SE adelantarán las elecciones. Las españolas, quiero decir. Y no creo que esta vez Griñán cometa la felonía y la torpeza de anticipar las andaluzas. Por dos razones: primero, porque al fin ha calado el daño que se nos ha hecho con el solapamiento electoral; y segundo, porque intentará sacar partido de las primeras medidas correctoras que aplique el PP en el Estado. Es lo único que le queda.
La fecha no dependerá tanto como se intuye de la rendición (provisional) de ETA. La foto se producirá antes de la votación, incluso en plena campaña, pero no antes de la convocatoria electoral. La clave estará de nuevo en el debate presupuestario. El PSOE no puede destapar sus cartas y pregonará permanentemente su deseo de concluir la legislatura (aunque por debajo ya esté maquetando los carteles con la sonrisa de Rubalcaba). El PNV también manifestó en el Congreso la inconveniencia del adelanto electoral, confesando públicamente su noviazgo estratégico con el PSOE. Y el imprudente Chaves declaró por los pasillos que ojala la capitalidad de San Sebastián «sirva para que Bildu vaya en ese camino que todos deseamos, y que en un contexto de ciudad cultural abierta a toda Europa pida la disolución de ETA».
A las puertas de unas elecciones a nadie interesa que se visualice el soborno para unos y el apoyo para otros. Todo lo que se tenía que regalar ya se ha regalado. No se negociarán los techos de gasto. Y sería un escándalo desproporcionado hipotecar al nuevo gobierno con unos presupuestos aprobados con el apoyo del PNV y CC. Como decía Faulkner: «Si me dan a elegir entre la tristeza y la soledad, me quedo con la tristeza». Zapatero no tiene donde escoger: está triste y solo. Las condolencias de CC, por la despedida del benefactor, lo demuestran. No habrá debate de presupuestos hasta pasadas las elecciones. Así pues, vayan preparando las papeletas. ¿Quizá para el 27 de noviembre?
Este juego de intereses es el mismo que arrebató la capitalidad cultural a Córdoba. Que nadie hable de conspiración, por favor. Hablemos de política. ¿O no fue política la eleción de Qatar como sede de los mundiales de fútbol? ¿O Londres y Río como sedes olímpicas? Por supuesto que en estas decisiones interviene la política y mucho más cuando 6 de los 13 miembros del jurado son elegidos por el Gobierno. Y no nos preguntemos por qué se le ha dado a Donosti y preguntémonos por qué no se la han dado a Córdoba. En octubre del año pasado aventuré en esta columna que la letra pequeña de los presupuestos incluía el premio a San Sebastián (a cambio del apoyo del PNV) y las aguas saladas para Canarias (a cambio del apoyo de CC).
Los andaluces nos hemos quedado sin la capitalidad y sin el Guadalquivir. ¿Por qué? Andalucía está completamente ausente de los centros de poder político, económico y simbólico del Estado. Nos hemos descapitalizado. No existimos. Para ellos. Ni para nosotros. Pocos saben lo que se ha dicho en el debate sobre el estado de la comunidad, pero sí que hubo otro en el parlamento español donde se escuchó a navarros, aragoneses, gallegos, canarios, vascos, catalanes… y a ninguno de los 64 diputados andaluces. Las sedes sociales de las fusiones de Cajasol o Unicaja están en Madrid y la de Cajasur en Euskadi. Nos cierran empresas potencialmente rentables como Cádiz electrónica o Locsa y peligra Calmante Vitaminado… Hemos normalizado nuestra inexistencia como sujeto político a la vez que afirmamos la de otras comunidades. ¿De quién es la culpa? Nuestra. ¿Quién lo puede solucionar? Nosotros. ¿Cómo? Capitalizándonos.