Francisco Garrido. Hay objetos , tecnologías , que se prestan mejor que otras a ser incorporado al discurso delirante y en general a cualquier tipo de patología síquica grave o sicótica. Un ejemplo de estas tecnologías es la televisión que en muy poco tiempo pasó de no existir a ser un vehículo privilegiado de interpretaciones delirantes. Carlos Castilla del PIno cuenta, en un ensayo sobre el delirio, como en los años sesenta los pacientes sicóticos que pasaron de escuchar mensajes de Dios a escuchar o ver mensajes de la televisión.Coetánea de otras tecnologías como el automóvil o los electrodomésticos la TV se insertó rápidamente en el discurso y la percepción sicótica con mucha mayor fuerza que los otros electrodomésticos. Y esto es así por qué en el caso de la TV, se trataba de una “tecnología del yo“, como diría Foucault y que afectaba a la comunicación al modo en que esta se realiza entre individuos ( mensajes de imagen y voz) que se transmitía de una forma misteriosa en cada hogar como si fuera privativa de caca receptor. En la TV la comunicación era radial y unilateral desde el centro emisor a millones de receptores. Esta vez la TV había sustituido a Dios como sujeto de los contenidos delirantes. Al fin y al cabo la TV permitía el cumplimiento cuasi perfecto de aquel refrán, tan cristiano como individualista, que decía “cada uno en su casa y Dios en la de todos”.
Por el contrario la tecnología del PC, la Tablet o el smartphone e internet ha modificado, al menos fenomenológicamente, la comunicación del modelo televisivo radial ( centralizado) y unilateral ( pasivo) a un modelo reticular (descentralizado) y multidireccional (interactivo). Esta estructura de comunicación ha favorecido los discursos delirantes colectivos virales con una fuerte apariencia de espontaneidad y autonomía de los grande centros de poder, lo cual los convierte en mucho más fiable y creíbles; son los conspiranoicos. La lógica delirante de la conspiración rentabiliza la infinita desconfianza que la TV ( y todas las formas de comunicación radlal) siembran en un mundo supuestamente ilustrado y saturado de información.
Un ejemplo de esto es la fuerza que han cobrado los sujetos tecnológicos como el smartfone, los PC y la red en la ficción (narrativa, cine y video juegos). El cine del siglo XXI es inimaginable sin el smartfone o la web . El héroe y verdadero protagonista de la literatura posmoderna es un héroe cableado, sin sangre, sólo con circulación de datos. Esta reificiación del nuevo sujeto tecnológico refuerza a aún más sus carácter misterioso, algo que ya tenia la TV pero que ahora se disparar hasta el limite de la mistificación.
¿Qué puede ser una tecnología tan poderosa sino mística? ¿Quien puede manejar el tiempo (la comunicación aparece como simultánea e inmediata), el espacio ( en cualquier lugar del mundo…) y las magnitudes ( infinitos megas….) sino alguno de los nombres misteriosos de Dios? El ese carácter misterioso , deliberadamente opaco, de esta “tecnología del yo” es lo que le confiere subjetividad en un típico movimiento de hipóstasis común a las lógicas religiosas y delirantes. Mientras que la religión ve sujetos en todos lados, el delirante ve intención y significado (sujeto oculto o invisible) en todas las cosas; ambas confunde la causalidad (ningún efecto sin causa) con la intencionalidad (causalidad inducida por un sujeto), ninguna causa sin sujeto.La combinación entre la estructura formal reticular original de la web y la naturaleza privada ( y por tanto oculta) de los software que procesan la información producen un efecto disonancia cognitiva que convierte en misterioso a aquello que no lo es y solo permite al usuario jugar al juego previamente establecidos por los “amos del software”
Paradójicamente el impulso delirante colectivo de los conspiranoicos expresa una rebelión fallida contra aquello que te controla de forma misteriosa ( oculta); y decimos que es fallido porque no produce sino un mayor control de aquello que te controla; el sujeto tecnológico. La fractura en la confianza en el mensaje que se trasmite desde los medios radiales (prensa, televisión) se desplaza hacia un exceso de confianza en el medio (la red, los mensajes virales). De esta forma el medio se convierte en el sujeto hipostasiado de un poder social e individual que ahora ausente. existe menos que nunca. La lógica conspiranoica aporta para todo mensaje que se transmite por los medios radiales, al menos una versión contraría, o negacionista; y que es dada por verdadera por mor del medio en en que se difunde.
La sintonía entre cospiranoicos y la cultura de la postverdad es amplia y robusta, como demuestran los hechos pero no es tanto el desprecio deliberado y consciente de la verdad como el establecimiento de un nueva teoría idealista de la verdad consistente en la correspondencia entre mensaje y medio, entre información y canal. Si miramos bien ¿no es esto una nueva versión del giro lingüístico” solo que aquí el papel del significado lo ocupa la información y el del lenguaje lo ocupa el canal? Como anticipo ya Mcluhan en su famosísima frase: “El medio es el mensaje”. Cesar Rendueles ha descrito también algo parecido , aunque de sentido distinto, cuando habla sobre el idealismo ciberactivista que creer haber resuelto los conflictos sociales por el simple cambio tecnológico en el canal de comunicación.Pero lo cierto es que la red, la web, los terminales tienen propietarios oligopólicos y están sometidos a un proceso de selección de la información más piramidal y centralizado aun que en las tecnologías radiales de comunicación., debido a al caretre oculto y privativo de los códigos fuentes.
Sólo el software libre en cuanto que posibilita el acceso universal al conocimiento y manejo de los códigos fuente de los algoritmos (software) que gobiernan la web; puede deshacer la fascinación misteriosa que la utopía digital objetiva en internet. La crítica del ciberfetichismo, tiene en el software libre un instrumento tecnológico que permite que la web pueda realizar un tipo de comunicación reticular cooperativa que permita y favorezca los procesos de inteligencia colectiva en las toma de decisiones. Con ello creo haber demostrado que gran parte de las patologías de la comunicación y el conocimiento que padecemos se deben, no a ninguna fatalidad tecnológica, sino a esa vieja contradicción formulada por Marx en los Grundisee; entre las fuerzas productivas ( ciencia y trabajo) y las relaciones privativas (capitalistas) de producción.