Raúl Solís | El debate político gira en torno al déficit, a la deuda, a las livianas condiciones de un futuro rescate que negocia en secreto el Gobierno español. Nos han convencido de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, como correctivo, están devaluándonos el bienestar para que seamos competitivos con la desigualdad de las economías emergentes de Brasil, China, India o Rusia.
Para salir de la crisis, es imprescindible que funcione la lobotomía a la que los poderes económicos y mediáticos nos están sometiendo. Nos han convencido de que las deudas de las comunidades autónomas hacen insostenible el modelo autonómico. El lavado de cerebro es el causante de que no haya ilustre intelectual español que no considere que de la crisis únicamente saldremos con menos políticos, menos funcionarios, menos coches oficiales, sueldos más bajos y una red de servicios de públicos devaluada.
Es tal el grado de inteligencia con el que se ha tramado una conspiración para hacernos gilipollas que existen partidos políticos que han hecho de las mentiras, expandidas por la conspiración, su modelo productivo alternativo para explicar la crisis y sacarnos de ella. No hay día en el que no circule por las redes sociales un vídeo o un artículo que diga algo así como “Fulanito se vuelve loco en el Congreso y dice verdades como puños”, “El artículo que los políticos no quieren que leas” o “De la crisis sólo saldremos sin políticos”, etc.
El objetivo de esta conspiración tan bien planificada para convertirnos en gilipollas es que no sepamos que la crisis se llama capitalismo financiero, y que no ha sido causada por los coches oficiales, la sanidad o educación públicas, las comunidades autónomas, el déficit, la deuda pública o los sueldos de los políticos.
Los conspiradores contra la inteligencia colectiva de la ciudadanía han conseguido que no sepamos que en 2007, antes de empezar la crisis, la deuda pública española era del 36 por ciento sobre el PIB y que las cuentas públicas gozaban de un superávit del 1,9 por ciento. Los conspiradores tampoco quieren que sepamos que, en 2011, la deuda pública española era menor que las deudas públicas de Alemania, Reino Unido o Francia o que la deuda pública de las comunidades autónomas es sólo del 13 por ciento del PIB español frente al 70 por ciento de la deuda del Estado central.
A los urdidores de la conspiración, no les tiene cuenta que centremos el debate en el descenso de estudiantes universitarios, por no haber podido hacer frente a una subida desalmada y darwinista de las tasas universitarias. Tampoco están dispuestos a que hablemos de los cerca de dos millones de niños españoles que viven en niveles de pobreza por encima de lo social y políticamente permitido.
Quienes administran los hilos de la información y el poder económico no quieren que la ciudadanía sepa que cada españolito de a pie ha donado solidariamente algo más de 3.500 euros para salvar entidades financieras que están convirtiendo su deuda privada en una deuda pública que pagaremos con derechos sociales, dignidad, sufrimiento social, desahucios o paro famélico. Ni más ni menos que están consiguiendo el objetivo de la conspiración: hacernos gilipollas competitivos con economías emergentes donde la desigualdad social cotice al alza en Wall Street.
La trama conspirativa silencia que el dinero utilizado para rescatar entidades bancarias es el doble de lo que el Estado gasta en un año en prestaciones por desempleo y que con ese dinero, en forma de “cómodas líneas de crédito”, se podrían construir 40.000 escuelas para explicar quiénes están siendo los grandes beneficiados de esta conspiración que pretende convertirnos en gilipollas irrescatables.
Mientras nos convierten en gilipollas, a golpe de titular interesado, 500 familias son desahuciadas diariamente, el 17 por ciento de españoles necesita asistencia social o las entidades que parieron la crisis económica –como Goldman Sachs o Citigroup- anuncian jugosas ganancias obtenidas en el último trimestre.
La hollywoodiense conspiración para hacernos gilipollas está tan bien guionizada que, quienes están a punto de regalar la soberanía popular del pueblo español, a través de una generosa “línea de crédito preventiva”, aparecen en los medios de comunicación como los garantes y defensores de la indisoluble unidad española.
No poddría estar más de acuerdo. El despilfarro en la privada (grandes compañías) está pagándose con la defenestración de lo público y la desaparición no sólo de puestos de trabajo, sino también de pequeñas empresas que daban trabajo y que eran, en realidad, las que de verdad contribuían a la economía (porque son las que llevaban las cuentas y el pago de impuestos de manera cohrente). Y las SICAV siguen permitiendo el escaqueo de pasta a los ricos, antiguos directivos de los causantes de la crisis (Goldman Sachs, Standard and Poors, etc) están gobernando países, dirigiendo el BCE y ordenando que se cumplan una serie de órdenes económicas que sólo cumpliría un masoquista o un gilipollas. De qué clase es el partido político que nos gobierna?