Con este motivo, conviene hacer memoria sobre los principales elementos históricos del proceso de construcción política, social y jurídica de la actual Unión Europea. Precisamente la primera fecha importante en el proceso de integración y unidad europea es el 9 de mayo 1950. En esta fecha, el Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Francia Robert Schuman, inspirado por otro de los ideólogos de la unidad europea, Jean Monnet (las cátedras de estudios europeos llevan su nombre), planteó públicamente integrar las industrias del carbón y del acero de la Europa occidental. De esta idea surgió la primera Comunidad Europea, la del Carbón y del Acero (CECA), cuyo Tratado se firmó en París en 1951.
Unos años después, el 25 de marzo de 1957, se firmaron en Roma los Tratados constitutivos de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom) y de la Comunidad Económica Europea (CEE o Mercado Común). Todo este proceso de integración europeo constituye un proceso gradual que debe abordar necesariamente la dimensión política, económica, y social, aunque tuvo su inicio exclusivamente con la liberalización del comercio y el diseño de políticas económicas comunes entre los países fundadores. Se trata de un movimiento de unidad que se ha ido generando y potenciando en el devenir más reciente de la historia del continente europeo. Pero, anteriormente la historia de Europa había estado protagonizada por enfrentamientos bélicos para dilucidar cuestiones territoriales y de soberanía política en diferentes puntos del solar europeo. Después de la primera guerra mundial se abre un debate político e intelectual europeo sobre la conveniencia y necesidad de unir política y económicamente a los Estados Europeos, que se intensificó tras la segunda gran contienda bélica. No obstante, en pleno siglo XX se produjo otra gran división en Europa, la ideológica y económica: comunismo-capitalismo, con bloques militares enfrentados (OTAN y Pacto de Varsovia).
Los Estados integrantes de las originarias Comunidades Europeas fueron Alemania, Francia, Italia, y los Estados del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). En enero de 1973 se produjo la primera adhesión de nuevos estados, con la incorporación de Dinamarca, Irlanda y Reino Unido. En 1981 se adhiere Grecia, en virtud del Tratado de Atenas de mayo de 1979. El Reino de España y la República de Portugal se unieron al club comunitario en enero de 1986, tras la firma del Tratado de Madrid y Lisboa de 12 de junio de 1985. En 1995 se configuró otra gran ampliación, con la incorporación de Austria, Finlandia y Suecia, decidiendo en referéndum los ciudadanos de Noruega no entrar en las Comunidades Europeas, al igual que ya habían hecho en 1972.
Pero la gran ampliación territorial y política por el este de Europa estaba por llegar, con el reto de integrar los pueblos y Estados desarrollados tras el Muro de Berlín, bajo la influencia de la extinta Unión Soviética (URSS). La Unión Europea acogió a diez nuevos países en el año 2004: Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa. Y finalmente, en 2007 ingresaron Bulgaria y Rumania, con lo que se completaba la actual Unión Europea de 27 Estados. Como países candidatos figuran Turquía, Croacia, Moldavia, Ucrania o Montenegro.
El actual lema de la Unión Europea es Unida en la Diversidad, que intenta sintetizar todo un proceso de integración económica y político iniciado hace ya 60 años. La profundización del proceso de integración de Europa sólo tendrá futuro si se abordan decididamente las preocupaciones reales que tenemos los ciudadanos europeos, elaborando participadamente y ejecutando verdaderas políticas de integración comunitaria en materias como el empleo, la lucha contra la pobreza, la defensa de los valores ambientales, la extensión de la cultura, o la cohesión social entre los territorios de la Unión. La escasa participación en las últimas elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2009 debe hacernos pensar en activar más elementos democráticos para Europa.