Manuel Rodríguez
En este tiempo lleno de incertidumbres, cuando la pandemia vuelve a golpear en todo el mundo y cuando se nublan las perspectivas de avanzar hacia una recuperación rápida, ha irrumpido en el panorama político español el liderazgo de Yolanda Díaz, con una propuesta de transversalidad, escucha, feminismo, pluralidad territorial y ejercicio democrático, a través de su enorme capacidad para llegar a consensos a pesar del clima de confrontación y polarización impuesto por la derecha y la ultraderecha.
El liderazgo ascendente de Yolanda Díaz ha traído una bocanada de esperanza para las clases populares porque está haciendo posible la vieja aspiración de construir un marco de confianza política que favorezca la conexión de las clases medias con el mundo del trabajo, ya que sus contenidos y sus formas enlazan las políticas públicas igualitarias con prácticas profundamente democráticas de diálogo y acuerdos.
Su condición de Ministra de Trabajo le ha servido para reestablecer la complicidad entre un liderazgo político radicalmente progresista con los sindicatos, tan atacados en las últimas décadas por ciertos sectores de la izquierda. Como ha escrito Pérez Royo “El concurso activo de los sindicatos es condición necesaria, aunque no sea suficiente, para el triunfo electoral de la izquierda. Ese concurso dependía en este próximo ciclo electoral de la aprobación de la reforma laboral en unos términos en los que los sindicatos pudieran reconocerse”.
Construir esta conexión entre las clases medias con el mundo del trabajo había sido una misión imposible para una izquierda a la que se le arrinconaba a la izquierda del PSOE y que había interiorizado esta posición desde la que es imposible establecer las alianzas sociales necesarias para representar un proyecto de país, es decir, un proyecto en el que se pueda reconocer la mayoría social. Esta había sido precisamente la gran aportación teórica y política de Íñigo Errejón en sus disputas con Pablo Iglesias.
Por eso, este Acuerdo, en un contexto de máxima confrontación política, es un éxito rotundo y una mala noticia para los que quieren imponer una dinámica de enfrentamiento social. Y lo más importante, este Acuerdo se ha logrado, por vez primera en democracia, no a favor de las pretensiones de los empresarios, sino de la clase trabajadora, garantizando, por el consenso alcanzado, el visto bueno de Bruselas del que depende la vía libre para los fondos europeos en 2022.
El Acuerdo hace frente a la temporalidad, la principal lacra que castiga al mercado de trabajo, porque los contratos temporales en España duplican en número la media europea y condenan a una humillante precariedad, muchas veces con un ritmo de un contrato cada día, a millones de trabajadores. Con el Acuerdo, los contratos normales serán los indefinidos. Consagra además instrumentos para acabar con el fraude sistémico en los contratos temporales porque las sanciones se calcularán por cada uno de los trabajadores afectados y no por cada compañía individual responsable.
También reequilibra la negociación colectiva, con el restablecimiento de la ultra actividad de los convenios, deshaciendo la reforma del PP en 2012 que entregaba más poder a los empresarios. Se vuelve a una negociación colectiva articulada, con la definición normativa del ámbito de negociación colectiva estatal, territorial y de empresa. La exigencia de rigor legal se traslada también a las subcontratas, cuyos salarios dependerán del convenio sectorial regulador de su actividad. La seguridad se refuerza con la primacía del convenio sectorial sobre el de empresa.
Por todo ello, el Acuerdo unánime alcanzado el 23 de diciembre es un día histórico para los trabajadores y las trabajadoras que le da sentido a la larga lucha contra la reforma laboral del PP y a la huelga general del 2012.
Es además un símbolo: si Yolanda Díaz ha conseguido, por primera vez en más de 40 años que, en una reforma del mercado laboral de esta envergadura, los empresarios y sindicatos negocien civilizadamente y se pongan de acuerdo, puede también ser un agente clave para lograr superar la persistente polarización de la vida pública española. Este mensaje es un logro que ayuda a rebajar el pesimismo que genera la actual situación pandémica por lo que es una derrota para el PP y VOX que rompe el marco de polarización y los ponen en una situación muy complicada para oponerse a un Acuerdo que ha firmado la patronal y es un refuerzo importante para el gobierno de coalición porque asienta la paz social, afianza la estabilidad política y garantiza el acceso a los fondos europeos.