Rafael Méndez.El País.19/12/2010.
España es «el mayor aliado» de EE UU en su pugna a favor de los transgénicos en Europa. El tema, que afecta a compañías norteamericanas como Monsanto o Syngenta, asoma con frecuencia en los cables que la embajada en Madrid envía a Washington. A través de ellos queda clara la complicidad entre España y EE UU contra las propuestas de Francia y de la Comisión Europea para limitar el cultivo de estas variedades. El secretario de Estado de Medio Rural, Josep Puxeu, llegó a pedir a la embajada, siempre según un cable, que «mantuviera la presión» sobre Bruselas para que la biotecnología siguiera siendo una opción para los Estados miembros.
En un informe del 19 de mayo de 2009, un mes y cinco días después de que Alemania se sumara al veto del maíz transgénico MON810 que ya tenían Austria, Grecia, Hungría y Luxemburgo, la embajada recoge la impresión extendida entre la industria de la biotecnología de que «si España cae, el resto de Europa le seguirá». Tal es la importancia que da a España en la soterrada lucha de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM).
La embajada detalla que España cultiva el 75% del maíz transgénico de la UE. Este maíz tiene un gen modificado para resistir la plaga del taladro. Y se muestra sorprendida de que el 2 de marzo de ese año España votara junto a Francia y otros países en la UE para permitir que cada país pueda vetar el cultivo de un transgénico. El telegrama diplomático asegura que sus fuentes en la industria justifican el cambio de postura en un apoyo a Sarkozy por permitir que España acudiera como invitada de Francia al G-20. «El Gobierno de España ha sido tradicionalmente un gran defensor del maíz biotecnológico debido a su gran demanda interior» para alimentación animal, explica el texto, pero desconfía de la «voluble» posición de Zapatero cuando se trata de enfrentarse a Francia.
En 2008, el maíz transgénico en España supuso un 30% del total cultivado, con más de 80.000 hectáreas plantadas. La embajada, tras reunirse con el director de Monsanto para España y Portugal, muestra su preocupación por el avance del movimiento antitransgénicos. En la calle y en las autonomías. El País Vasco aprobó el 21 de abril de 2009 una dura legislación para evitar que los transgénicos contaminen otros cultivos, algo que «podría llevar a los agricultores a dejar de plantar MON810», según los cables. En julio de 2009, el Parlamento catalán derrotó una iniciativa similar con los votos de PSC, CiU y PP y en abril de 2010 miles de personas -ecologistas y agricultores, principalmente- marcharon ante el Ministerio de Agricultura para pedir el fin de los transgénicos. En el último año ha habido ataques de ecologistas a explotaciones en las que se cultivaban OGM.
Oposición ecologista
España, tradicionalmente el país europeo más favorable a los transgénicos, ha visto crecer la oposición ecologista. Y con ella la preocupación de EE UU.
El informe cuenta cómo el 22 de abril de 2009, tras la votación en el País Vasco y el veto alemán, Puxeu «contactó con el encargado de negocios de la embajada» para «expresar su preocupación por la creciente presión sobre el Gobierno de España para prohibir el MON810», una variedad de Monsanto. Puxeu, al que la embajada define como un «tradicional defensor de la biotecnológica», confesó a los diplomáticos estadounidenses: «Ha sido la peor semana de mi vida». Además, «pidió al Gobierno de EE UU que mantenga la presión sobre Bruselas para mantener la agricultura biotecnológica como una opción para los Estados miembros y pidió al Gobierno de EE UU que trabaje con España en esta iniciativa», siempre según ese cable.
Puxeu ha defendido públicamente los transgénicos en multitud de ocasiones. «No quiero entrar en el terreno científico, pero tantos y tantos productos como el pan, las levaduras, los vinos, los quesos, la insulina de los diabéticos están elaborados con productos transgénicos, que parece que estuviéramos demonizando los avances de la biotecnología», declaró a EL PAÍS en abril de 2009. Entonces añadía que las críticas de Sarkozy obedecen a sus intereses comerciales: «A Francia, como exportador, le encantaría que Europa tuviera que aprovisionarse exclusivamente en su mercado». España, mientras, importa enormes cantidades de grano.
El viernes pasado insistió en la idea: «Esa es mi postura pública y privada. Siempre he defendido el uso de la biotecnología con evaluaciones científicas y que en la UE debería haber una postura común para no andar con vetos por países». Puxeu admite que habló con el encargado de negocios y que le pidió «que se movieran». Sobre si esa fue la peor semana de su vida, Puxeu relativiza: «Ahí exageran. Peor fue la del incendio de Guadalajara».
La Embajada de EE UU en Madrid considera que España es un país «que merece seguir siendo objetivo para desarrollar mayor aceptación de la biotecnología en la UE» dado «el posible desarrollo de variedades biotecnológicas capaces de resistir sequías y la falta crónica de agua en España».
Fusión ministerios de Agricultura y Medio Ambiente
En esa línea, considera que «la decisión de fusionar los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente en un ‘superministerio’ (…) es probablemente beneficiosa para impulsar una mayor aceptación de la agricultura biotecnológica». La embajada consideró que, tras la fusión, «las facciones antitransgénicos del Ministerio de Medio Ambiente pierden fuerza e influencia».
En una reunión entre Eduardo Aguirre y la entonces ministra, Elena Espinosa, celebrada en 2008 el embajador define el país como su mejor aliado en los transgénicos y señala el tono bajo de Espinosa y cómo a menudo contesta a sus preguntas con gestos o asentimientos. Aguirre llegó a preguntarle por los transgénicos a María Teresa Fernández de la Vega en uno de sus primeros encuentros, aunque esta le remitió a Medio Ambiente.
En otro cable tras la remodelación del Gobierno en 2008 la embajada se alegró de que Espinosa asumiera Medio Ambiente en lugar de Cristina Narbona. «La ex ministra de Agricultura (Espinosa) apoyó los OGM en el pasado, mientras que la ex ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona se oponía» y da por terminados esos «debates interministeriales». Un año antes la embajada mostraba su preocupación por las presiones de Medio Ambiente sobre Agricultura para endurecer un real decreto sobre coexistencia de transgénicos y cultivos tradicionales para evitar contaminación.»Nuestros contactos en el Ministerio de Agricultura insisten en que (…) no cederán a las demandas de Medio Ambiente sobre el decreto, que descartaría el futuro de la agricultura biotecnológica en España». Ese decreto no se aprobó.
La embajada resalta el nombramiento de Cristina Garmendia como ministra de Ciencia. De ella destaca que «trabajaba para un grupo industrial de biotecnología (no agraria), y puede ser una aliada en temas de OGM en las discusiones del gabinete».
Los documentos de la embajada adelantan las posturas del ministerio en los Consejos Europeos de Agricultura en los que se debate la aprobación de nuevas variedades. El 15 de octubre de 2009, el jefe de gabinete de Puxeu, Eduardo Díez Patier, habló con responsables de la embajada y les adelantó que España «iba a votar a favor de la importación de estas tres variedades de maíz biotecnológico» que la UE debía votar cuatro días después, según un cable a Washington, aunque advirtió de que había pocas posibilidades de que saliera adelante en la UE.
Los temores de la embajada están bien fundados. El pasado 12 de noviembre, el Eurobarómetro publicó la última de sus encuestas con la actitud de los europeos hacia la biotecnología. En él queda claro cómo el porcentaje de los encuestados contrarios a los transgénicos había subido del 57% en 2005 al 61% en 2010. Mientras, del 27% de apoyo se bajó al 23%. «Al contrario que la industria y los científicos, los europeos consideran que los OGM no ofrecen beneficios y son inseguros», concluye la encuesta europea.
España era, según esa encuesta, el país con el mayor apoyo a los transgénicos en 1996 (66% de los encuestados) pero en 2010 ya está casi en la media europea (35% de apoyo). Ya se sitúa por debajo de Reino Unido, Irlanda, Portugal, la República Checa y Eslovaquia.
«Cláusula de salvaguarda»
Mientras, la mayoría de los científicos -e incluso la Organización Mundial de la Salud- consideran que no hay riesgo, que en más de dos décadas de uso masivo no se han detectado problemas para la salud. Un transgénico es una planta a la que se le ha modificado un gen para conferirle alguna cualidad, por ejemplo la resistencia a alguna plaga.
Aunque EE UU, Canadá, Asia y América Latina han abrazado los transgénicos, la UE ha puesto muchas trabas y solo tiene aprobado el cultivo de maíz. Solo seis países lo plantan (España, la República Checa, Portugal, Rumanía, Polonia y Eslovaquia). Otros seis ?Austria, Francia, Alemania, Grecia, Hungría y Luxemburgo? han aplicado la «cláusula de salvaguarda» que les permite vetar el cultivo si tienen nueva información de que un transgénico constituye «un riesgo para la salud humana o el medio ambiente». Francia alegó, por ejemplo, que el MON810 genera «posibles efectos tóxicos adversos a largo plazo sobre las lombrices, los isópodos, los nematodos y las mariposas monarca».
Monsanto sostiene, según un cable, que todo responde a un «acuerdo de facto entre el Gobierno de Francia y Greenpeace y Amigos de la Tierra por el cual el Ejecutivo francés apoyaría el movimiento libre de transgénicos si los activistas miraran para otro lado en las iniciativas nucleares de Sarkozy». Casi todas las embajadas en Europa mandan cables parecidos a Washington y sacan el tema de los transgénicos en multitud de reuniones.
EE UU trata el tema con Francia una y otra vez y el 22 de abril de 2008 le avisa de que su veto a los transgénicos se basa en cuestiones políticas y no científicas. «La Organización Mundial del Comercio ha indicado que una prohibición es inaceptable según sus normas, y es probable que no nos quede más opción que pedir compensaciones», señala un despacho confidencial a Washington.
Las negociaciones son muy intensas con la Comisión Europea y con Francia. Un informe confidencial de la Embajada de París hacia Washington explica que «Europa va hacia atrás, no hacia adelante en este proceso, con Francia ejerciendo el papel de liderazgo, junto con Austria, Italia e incluso la Comisión». Según ese cable, la Comisión y el Ejecutivo de Sarkozy tranquilizan a la delegación de EE UU, ya que solo se trata de prohibir el cultivo, no la importación de alimentos. «Vemos el veto al cultivo como un primer paso, al menos por los anti-OGM, que después se moverán para prohibir las importaciones».
El ex embajador en París Craig Roberts Stapleton se refiere a la venta de semillas transgénicas como un negocio propio: «No podemos ceder en el cultivo por nuestro considerable negocio de semillas en Europa y por los agricultores, que una vez que prueban con transgénicos se vuelven sus más fervientes defensores».