@RaulSolisEU | Los hombres podemos ser aliados de las mujeres feministas, pero no somos feministas porque formamos parte del grupo de privilegiados. Nunca podremos saber qué es volver a casa de noche aterrada de miedo porque no hemos sufrido ni vamos a sufrir nunca en primera persona que un tipo nos increpe a nuestro paso mientras se toca los genitales. Nunca sabremos a la velocidad que una mujer abre la puerta de su casa y el ritual, ensayado hasta la extenuación, de sacar las llaves del bolso para que al primer intento abra la puerta que las separa de un mundo en el que habitan hombres que creen que tienen el derecho de meter su polla en la boca y vagina de la mujer que le plazca. Nunca lo sabremos porque a los hombres no nos violan, ni nos persiguen por la calle, ni nos ultrajan con fines sexuales.
Nunca sabremos qué es ir a trabajar todos los días y tener que mirarle la cara al jefe que te toca el culo, las tetas y que intentó violarte (o lo consiguió) en el almacén mientras tú te disponías a llenar el carro de productos del supermercado para colocarlo en los estantes de venta al público. Nunca lo sabremos porque a los hombres no nos violan y acosan en el trabajo.
Nunca sabremos qué siente una mujer cuando en una entrevista le preguntan si tiene hijos, si está embarazada o si tiene pensado tener hijos, momento en el que la entrevistada sabe que, si la respuesta es afirmativa, queda automáticamente eliminada del proceso de selección. Nunca lo sabremos porque a los hombres nunca nos preguntan esas cosas y también sabemos que, en caso afirmativo, nunca es eliminatorio de ningún proceso de selección.
Nunca sabremos qué es criar a nuestros hijos en soledad y que por ello vivamos en la exclusión social porque las familias monoparentales (que deberían llamarse ‘monomarentales’) están en un 80% de casos, según el Instituto Nacional de Estadísticas, encabezadas por mujeres. De los 2 millones de familias monoparentales que hay en España, 1,6 millones están formadas por mujeres y el 50% de estás, 800.000 familias, habitan en el acantilado de la exclusión y la pobreza, según la ONG Save the Children.
Nunca sabremos qué es ser mujer porque ser mujer significa ser despojada de tu condición de ser humano para pasar a ser una cosa que se puede comprar, vender, ultrajar, humillar, acosar, violar, asesinar, maltratar, prostituir, usar, reprimir, silenciar, corregir, empobrecer, insultar, ridiculizar, expulsar, juzgar, acusar, preñar, alquilar y tiranizar.
Existe una corriente de hombres que se señalan como feministas que suelen utilizar los púlpitos académicos, mediáticos y sociales para explicarle a las mujeres qué es el feminismo, para ocupar los espacios destinados a que las mujeres se empoderen y formen alianzas entre ellas para salvarse de un sistema capitalista que las quiere como seres pasivos y no como sujetos de derechos y que no se inmuta ante las cifras alarmantes que dicen que, en el mundo, 70 de cada 100 personas empobrecidas son mujeres. ¿Te imaginas a los blancos explicándole a los negros cómo librarse del apartheid? ¿O a los homosexuales escuchando a heterosexuales cómo salir del armario?
El sitio de los hombres no es explicarle cosas a las mujeres, sino a los hombres. En lugar de ocupar los espacios de las mujeres, los aliados feministas deberíamos formar patrullas para salir a la calle y señalar a los bípedos de nuestra especie que encuentran un premio social cada vez que lanzan mensajes de odio contra las mujeres o cada vez que encuentran aprobación social al hecho de comprar, alquilar, maltratar, silenciar, cuestionar o humillar a mujeres por el simple hecho de serlo.
Los hombres aliados feministas deberíamos estar muy preocupados de que este país nuestro produzca cada año alrededor de 60 nuevos asesinos de nuestra especie que deciden matar a sus parejas por que creían ser de sur propiedad y trabajar en espacios con hombres machistas, señalarlos, reeducarlos y acompañarles en el proceso hasta que descubran que hasta ahora han estado siendo unos salvajes y que su actitud, lejos de merecer la aprobación social, es rechazada unánimemente por sus congéneres.
Convéncete, tú que tan progre dices que eres, los hombres no sabremos nunca qué es ser mujer porque nuestros privilegios nos impiden ver con claridad hasta qué punto es peligroso nacer mujer en un mundo pensado por y para la dominación de los hombres. Tú, que tan progre eres, deja de darle charlas de feminismo a las mujeres y gasta tu tiempo y energías en hablarle de feminismo a los hombres que compran, venden, ultrajan, humillan, acosan, violan, asesinan, maltratan, prostituyen, usan, reprimen, silencian, corrigen, empobrecen, insultan, ridiculizan, expulsan, juzgan, acusan, preñan, alquilan y tiranizan a las mujeres. Ahí es donde nos necesitan las mujeres a los hombres que decimos ser aliados del feminismo. Acéptalo, las mujeres no necesitan traductores.