Más allá de cierta contundencia en la promesa de lucha contra la corrupción (con una increíble oferta a Rajoy de pacto en esta materia, suplantando la responsabilidad de Rubalcaba), aunque con ninguna alusión al actual modelo desarrollista basado en el urbanismo especulativo y en las grandes infraestructuras que son el sostén de las prevaricaciones y los enriquecimientos ilícitos, y más allá de la promesa de mantener las prioridades en la sanidad y la educación pública andaluza, el discurso de Susana Díaz ha carecido de un análisis crítico de las causas de la crisis diferencial andaluza y consiguientemente de planteamiento de una salida real de cambio sin caer en las trampas y los espejismos del pasado.
Lo dicho por Susana Díaz tiene demasiado aroma parecido a los discursos de Chaves y se encuentra anclado a una perspectiva de retorno al pasado feliz en el que las condiciones internas y externas a la comunidad autónoma andaluza permitían políticas de riego de euros sobre un modelo económico ciertamente depredador.
No sabemos cómo y cuándo se va a crear el prometido Instituto de Crédito Andaluz, y no sabemos qué significa cambiar, respecto de las empresas, las subvenciones por los incentivos, máxime cuando las alusiones a la política fiscal y a la demanda al gobierno central de un nuevo modelo de financiación y reparto del déficit han sido demasiado laxas.
Rechina profundamente que para el mundo rural, para el agro andaluz, sólo proponga la creación de un Observatorio de Tierras, y que para la imprescindible reforma de los entes instrumentales de la administración pública andaluza y el cambio en el modelo de integración en la estructura administrativa de la Junta de Andalucía proponga la creación de un grupo de trabajo “de expertos”, cuando aquí se encuentra la clave que ha permitido que se produzca casos de corrupción tan graves como el de los ERES.
Escasas alusiones a la relación entre economía, modelo productivo y empleo. Se percibe demasiada insistencia, como en el pasado, en el modelo de economía de mercado sin apenas intervención pública, sin políticas presupuestarias y fiscales propias y mucha indeterminación hacia donde quiere que avance Andalucía, si hacia una economía más verde y sostenible o, de nuevo, hacia una economía basada en la depredación territorial y de los recursos naturales.
Pero lo peor ha sido la nula voluntad de situar a Andalucía en el centro del debate de modelo de Estado. Ni una sola vez ha mencionado la palabra federal, ni la realidad plurinacional del Estado ni la necesidad de autonomía financiera y competencial en sectores clave como el energético. Por el contrario, ha situado su concepto de política territorial en términos muy parecidos a los del Partido Popular con su Ley de Unidad de Mercado y ha aludido al problema soberanista catalán alineándose, con las tesis de la derecha, contra el derecho a decidir, en vez de denunciar el neocentralismo del gobierno de Rajoy.
No obstante, esperamos que la presencia de la izquierda en el día a día del gobierno andaluz logre reconducir y llenar de contenido progresista estas indefiniciones, vacíos y miradas al pasado: Por eso, y en virtud de la actual composición del parlamento Andaluz. vemos con buenos y precavidos ojos el apoyo de IU a la investidura de Susana Díaz.