetivo es reconstruir la memoria colectiva hispana. Es cierto que no es más que un gesto simbólico, pero muy importante. Y más aún si éste viene del propio Estado y de la Corona», comenta Rodríguez Ramos. El escritor y jurista subraya también el hecho de que se trata de una iniciativa «ciudadana, laica, independiente y plural. Respaldada por gentes de todas las creencias, ideologías y culturas. Por ateos, agnósticos, judíos, católicos y musulmanes».
Muchos, entre ellos el propio Rodríguez Ramos, resaltan que hablar de los moriscos en términos de pasado es un error, ya que muchos de ellos se quedaron y dieron forma a la idiosincrasia propia andaluza y española. De la misma opinión es el editor Manuel Pimentel, que como Rodríguez Ramos es patrono de la Fundación Blas Infante. «Hemos entendido el pasado de Al Ándalus como algo ajeno, cuando debemos integrarlo con naturalidad. Los moriscos dejaron una honda huella en la cultura española, como en la literatura de los siglos XVI y XVII, realizada mucha por conversos», explica Pimentel
La realidad sefardí sigue muy presente hoy en día al hablar de los moriscos. Y, de hecho, la presentación de la candidatura se celebró ayer en la Casa Sefarad. Su director, Sebastián de la Obra, señala que «sefardíes y moriscos compartieron la discriminación, la diáspora y el desarraigo allí donde se establecieron tras partir de España. Pero también comparten un paradigma: el de la resistencia y la pervivencia». «Por eso», continúa, «es vital que los españoles recuperen su memoria, porque los sefardíes y los moriscos somos nosotros». En este sentido, el presidente de la Junta Islámica española, Mansur Escudero, afirma que el premio «serviría para recuperar una identidad sin revanchas, reforzando la reconciliación y el perdón mutuo».
El teólogo Juan José Tamayo elogia que Córdoba haya sido la ciudad elegida para dar a conocer la iniciativa: «Córdoba es un paradigma del diálogo interreligioso, sin idealizarlo, porque también hubo choques. Pero la experiencia religiosa fue aquí más abierta».
Tanto hablar de concordia, de expulsión, de denominación, a mi se me encoge el alma. ¿ Que voy a esperar de un reino, de una dictadura y de una democracia? Cuasi lo mismo. Después del acto, taparlo con títulos, nombres rimbombantes y que los andaluces caigan una vez más en el olvido.
Antes fenicios, romanos, cristianos, musulmanes, moriscos y después y ahora emigrantes, esparcidos por el mundo a base de hambre y miseria.
Me parece bién que exista concordia, solidaridad, respeto, es excelente, pero siempre y cuando sea cierta, real y esto no es posible que venga de la mano de un reinado caduco y obsoleto en el siglo XXI.
O sea que vamos a tener que esperar otros siglos para que reconozcan la villanía cometida contra los andaluces; obligándolos mediante el hambre a emigrar a otros territorios y asi llenar las panzas de las burguesías y quedarnos callaitos y dóciles ante semejante barbaridad cometida.
Firmad intelectuales esta barbaridad cometida hace siglos y cubrirnos de paja,letras y olvido, para que sigan hacia adelante los reinos, las dictaduras, las democracias con su gran cometido, llenándose la panza con nuestro esfuerzo de cada día y hoy paz y mañana gloria para las arcas de los asesinos de los andaluces, porque para nosotros seguirá la vida como siempre, agarraos a la mancera y haciendo surcos para ganarnos las migajas que nos quieran dar.
Vosotros mientras teorizar sobre nuestra catástrofe, la de antes y la de ahora. Juntad las letras, el intelecto y el abuso y publicad en los libros que fuimos unos pobres exiliados y que debe existir el perdón, la concordia y la paz.
Pero no puedo olvidar a mis hermanos asesinados, expulsados, torturados, perseguidos, por un reino que ahora me concede un premio por sufrir.
A todos gracias por vuestra sensibilidad hacia los andaluces de siempre.
Estoy totalmente de acuerdo en la propuesta, creo que es un gesto que no por simbolico deja de ser más necesario. España debe reconocer en el pueblo morisco, hispano musulmanes expulsados de su propia tierra por la intolerancia de una sociedad impregnada de un catolicismo excluyente, a una parte de su propia identidad cultural forjada por las sucesivas experiencias culturales, politicas y socio religiosas a las que la peninsula iberica fue sucesivamente incorporada en su avatar historico de siglos. Todavia hoy, como por ejemplo en las tierras valencianas, forma parte de su acervo cultural en muchas de sus costumbres e idumentarias tipicas -el traje llamado de saragüells, por ejemplo-.