Mario Ortega | El centro y la periferia de los debates políticos en España, visibles en el Congreso de las y los diputados, está copado por los dos siguientes temas generadores de opinión y de posiciones políticas irreconciliables.
1. El independentismo catalán. Alimentado unas veces por el PP (haciendo crecer a ERC) y otras autoalimentado por la propia derecha catalana (antes CiU, ahora PDC) para inocularse la medicina que oculte su flagrante corrupción, modelizada en la práctica metáfora del 3% y simbolizada por la congregación Pujol (haciendo crecer también a ERC y parando la caida del PP en España).
2. El nacionalismo vasco liderado por el PNV, que no busca nada más que mantener las condiciones de debilidad de los poderes centrales/centralistas para su negociación permanente de privilegios. Cuando ya no existe una ETA asesina que lo visibilizaba como el partido vasco demócrata y bueno que España necesita, ahora necesita mantener al PP en el poder de España vivo pero débil para, cual parásito, sacarle los euros de la billetera, nuestra billetera pública, a su antojo.
Estos dos debates se dan en un espacio pictórico cuyo color de fondo es la corrupción sistémica auspiciada por el régimen democrático bipartidista nacido en el 78, que ha permitido la consolidación del actor Ciudadanos como tercer soporte estructural del citado régimen. Los debates sobre el nacionalismo vasco y catalán, y el de la corrupción, ocultan permanentemente los intentos de Unidos Podemos de introducir el debate sobre los derechos, la justica social, la desigualdad y el modelo económico. Justamente los debates que interesan en Andalucía para ganar a la derecha y para derrotar al PSOE andaluz.
Mientras Unidos Podemos tenga permanentemente que jugar en el terreno de la opinión de esos debates “norteños”, será imposible despegarse de un PSOE que aún representa una importante cantidad de voto progresita de mayor edad que no entiende eso del «derecho a decidir» porque lo que ve son intereses de las elites ricas vascas y catalanas para sacar tajada y privilegios respecto del resto de España.
En la construcción del régimen democrático del 78, la irrupción de Andalucía como demanda simbólica de justica y equidad ciudadana y territorial, en definitiva de la máxima soberanía posible entonces, capitalizada por el PSOE andaluz logró hacer del PSOE español el partido que «más se parece a España». Esto se peleó en las calles andaluzas un 4D/1977, se institucionalizó en la Constitución regulando el modo de acceso al grado de autonomía de las llamadas «nacionalidades históricas» en el artículo 151, y se ganó en un referendum, de condiciones tan infames que hoy no ganarían ni vascos ni catalanes, un 28F/1981.
El capital político acumulado en la demanda de la máxima soberanía para Andalucía como nacionalidad histórica, los efectos sobre la amplicación en Andalucía de derechos básicos de los primeros años de democracia, la entrada en la UE y la burbuja especulativa posterior y sus consecuencias de efecto riqueza, hicieron del PSOE el partido de Andalucía que además era el partido que más se parecía a España.
Por estos motivo, y porque, como bien afirmaba el gran parlamentario nacionalista andaluz de Podemos en el parlamento andaluz, José Luis Serrano, “Andalucía no es España, España es Andalucía”, todavía es aquí, en Andalucía, donde el voto del PSOE, aunque en lenta decadencia, resiste por no encontrar sustituto. Así lo confirman las sucesivas encuestas, ya del CIS ya del CAPDEA, ya de otros entes político-estadísticos. El aguante del PSOE como fuerza paralela a la de Unidos Podemos en toda España se debe al empuje que aún lo sostiene en Andalucía. En Madrid y la mayoría de territorios periféricos a Madrid, salvo las Castillas, Extremadura y Aragón, el sorpaso ya se ha dado de facto, en Andalucía no, ni está ni se le espera.
Para lograr que los debates de estado, atravesados por las cuestiones nacionalistas catalanas y vascas, logren desplazar el centro de gravedad hacía las causas de la justicia social, la equidad y los derechos es preciso introducir la variable de la soberanía andaluza. La única que puede ser identificada, como lo fue en la transición, con la cuestión de la igualdad. Esto es lo que aprovechó el PSOE entonces, y esto es lo que debería aprovechar Unidos Podemos ahora que estamos en un proceso deconstituyente camino de otro constituyente que puede resultar fatal si lo hegemonizan los capitalismos español, vasco y catalán.
El PSOE logró ser el partido que más se parece España porque se hizo previamente el partido de Andalucía, consiguientemente se convirtió en hegemónico a nivel de Estado con fuerza en el eje Cataluña – Andalucía, con la posibilidad real y resuelta de ganar elecciones y gobernar España, porque comprendió que, como decía José Luis Serrano, para representar un proyecto de estado español, Andalucía no es España, España es Andaucía.
La moción de censura es una oportunidad para hacer visible un proyecto federal de soberanías cooperativas y soberanías compartidas. Andalucía es la palanca de nueve millones de ciudadanas y ciudadanos que puede sacar el debate territorial de la zona de confort del capital a la zona de las luchas por la justica social, los derechos y la igualdad. Pero para ello alguien tiene que hacer a Andalucía visible en el Congreso. Ese alguien no puede ser más que Unidos Podemos.
@marioortega