Raúl Solís | En primero de Periodismo se enseña a dividir escrupulosamente información de opinión. “Los hechos son sagrados, la opinión es libre”, repiten los docentes a los futuros profesionales de la información. Sin embargo, en estos días, opinión e información han sido la misma cosa. Hugo Chávez es el malo, malísimo, y Henrique Capriles es el bueno, buenísimo, de la contienda electoral venezolana. La manipulación y censura también se han ejercido por omisión de datos macroeconómicos que pudieran dar una imagen positiva sobre el actual presidente venezolano.
También se han ocultado los datos más oscuros del candidato a suceder a Chávez para no desmaquillar su perfil de esperanza para la democracia liberal en el país latinoamericano. Ni Chávez es un “caudillo” como ha publicado el periódico catalán ‘La Vanguardia”, en sus páginas de información, ni Capriles es socialdemócrata, como ha incidido ‘El País’.
Chávez, el jefe de Estado más difamado del mundo, llegó al poder en 1998 cuando en Venezuela gobernaba una oligarquía que respondía a los intereses de las élites y las empresas transnacionales. Democristianos y socialdemócratas se fueron turnando en gobiernos corruptos y sometidos a los mercados, razón por la que privatizar los servicios públicos era irremediable. El resultado fue una descomposición social que llegó a que la pobreza asolara al 72 por ciento de la población y 1 de cada 5 venezolanos pasara hambre. Todas las semejanzas con la actual Europa son producto de tu imaginación.
Chávez no es un paladín de las garantías democráticas pero, sin embargo, ha convocado 14 elecciones en 13 años. Uno de ellos, incluso, un referéndum por el que si perdía tendría que haber abandonado el cargo. Fue en 2007 y el plebiscito, exigido por la oposición, lo ganó con casi el 55 por ciento de los votos. Los 14 procesos electorales fueron verificados por la ONU, la Unión Europea y el Centro Cárter y concluyeron que no hubo fraude electoral en ninguno de los comicios.
Otra de las falacias que la prensa europea, especialmente la española, difunde como arma de desinformación masiva es que Hugo Chávez controla los medios de comunicación. Al contrario, la realidad es que de los 111 canales de televisión, 61 son privados, 37 comunitarios y 13 públicos. Es más, la audiencia de las televisiones públicas no llega ni al 6 por ciento frente al 61,5 por ciento de cuota de pantalla que alcanzan los canales privados y hostiles a Chávez.
En el espectro radiofónico se repite la estructura propietaria. Sólo el 10 por ciento de las radios venezolanas son públicas, frente al 90 por ciento privado. En prensa escrita, los dos principales periódicos nacionales, El Universal y El Nacional, son privados y ejercen una fuerte crítica contra el chavismo.
Tampoco informan los medios de comunicación españoles de quién es realmente Héctor Capriles. Siendo cierto que la Mesa de la Unidad es un conglomerado compuesto por fuerzas izquierdistas, socialdemócratas y centro-derecha, no es menos cierto que Capriles, lejos de ser socialdemócrata, es hijo de una de las estirpes más acomodadas de Venezuela. O que participó en el golpe de Estado de 2002 cuando asaltó la Embajada de Cuba en Caracas. O que procede de la organización radicalmente conservadora Tradición, Familia y Propiedad. La defensa que Capriles hace de los programas sociales de Hugo Chávez no es más que una obligada pose para calar dentro en el electorado descontento con los altos índices de violencia o el populismo chavista.
Ningún medio español ha publicado que los 700.000 millones de petrodólares que Hugo Chávez ha extraído de la nacionalización de la empresa nacional petrolífera han repercutido directamente en la población más pobre de Venezuela. Aunque también es cierto que los apagones eléctricos son una constante. Hugo Chávez no es un líder ejemplar como Henrique Capriles tampoco es la alternativa impoluta ni el socialdemócrata europeo que nos quieren vender.
Según la ONU, la pobreza ha disminuido en Venezuela en un 50 por ciento y el desempleo se sitúa en el 7 por ciento de la población activa. Muy lejos de los índices de paro de la democracia europea. El analfabetismo se ha reducido en un 100 por cien y la esperanza de vida ha aumentado dos años. La mortalidad infantil también ha disminuido en un 25 por ciento en los 13 años de gobiernos chavistas.
Las empresas informativas, como El País, que cuentan entre su accionariado con entidades tan democráticas como Citigroup -banco que parió la crisis al usar los depósitos bancarios de sus clientes para jugar al bingo del capitalismo financiero- o Morgan Stanley -banco de inversión y agente de bolsa que juega a la ruleta rusa con las economías europeas-, tampoco han informado de que Hugo Chávez ha extendido la Sanidad y Educación gratuitas o que ha elevado el salario mínimo hasta convertirlo en el más alto de Latinoamérica.
O que ha concedido pensiones de jubilación a todos los trabajadores o que el llamado MERCAL permite a las familias más pobres comprar alimentos un 60 por ciento más baratos que en los supermercados privados que especulan con el precio de la alimentación. Podría seguir enumerando logros de Hugo Chávez pero no quiero que parezca que defiendo su gestión.
El también pasado golpista y militar, el modelo populista, bronco y faltón con el adversario o las bravuconadas en las relaciones diplomáticas, convierten a Hugo Chávez en un personaje criticable y lejano de los valores de la izquierda democrática. Pero de ahí a convertir a Henrique Capriles, hijo de la crisis que dio como resultado la llegada del chavismo, como el paladín de la socialdemocracia o la garantía democrática en Venezuela, es un ejercicio de desinformación y manipulación masiva que confirman que el Periodismo murió el día en el que se dejó entrar en los consejos de redacción a los consejos de administración de multinacionales que cotizan al alza cuanto mayores son las desigualdades sociales en el mundo.
En realidad, y de ahí el gran esfuerzo de los poderes mediáticos y económicos en hacernos creer lo que no es, lo que se decide en Venezuela no es un cambio de gobierno. Lo que se decide en Venezuela es la entrada del capitalismo financiero que está destrozando Europa, y que ya destrozó América Latina en los 90. Si cae el chavismo, caerán las economías de Cuba, Bolivia, Nicaragua, Argentina o Ecuador. Es decir, caerá la primera experiencia económica latinoamericana que quiere gobernar su territorio sin ser el patio trasero del desalmado capitalismo norteamericano.