“Sobre nuestro cielo bético, azul, luminoso, transparente, ilimitado, fue un verdadero pleonasmo la aparición de aquella avioneta, ingenuamente revolucionaria, que como quien anuncia una buena nueva, gritaba, con letras de pintura, desde sus alas de tela: ¡Andalucía libre!” Así iniciaba el escritor José María Pemán un extenso artículo publicado el 19 de septiembre de 1931 en la revista de Bogotá Mañana. Era una respuesta a la irrupción de los andalucistas de Blas Infante en la campaña a las Cortes Constituyentes republicanas de aquel mismo año, que emplearon una avioneta en su campaña electoral con el fin de llegar a todos los puntos del territorio andaluz.
El artículo, desconocido para los estudiosos de ambos personajes, refleja la otra forma de entender Andalucía, lejos de la idea regeneracionista y liberadora de Infante, de compromiso con una tierra sumida en la miseria y sometida a los dictados de los terratenientes. “Venir –y nada menos que por los aires- a enseñar la libertad en Andalucía. Pero es como decía el viejo Antón Melero vender miel al colmenero. Andalucía es libre desde los tiempos del Rey de Plata, de las leyes en verso y de las ágiles bailarinas de Cádiz: Has llegado tarde con tu anuncio arcángel mecánico”, sostenía el poeta gaditano.
En la línea de quienes querían hacer ver a una tierra sin necesidades en lo político, más allá de los círculos más conservadores, e incluso coincidiendo con quienes desde el Ministerio del Interior, quisieron involucrar a Blas Infante en un extraño complot para crear un Estado andaluz independiente, Pemán escribía: “nosotros los andaluces hemos llegado, por nuestra vieja práctica mucho más lejos en el camino de la libertad. No nos conmueve ya eso de Andalucía, cantón independiente.(…) Todo eso ha sido superado por todos nosotros; ni es ya para nosotros un atractivo. Aquí cada andaluz, es por sí, un cantón independiente ¡Cómo va a emocionarnos a nosotros, que en el balcón del bello y barroco Ayuntamiento de Sevilla, se enarbole un día una bandera autónoma, de género catalán mal imitado, si cada uno de nosotros hace tiempo que hemos enarbolado ya en nuestro espíritu, una bandera de brava independencia. Cada campesino que marcha en su rocín, lenta y filosóficamente y campo atraviesa, violando líneas y sembrados, es un estado independiente, con su estatuto, con su Generalitat”.
Con su innegable dominio de la pluma el autor de El divino impaciente estaba muy lejos de la libertad entendida por Infante, “Andalucía , es un imperio en cada alma, no nos vengan a nosotros anunciándonos, como un nuevo evangelio, la flamante autonomía ejemplar de Els Segadors. Aquí, hace tiempo, que se basta un hombre solo para cantar una copla o para matar a un toro. Y sin peligro, porque no hay cosa que tenga sentido más universal y más humano, que la libertad del espíritu, el alma que está segura de su libertad, es abandonada y dócil”.
Contrario a las aspiraciones autonómicas, la única libertad que entendía era la espiritual, de la que los andaluces debían estar repletos, “esta es la honda e íntima autonomía andaluza: autonomía del espíritu. Andalucía libre, sí, pero sin problemas federales. Andalucía hermana y acogedora, a fuerza de sentirse inviolable (…) Por eso el Betis, el Darro y el Genil, entre sus márgenes floridas de ilustres sonetos, se sonreían compasivamente cuando apareció el arcángel de lona, entre sus nubes fragantes de aceite de ricino”.
Era la reducción del pensamiento a la Andalucía como genio de España, (“ancha es Castilla por Andalucía”), conformista y olvidada por el centralismo. Y contra el regeneracionismo y la lucha por la identidad, impulsado al final de la primera década y siguiente del siglo XX por un grupo de la pequeña burguesía andaluza, esa otra burguesía aristocrática y de intelectuales conservadores.
Como Pemán, posteriormente cantor de la dictadura franquista, también el que luego fuera primer presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora, se mostró contrario a ese primer intento regionalista. En 1914, en el discurso pronunciado en los Juegos Florales del Ateneo de Sevilla, afirmaría: “Esta es la región de mis ensueños, pero no quiero ver en las piedras de la sierra las divisiones de fronteras, sino flores alegres que nos hagan pensar en el ensueño de nuestro cariño (…) Andalucía es la más grande expresión de la unidad nacional, porque es el remate de la cúpula del esfuerzo de todas las regiones”.
Defendían un regionalismo no político, poético de pandereta, de la gracia y de los toros. Andalucía no necesitaba nada porque lo tenía todo, y porque era en sí, la esencia de España. La imagen que luego prevalecería durante el régimen de Franco, cuyo levantamiento cercenó la vía autonómica del pueblo andaluz y asesinó a Blas Infante, su máximo representante. Una imagen apartada de la realidad de una tierra subdesarrollada, donde la emigración era la única salida.
nada nuevo bajo el sol. en lugar de pemán pones a Arenas Bocanegra, a Guerra, González o Griñán y esexactamente el mismo discurso. ¿qué pecado habremos cometido los andaluces para merecer esto?