No me gusta quién oculta su fecha de nacimiento en el facebook, aunque lo entiendo, es tanta la presión social por ser joven. Hay como una obligación de estar inaugurando el mundo cada cinco minutos. Hoy , en cierta media, lo más revolucionario en algunos asuntos, es ser conservador, no estar sometido a esa rueda incesante de cambios que hace “que todo lo sólido se desvanezca en el aire”. Todo el mundo tiene que ponerse el disfraz de joven, En la publicidad, salvo en los anuncios de gafas y de audífonos, solo hay jóvenes.
La juventud se ha convertido en una categoría ideológica y por eso dejar de ser joven es vivido como una traición inmoral que ha de ser ocultada y disimulada con cremas, tintes , cirugía o ropas disonantes. Y lo malo es que esta ideología no deja a los jóvenes serlo; nada hay pero que encontrarse a papa en el concierto disfrazado de hipsters. Yo creo que si hubiera visto a mi padre en un concierto de Triana disfrazado de hyppy y fumando un canuto creo que nunca me hubiera repuesto del trauma.
Paradójicamente, y en plena histeria juvenil, los jóvenes avalados por un DNI acorde, viven tasas de desempleo, exclusión social, y precariedad antes desconocidas. A los mismos a los que se les está compulsivamente impeliendo a consumir se le niegan los medios materiales (trabajo, salario) para que puedan vivir con un mínimo de seguridad, dignidad y autonomía. ¿Qué juego estúpido es este que le ofrece pan a la vez que te parto los dientes? ¿Por qué crece la oferta a la vez que se estrangula a la demanda?
La respuesta a esta oferta imposible va dirigida a producir la ilusión de convertirnos a todos en jóvenes, consumidores compulsivos, eternos. la juventud es una ideología que está destinada a los que no son jóvenes y deben parecerlo y en esa brecha identitaria entre parecer y ser se mueve toda una industria del consumo de bines y de sensaciones. Se trata de que todos nos comportemos con la comprensible inmadurez de los jóvenes y desparezca la madurez y la experiencia; matar a la historia , el eterno presente que nos prometía la religión lo realiza el capital en el consumo.
Hay un viejo chiste soez y machista que apostilla una conocida frase evangélica diciendo: “dejad que los niños vengan a mi ( que detrás vendren los albres de l cpaitalismo atalantico en la suma de trao y contarto.o de la publciada quu es el equivaete a la «uestra cultán las madres)». La comicidad del relato reside en el desvelamiento de las trampas que contienen el desinteresado interés por los niños, detrás vendrán las madres, Extrapolando el chiste evangélico al mensaje consumistas dirigido a los jóvenes, se podría decir : “dejad que los jóvenes vengan a mi que detrás vendrán todos”, un señuelo como los precios ancla
El capitalismo siempre ha aparecido como joven , al socialismo s ele ha representado como viejo (esas barbas de Marx). Desde finales del siglo XIX la retórica conservadora ha unido a la expresión “lucha de clases” , la calificación de trasnochada, antigua , superada. de ser algo del pasado. Hay quién cree que detrás de esta obsesión ideológica por la juventud eterna y obligatoria se esconde el miedo y la insoportabilidad de la muerte . Se dice que la cultura moderna ha escondido a la muerte. No estoy de acuerdo, lo que el juvenilismo oculta es algo mucho más radical ; la ignorancia del tiempo. Spinoza decía que el hombre libre en lo que menos piensa es en la muerte, lo comparto. La muerte esta más presente que nunca. El capital es tiempo y trabajo congelado, abstracto, muerto. que es el capital. Si hoy todo es convertible en capital es que hoy todo puede ser mortificado. No, la ideología de la juventud no esconde la muerte sino el tiempo.