“Estamos contra la derecha y para cambiar la izquierda” Esa fue la frase que pronunció el histórico lider ecologista Daniel Cohn-Bendit ayer en la presentación en sociedad de Equo, el partido verde que pretende convertirse en el referente electoral de una nueva izquierda.
En un ambiente de esperanza ante la aparición de un nuevo proyecto ilusionante, en una sala a rebosar, tomaron la palabra la presidenta de Equo, Reyes Montiel; el eurodiputado Daniel Cohn-Bendit; la copresidenta del Partido Verde Europeo, Mónica Frassoni, y el promotor de Equo, Juan López de Uralde.
Uralde manifestó que la izquierda tradicional sigue sin entender que el desarrollismo y el afán de crecimiento no son la solución ante una crisis provocada precisamente porque el crecimiento no puede ser infinito. El planeta no puede generar más recursos, por lo que si nos empeñamos en seguir con el mismo estilo de vida es obvio que esto lo haremos a costa de que grandes masas de población quedarán excluidas, no de esos recursos, sino de la vida misma. Por eso, no podemos cambiar el sistema si no cambiamos los valores en los que, como sociedad, nos hemos instalado y que ningún partido cuestiona.
Uralde también manifestó que los partidos tradicionales de izquierdas no acaban de enteder que las principales crisis humanitarias de hoy ya son crisis ecológicas, pero que más lo van a ser en el futuro. Los partidos de la izquierda tradicional siguen defendiendo el supuesto derecho de todos a tener de todo: a gastar sin contención de ningún tipo, a comprar, a esquilmar los recursos naturales, gastar agua sin límite, electricidad, a invadir el territorio. Estimular el crecimiento no puede ser la solución a nada. Hay que parar, aplicar la razón y la equidad, la solidaridad activa.
La izquierda tradicional sigue empeñada en buscar soluciones a corto plazo porque el largo plazo no se vota en las elecciones. Por eso la izquierda no apuesta por soluciones a largo plazo que puedan resultar quizá dolorosas ahora, pero que es necesario explicar y por las que es necesario apostar para garantizar el futuro. La izquierda sigue pensando que la ecología es un lujo del que puede prescindir en cuanto llega una crisis, es un adorno que se pone en los programas pero que se puede incumplir en cuanto surge cualquier problema: el afán desmedido por explotar los recursos al límite de su existencia. Por tanto, desde Equo apuestan por un nuevo modelo productivo y de consumo con la convicción de que es el empeño en continuar con un modelo productivo y de vida caduco e insostenible lo que termina llevando a los gobiernos a dar giros políticos claramente antisociales,
Publicado en : http://beatrizgimeno.es/2011/01/28/contra-de-la-derecha-para-cambiar-la-izquierda/
Ozu por tu contestación deja entrever que nos devemos adaptar todo al sistmea neo liberal de explotaicón que es el único que existe, es de cir lo mismo que defienden las ideologias conseracores, el liberalismo economico y el movimienot de capital solo importa para obtener rapido beneficios sin tener en cuenta las consecuencias que traen, esta ideologia vive de la scontinuas crisi economicas que se producen o localizada o en el mundo ocmo la actual, ha demostrado su limite, ocntra esta teoria se etan levantando nuevos pensamientos ideologios que son los que han de sustentar una nueva alternativa, plural, social y ecológica, derecha o izquierda depènde de como se defina, pero dese luego no veo al PP defendiendo estas nuevas teorias, claro que la PSOE tampoco.
Qué piensa equo del modelo territorial del Estado?
No todos los verdes, están contra algo o alguien. El tomar posiciones de esta forma es eliminar de nuestro electorado a simpatizantes que con una orientación social o económica conforme a un pensamiento verde (por ejemplo el campesino votante del partido popular que trabaja su tierra ecológicamente y son muchos) no están aferrados a ideologías sino que cambian su voto según los candidatos o sus programas sobre todo a nivel local. Ser social no es ser socialista y tenemos demasiados ejemplos a todos los niveles de que derecha o izquierda no determina el comportamiento social de una persona, institución o partido.
Dentro de mi propio análisis y experiencia política, he llegado a la conclusión de que las ideologías han perdido su razón de ser como motor económico y social en la época actual y que los partidos políticos, tal como era interpretada su función en el siglo pasado no tienen futuro, ya que están basados en una división entre explotadores y explotados que no se correspondía con un mundo donde las clases medias representan una mayoría en el voto real y en el que la economía global hace cada vez más inoperantes las medidas y decisiones de tipo localista igual a qué nivel se produzcan, aparte de que los nuevos movimientos europeos (verdes, democracias participativas, pacifistas etc.) no aceptan que se les diga que sean de izquierdas o derechas aunque haya las naturales preferencias.
El votante en las modernas democracias es cada vez más pragmático, no ve la razón de ser de la izquierda, derecha o centro y se inclina por utilizar su voto o para defender sus propios intereses independientemente del signo político que los abandere o por una democracia moderna y participativa donde los grandes proyectos y temas fundamentales le sean consultados directamente.
El ciudadano moderno no considera su voto como un cheque en blanco para los próximos cuatro o seis años, sino como una toma de posición momentánea, recambiable cuando la política no tome en consideración sus intereses evolutivos.
La antigua lealtad con ideologías colindantes, es sustituida por el ciudadano sin carnet de partido, e incluso por muchos que lo poseen, en una creba en la que según las elecciones sean municipales, regionales o nacionales, el voto se diferencia, independientemente de su color político.
Después de estas reflexiones tengo claro que, los colores políticos representados, deben reflejar los intereses personales, emocionales e ideológicos de sus votantes y simpatizantes igual de donde provengan y que las instancias económicas son recambiables en una economía global donde la inversión de capital es directamente proporcial a los beneficios esperados, sea donde sea y sea con quien sea.