Raúl Solís | A pocos minutos a pie del centro de Sevilla, en el Distrito Macarena, existen cuatros bloques de pisos donde habita la utopía, el coraje, la dignidad y el derrumbe del milagro económico español. 32 familias sevillanas, con ayuda de la Comisión de Vivienda del 15M, han ejercido el derecho a la vivienda que les garantizan la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Un derecho humano con el que se especuló por encima de las posibilidades éticas y que como resultado tiene a 6.000 familias desahuciadas y 120.000 viviendas vacías, únicamente en Sevilla.
Los 120 habitantes de La Corrala de Vecinas La Utopía amenazan con convertirse en el símbolo de la lucha por el derecho a una vivienda digna que provoque un cambio legislativo para que los pisos vacíos, propiedad de los bancos rescatados con dinero público, sean habitados por personas sin acceso a un techo digno. “No queremos nada gratis, aceptaríamos un alquiler social en consonancia con nuestros ingresos”, afirma Elena, una joven peluquera de 32 años que ha ocupado un apartamento de un dormitorio que en el mercado se vende a 300.000 euros, imposible de pagar con los 200 euros que cobra mensualmente por cuidar niños.
El edificio donde habita la utopía por una vivienda digna pertenece a una empresa que formó parte del segundo holding inmobiliario español. Eso fue durante los años dorados en los que una vivienda quintuplicaba su precio con sólo pasar de una mano a otra. Ahora, la empresa propietaria de la casa de Ana, Manuela, Elena o Enrique está en quiebra, víctima de la avaricia constructora que hicieron a José María Aznar presumir de que España construía más viviendas que Francia y Reino Unido.
El movimiento Stop Desahucios fue aglutinando a los inquilinos de este bloque de vecinas con más dignidad por metro cuadrado de Sevilla. Casi ninguno de los actuales habitantes se conocía de antes pero sus historias de crisis se encargaron de unirlos. Ana fue la primera en pedir ayuda a los activistas del 15M. “Acudí desesperanzada, en medio de una depresión y como último recurso”.
El relato de Ana explica mejor que ningún gráfico ni ninguna estadística en qué ha quedado el milagro español que se levantó con ladrillos, hormigón y ventanas de PVC. Esta mujer se compró una casa de la Empresa Municipal de la Vivienda de Sevilla (Emvisesa), con una hipoteca inicial de 625 euros. Con la subida de los tipos de interés, terminó pagando 1.000 euros mensuales. Momento en el que decidió entre pagar la hipoteca o alimentar a su familia. Se decidió por lo segundo y el mundo se le vino encima.
Ana cumplió hace poco los 67 años pero acumula toda la juventud, coraje y dignidad del bloque. Procede de Pinomontano, uno de los barrios sevillanos que lidera las tasas de desempleo, personas en el umbral de la pobreza, abandono escolar y problemas de integración social. “A pesar de que se dice que esta crisis está afectando a todo el mundo por igual, quienes más la están sufriendo son las clases bajas”, apostilla Juan José García, responsable de Comunicación del 15M.
La ocupación de “mi casa, porque yo ya digo mi casa”, enfatiza Ana, tuvo lugar el 12 de mayo, aunque no fue hasta pasados unos días cuando abrieron las ventanas y salieron de la clandestinidad. El 16 de mayo, a las 18:00 horas, los vecinos de La Corrala de Vecinas La Utopía hicieron pública su ocupación y decidieron liderar el movimiento andaluz por el derecho a una vivienda digna. Para Ana, tras varios días escondida detrás de la oscuridad de las ventanas bajadas, el primer día que se asomó a su balcón fue el “más emocionante de mi vida”. Nunca antes había visto tanta solidaridad ante lo que ella considera un derecho humano. Vuelve a llorar al recordar cómo lloraba ella, los activistas del 15M y el resto de sus vecinos.
No obstante, la ocupación sólo es el comienzo de una batalla que ha hecho nada más empezar. Saben que los poderes políticos les temen porque pueden sentar un precedente en el Estado español que haga que más personas desahuciadas del milagro desarrollista habiten los pisos vacíos. Aunque están enormemente satisfechos con la reunión que mantuvieron con Elena Cortés, consejera de Vivienda de la Junta de Andalucía, días atrás. Cortés los ha convocado a otra reunión para modificar la legislación andaluza en aras de que no haya gente si casa ni casas sin gente.
Para evitar que La Corrala de Vecinas La Utopía se convierta en la mecha de una llama que está a punto de prender, el Ayuntamiento de Sevilla cortó el agua y el suministro eléctrico el mismo día que el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, salía en procesión detrás del Corpus Christi. Hecho que ha provocado que el marido de Ana haya tenido que ser ingresado en un centro hospitalario. La vida ha ido dejando al marido de Ana sin medio pulmón, con tres infartos, problemas circulatorios, movilidad reducida y con insuficiencia respiratoria aguda. Lo que le obliga a vivir pegado a una máquina que le aporta el oxígeno que no le dan sus pulmones. Una máquina que dejó de funcionar en el mismo momento que Zoido decidió cortar la luz y el agua a los 120 vecinos de Ana, entre los que se encuentran 30 niños menores de 14 años.
“Buscan amedrentarnos, meternos miedo para que nos vayamos”, asegura Manuela, 65 años, inseparable de Ana que vive junto a sus hijos en un piso de tres habitaciones, impensables de pagar con la pensión que no cobra y el trabajo de asistenta doméstica que perdió y en el que nunca le dieron de alta en la Seguridad Social. Ahora mismo, carecer de agua y luz añade más sufrimiento al ya de por sí calvario que sufren estos ocupas de la utopía. Sin neveras, sin ventiladores, sin iluminación y sin agua, soportar las temperaturas veraniegas sevillanas es un valor añadido a la falta de recursos económicos. Se quejan de que el Ayuntamiento les ha ofrecido habilitar una boca de riego, dos días por semana, para tener acceso a agua, algo que han rechazado de inmediato por “indigno e insultante”. A dignidad está claro que no les gana nadie. Su única estrategia es el respeto a sí mismos.
Ana apenas sabe escribir. Su madre la sacó de la escuela a los 12 años para ponerla a limpiar casas y cuidar niños. “He sido toda mi vida muy luchadora, yo vivía bien, nunca pensé verme así”, dice emocionada esta mujer que se ha convertido en la lideresa de este edificio donde la utopía ha entrado para hacer realidad el derecho constitucional y estatutario a una vivienda digna.
Comparten la solidaridad que reciben. Se dividen los cometidos para que falte lo menos posible. Los niños y los ancianos son siempre los primeros y quien tiene un trabajo comparte con los que no recuerdan cuándo tuvieron el último empleo. “Los sábados nos toca pescado de Mercasevilla”, dice Elena, una joven consciente que recuerda emocionada que una señora del barrio se acercó a ella para ofrecerle una ayuda económica. “La única diferencia entre vosotros y yo es que yo tengo un trabajo”, fue el único motivo que esgrimió la vecina solidaria y la frase que mejor define qué ha ocurrido cuando se ha desmoronado el milagro económico español de ladrillos, yeso, cemento y ventanas de PVC.
Menos mal que mandamos a Arenas para Madrid, pero el regalito que nos ha dejado, son tal para cual, esperemos mandarlo muy pronto para su casa, que el si la tiene ya que pertenece al PP (Partido de los Poderosos). Desde la izquierda pedimos a Dios por esta «Corrala», mientras la derecha que acompaña al Cuerpo de Cristo corta a su vez el suministro de agua y electricidad a las familias que en ella habitan.
El pecho lo tienen que tener undido de tantos golpes como se pegan, pero a Dios aburrido y cabreadao viendo la falacia de sus actos.