Con todo el run run de la deuda y el rescate griego, se me vienen a la cabeza de modo persitente dos viejos chistes.
El primero. Uno que va por una carretera a toda pastilla con un antiguo «sesicientos» y a la primera de cambio el coche empieza a arder. Las llamas se contagian al interior y el tipo sale envuelto en ellas pidiendo auxilio. En eso que pasa por allí un mecánico en su «mil quinientos». Se baja solidario, se quita el mono y comienza a apagar al bonzo involuntario a base de mantazos de mono.
El inciendiado gritaba: ¡ay, ay, ay!, ¡déjame que me queme, déjame que me queme! Pero, bueno, ¿por qué?, le pregunta el mecánico. Y responde, ¡Déjame que me queme o saca la llave inglesa del bolsillo del mono!
Rescate es una palabrita engañosa para definir lo que hace la banca con los países en quiebra económica por su elevado déficit público. Recordemos que este déficit ha sido creado por la misma banca alimentando las burbujas especulativas.
Los señores de las finanzas, utilizando el mecanismo interpuesto de las agencias de calificación (entidades privadas que están en sus manos), deciden que no prestan dinero a un pais (adquiriendo su deuda pública) si en este no se aplican políticas de contencíón del déficit público que carguen la factura sobre los currantes, las inversiones en sanidad y educación; si no se aplican políticas restrictivas de derechos laborales, aumento en la edad de jubilación, pensiones y salarios miserables; si no se privatizan los servicios públicos. Por destacar solo una parte del pack de las políticas ultraliberales.
Viene esto a cuento del llamado rescate griego. El dinero con el que la banca privada va a rescatar a Grecia, con un interés del 4,68%, procede el Banco Central Europeo, que lo presta a su vez a la banca privada (fundamentalmente alemana, francesa y británica) a un interés del 1,25%. Si el dinero que necesita Grecia se lo prestará directamente el BCE, mediante una decisión política de los ministros del ecofin, a un interés, por ejemplo, del 0,5%, los griegos no estarían en la calle entre protestas y algaradas. La diferencia no es una tonteria, supone que los intereses que paga Grecia por su deuda externa pasasen de ser un 29% de su PIB a una cantidad un orden de magnitud inferior (pongamos un 2,9%). Si yo fuese griego gritaría: ¡no nos rescatéis por favor, sacad la llave inglesa de mono!
El segundo. Un vecino le debía dinero a otro, el deudor en el primer piso y el acreedor en el cuarto. No dormía el de abajo, pasaba las noches dando vueltas con la angustia de que no podía pagar la deuda, vuelta pa´cá, vuelta pa´llá. Un día no puede más. A las 3 de la madrugada, se asoma por la ventana y grita: ¡veciiinoooooooo! El vecino asustado da un repullo y se asoma por la ventana, ¡Queeeeeé! Y el de abajo le dice: ¡que no te voy a pagaaaaaar!
Tras anular unilateralmente su deuda, se vuelve a la cama y su pareja le pregunta: ¿bueno, y qué has ganado con eso? Y le dice: que ahora el que no duerme es él.
No estaría mal que alguien rompiera la dinámica sucicida que pretende acabar con los estados del bienestar. Finlandia lo ha hecho en referendum, claro que allí sólo hay 300.000 habitantes. Que tal si España dijera: ¡que no os vamos a pagaaaaaaaar!