Roberto del Tío
Cada año por estas fechas me nace del alma escribir un artículo recordando al 15M. Este año, en el que se cumple una década de aquella ambiciosa explosión ciudadana, se han escrito ya muchas crónicas de esta efeméride. No abundaré en los cambios de la política desde entonces, que ya son conocidos. Hace diez años se demandaba una democracia más dinámica y menos anquilosada por un bipartidismo que, por entonces, a malas penas resistía los escándalos de corrupción casi diarios mientras la gente sufría la mayor crisis financiera que se recordaba. Diez años después, pese al cambio en el panorama político y su trayectoria cambiante más que evidente, poco se ha cambiado en los resultados que se buscaban. Ahora, el desapego de la ciudadanía con la política es prácticamente el mismo (a lo que ha “ayudado” mucho la pandemia), sigue vigente el “no nos representan” y, además, la democracia española no solo no ha evolucionado si no que resulta que tiene que sortear las amenazas que emanan del crecimiento de la ultraderecha. En definitiva, los que por aquel entonces teníamos una década menos de edad y recordamos con cariño aquellos años no tenemos muchos argumentos para rebatir a los milenials que nos pueden decir que “… pues vaya tela a donde nos habéis traído “. Y nos lo pueden decir con razón… pero afortunadamente no en todo.
Hay muchas cuestiones que hoy nos parecen normales que entonces no lo eran, como por ejemplo que la banca haya tenido de devolver una millonada derivada de las reclamaciones sobre claúsulas suelo y gastos hipotecarios de las hipotecas; como que se cuide mucho más el derecho a la vivienda, que seamos mucho más intolerantes ante la corrupción, que contemplemos varias opciones para votar y no solo dos… Yo creo que todo eso viene de allí. Pero, sin ninguna duda, muchas otras demandas de aquel entonces, la mayoría, siguen hoy vigentes.
Este año, en lo que a política se refiere, he recordado al 15M cuando he visto dos sucesos llamativos por su novedad y su trascendencia. El primero de ellos es el constante ascenso de Los Verdes en Alemania, y lo recuerdo de tal forma que me gustaría intervenir de nuevo en aquellas asambleas de mayo de 2011 y años sucesivos. Entonces podíamos debatir sobre matices de algunos asuntos, sobre una misma base ideológica, pero nunca, nunca se discutía con respecto a asuntos relacionados con lo que hoy llamamos “ecología política”. Nunca. La defensa del medio ambiente, la conservación de la naturaleza, la lucha contra la contaminación… era asumida por todo el mundo por acuerdo tácito. Y si lo menciono es porque, al seguir la trayectoria de Los Verdes en Alemania, es ahora cuando me doy cuenta de que pecamos entonces de no convertir en política todo aquel consenso. Viendo como lo han hecho Los Verdes en Alemania no me parece hoy tan descabellado.
Si bien es cierto que ahora la conciencia de cuidado del planeta está mucho más extendida gracias a la ingente información acerca del cambio climático, en Alemania este ascenso de Los Verdes está ligado a lo que se podría llamar sin tapujos una política -esta vez sí- nueva. Una política que construye su discurso asentada en la realidad de lo cotidiano, que mira mucho al futuro y muy poco al pasado y que plantea la transición ecológica de la economía como una necesidad ligada a los problemas normales y reales, y como una solución que aportaría la justicia social que hoy se echa en falta para que volvamos a vernos como comunidad, como sociedad, y no como la selva que nos ha propuesto con fuerza el tramposo neoliberalismo.
Es decir, mirando a Alemania me doy cuenta hoy de que parar los desahucios y reformar las leyes hipotecarias para defender el derecho a la vivienda eran políticas verdes; que las luchas contra la corrupción, contra la precariedad laboral, contra los recortes de pensiones o contra la ley mordaza (repasen las acciones de Greenpeace en aquella época) eran luchas verdes; que reivindicar una educación pública más fuerte que provoque igualdad de oportunidades o una sanidad pública y la lucha contra su privatización era verde; que querer una reforma del tejido productivo, evitar el éxodo de nuestros jóvenes… era verde. El famoso lema “no nos representan” era verde, o el “no somos de izquierdas ni de derechas”… claro, éramos verdes. Entonces no lo sabíamos, lo teníamos tan claro que no nos dábamos cuenta.
Cuando veo todo esto desde Andalucía todavía me gustaría más tener una máquina del tiempo para volver al 15M del 2011. En Andalucía no ha faltado nunca ni la conciencia de conservación medioambiental ni el conocimiento de lo que el sol significa para nosotros. No en vano, el Parque Nacional de Doñana se declaró ni más ni menos que en 1969, en plena expansión de una brutal urbanización de nuestras costas. Mientras nos ha parecido tan normal que Doñana esté y que esté así, en 1994 fue declarado Patrimonio de la Humanidad al ser el espacio natural totalmente salvaje más grande de Europa. Lo mismo ocurre con la conciencia sobre la capacidad del sol para producir energía que no dependa del petróleo; la Plataforma Solar de Almería data de 1977, y es hoy el mayor centro de investigación y desarrollo de Europa dedicado a las energías solares de concentración, y sus investigadores son recurrentemente premiados o reclamados para trabajar incluso en USA. El sol es andaluz y Andalucía es su casa ¿alguien lo duda?. Tampoco hay dudas, con lo que duele la factura de la luz en Andalucía, de que no le sacamos el partido que se podría y da mucha envidia ver cómo se aprovecha, por ejemplo, en la ciudad de Friburgo, en Alemania, gobernada por los Los Verdes desde 2002, cuando en las capitales andaluzas se disfruta del doble de horas de sol que allí. En definitiva, en Andalucía tenemos asumida la conciencia verde desde hace mucho tiempo, tenemos todos los mimbres para ser una potencia verde; solo hace falta convertir todo eso en política para que se den los resultados lógicos.
El segundo hito político de los que me han recordado al 15M este año ha sido la campaña y resultado de Más Madrid en las recientes elecciones autonómicas madrileñas. Han sabido transmitir que en política hay que ocuparse “de lo que de verdad importa”, y, con ello, con la política verde de preocupación por lo cotidiano, han conseguido la inesperada posición de ser quienes ejerzan de referencia de la oposición, con una enorme proyección de futuro, además. Su oferta ha sido no solo parecida a la que se desprende del discurso de los verdes alemanes, es, además, la oferta política que más se parece a la que el 15M reclamaba hace una década. Sin duda, se ha podido reconocer a una candidata “nueva”, en un grupo político “distinto”, apelando con frescura al futuro… Será casualidad que haya sido en Madrid y que parezca destinado a extenderse por todas partes… como ocurrió hace 10 años con el 15M. Ojalá se consolide esta impresión.
Mientras observamos esta evolución, en este aniversario del 15M yo me apunto y me traigo a Andalucía una frase que la semana pasada pronunció en el Bundestag alemán Annalena Baerbock, la lideresa de Los Verdes y que, según las encuestas, puede convertirse en canciller en otoño: “Defender el medio ambiente es defender la libertad”. De repente, esas pocas palabras adquieren un enorme significado. Y ese significado me parece enormemente quincemayista.
Feliz 15M.
Roberto del Tío
Fue activista del 15M hasta las últimas reuniones del movimiento en Las Setas de Sevilla y en Dos Hermanas
Fue secretario general de Podemos en Dos Hermanas
Es Doctor en Biología
Es profesor de enseñanza secundaria
Es socio de Greenpeace
Es afiliado de USTEA y Más País Andalucía.