Antonio Manuel
Hace unos años el Centro de Arte Reina Sofía dedicó una retrospectiva al Equipo 57 que no mereció una línea para la prensa local. Lejos de la queja o del resentimiento, uno de sus integrantes escribió una carta al director radiografiando el alma de Córdoba en relación a lo ajeno. La llamó desdén. Y acertó.
El desdén ocupa la zona secante entre la indiferencia y el menosprecio. Indolencia con mala leche. Creo que fue Salvador quien definió a esta ciudad como una madre que amamanta a sus hijos con vinagre. Quizá por eso los cordobeses más ilustres nacieron fuera de la ciudad: Vicente Amigo (Guadalcanal, Sevilla); Carlos Castilla del Pino (San Roque, Cádiz); Antonio Gala (Brazatortas, Ciudad Real); Manuel Concha (Nules, Castellón); Manuel Pimentel (Algodonales, Cádiz); Juan Serrano “Finito de Córdoba” (Sabadell, Barcelona)…Ellos echaron raíces aquí. Por el contrario, los nativos tuvieron que emigrar de esta ratonera para eludir el veneno de la envidia.
Yo amo Córdoba precisamente por su desdén. Porque desprecia a quien la ama. El desdén actúa como un mecanismo de defensa del Yo. Culpa al otro antes que a uno mismo. Y lo mengua hasta caber en una caja de zapatos. Así es Córdoba. La ciudad de las luces que cada noche rompe a pedradas sus farolas. Joda a quien joda, Cosmopoética, el Festival Internacional de
Rezo para que algún día este desdén contamine al resto de los andaluces. Y que unan a su enfermiza pasividad ese punto de mala hostia. He llegado a tal extremo de desesperanza que me conformaría con un puñetazo en la mesa sin derramar el vino. Porque no merecemos tanta mierda. Mientras las pasamos putas para pagar la hipoteca,
Andalucía duerme. Que nadie la despierte vaya a ser que nos mire con desdén.
Excelente artículo, Andalucía duerme, y el resto del mundo parece que también…nadie quiere despertar porque mientras duermen no se enfrentan a la cruda realidad.