Juan José Millás.
Los españoles no nos quejamos tanto de las instituciones del Estado como las instituciones del Estado se quejan de nosotros, y eso que nos cuestan un ojo de la cara. María Emilia Casas, presidenta del Constitucional, se lamentaba el otro día de la «intolerable campaña de desprestigio emprendida desde ciertos sectores políticos y mediáticos» contra el alto tribunal. A uno le parece que hablar de «ciertos sectores políticos y mediáticos» es como hablar de los extraterrestres. Le digo yo a mi psiquiatra que me persiguen «ciertos sectores políticos y mediáticos» y da por hecho que se trata de un delirio de persecución (sufro tres o cuatro al año). En fin, que todo se ha vuelto muy confuso. Si perteneces, como un servidor, a la clase media intelectual del país, las pasas moradas para formarte un criterio respecto a las cosas más nimias. ¿Debo estar en contra o a favor del uso público del velo islámico? Ni idea, y no por falta de información (me he tragado unos cien artículos), sino por un exceso de ella. De hecho, no hay cuñado que no sepa cómo resolver el asunto, pero los cuñados son, de toda la vida, una fuente de confusión. El problema es que los jueces del Constitucional se comportan ya como cuñados. El otro día vimos a tres de sus miembros en los toros, fumándose un puro junto a uno de Los Morancos. No es que pretendamos equiparar la discusión sobre el hiyab a la de los toros, pero sabiendo como saben estos señores la polémica que tenemos sobre la fiesta nacional (¡o de la nación!), deberían cortarse un poco. Es como si María Emilia Casas hubiera formulado las quejas señaladas más arriba con la cabeza cubierta por un velo. Un poco de sensibilidad, por favor, un poco de sindéresis (qué rayos querrá decir sindéresis). Y dejen de tratarnos como si fuéramos los maridos de sus hermanas o las mujeres de sus hermanos.
El País. 30/04/2010