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El Andalucismo como causa común.

blas infante

La originalidad del pensamiento político de Blas Infante radica tanto en su comprensión primordial de la realidad nacional de Andalucía como en la formulación de un “nacionalismo de la sociedad” frente a la ideas nacionalistas dominantes que identificaban nación y Estado.

Es esta originalidad nuclear del pensamiento del padre de la patria andaluza la que confiere al andalucismo una extraordinaria capacidad autorregenerativa sobre todo en las épocas de cambio. Sucedió al final de la dictadura de Primo de Rivera y con el advenimiento de la II República; sucedió en la transición a la democracia y es posible que esté sucediendo ahora. En los últimos 100 años, el andalucismo ha implosionado para ofrecer en los momentos más críticos una causa común, una causa compartida para la inmensa mayoría de los andaluces que cataliza y sintetiza todos los anhelos progresistas del pueblo. Hasta tal punto ha sido común que siempre ha desbordado los límites de un partido para convertirse casi en una característica del sistema político andaluz en su conjunto, en un movimiento popular con una enorme capacidad movilizadora al conectar ideas, intereses y sentimientos.

Posiblemente la desproporción entre la débil organización política y la magnitud de la causa común que proporcionaba explica el fracaso a la hora de gestionarla, tal como ha ocurrido con la idea de la Autonomía durante estos treinta años.

No hay duda del extraordinario papel que jugó el antiguo PSA durante la transición política al impulsar la causa de la Autonomía como paradigma frente al subdesarrollo, impidiendo, al mismo tiempo, que se creara un Estado con dos niveles territoriales vinculados, en la práctica, a los prejuicios sobre “la calidad” de sus culturas. Sin embargo, la gestión hegemónica de la Autonomía la ha ejercido ininterrumpidamente el PSOE (A) fagocitando en un primer momento las señas de identidad andalucistas para luego ir diluyendo el sentimiento andalucista mientras imponía un modelo basado en el desarrollismo y el clientelismo. Tanto la primera como la segunda estrategia han intentado llevar al andalucismo a una situación de marginación política.

En estos momentos estamos viviendo el fin de una época y el nacimiento de otra. También al fin de la hegemonía del PSOE (A) en Andalucía tanto por el hundimiento sin paliativos del sistema económico que ha impulsado como por la crisis política de su liderazgo errático y el afloramiento de la corrupción generada por la cultura del clientelismo.

Es el momento de que el andalucismo ofrezca a la sociedad andaluza una causa común que consiga hilvanar todas sus energías positivas para que volvamos a creer en nosotros mismos, para que nos movilicemos y seamos concientes de nuestra fuerza. Cada una de las difíciles coyunturas de transición, por la que hemos atravesado los andaluces, necesitaban respuestas diferentes aunque posiblemente nunca tanto como hoy porque esta vez lo que está en crisis en el sistema en su conjunto. Pero la originalidad y la modernidad seminal del andalucismo, que permite su permanente renovación y adaptación, también está generando una propuesta hoy, una propuesta para Andalucía en esta crisis de la globalización.

Esta crisis del sistema es también la crisis de las dos grandes herramientas de que dispone para amortiguar la percepción de las desigualdades: el crecimiento y el Estado Nación.

Andalucía necesita un nuevo modelo de progreso basado en la creación de puestos de trabajo y, a su vez, en el decrecimiento del consumo de materiales ¿contradicción?: solo desde la óptica de la economía convencional basada en la explotación de los recursos naturales y de la mano de obra, pero no desde la estrategia que combina el impulso de la calidad y la igualdad: Más innovación, más cultura, más vida, más democracia, más equidad: esos son los valores que conforman el medio ambiente donde la cultura andaluza se fusiona y se realiza con plenitud.

El andalucismo, a su vez, es un precursor en la comprensión de la crisis del Estado – Nación. Nunca ha querido clonar al Estado sino que ha luchado por la autonomía de una sociedad a la que reconocía como diferente pero no excluyente; sobre la que percibía su existencia en el tiempo y en el espacio como producto material de las relaciones sociales “almacenadas”, transformadas y transmitidas a través del territorio andaluz, convertido en un eficaz conector y fusionador cultural. Hoy el andalucismo, en la crisis del concepto de soberanía, reivindica “naturalmente” más autonomía real para Andalucía pero también mas integración europea a través de la federación de los territorios bajo los principios de democracia, igualdad, cooperación y eficiencia.

El territorio, la cultura, la igualdad y la democracia vuelven a situarse en el centro del proyecto político para la movilización de la sociedad andaluza por la autonomía, el trabajo y la ecología frente al desempleo, la dependencia, el desarrollismo y el régimen clientelar que ha impuesto el bipartidismo a través del control de la imagen y de la corrupción. La inminente unidad del andalucismo en torno al Partido Andalucista debe marcar el inicio de la consolidación de un nuevo paradigma propio y compartido para unir al pueblo andaluz en esta transición de sistema y propiciar que despleguemos, de nuevo, toda la fuerza de Andalucía.

2 Comentarios

  1. ANDALUSÍ LIBERTARIO

    La verdadera Al-Andalusía, reprimida, ocultada, proscrita…; pero JAMÁS VENCIDA:

    http://www.youtube.com/watch?v=61Z30xYhScE

  2. «nuevo modelo de progreso basado en la creación de puestos de trabajo y, a su vez, en el decrecimiento del consumo de materiales ¿contradicción?»

    Esto no es posible en un modelo de libre mercado, y me atrevería a decir que en un modelo simplemente ‘humano’ pues de todos es sabido que somos una ‘plaga’ y que no es posible limitar o sujetar la voluntad del ‘otro’ (pueblo, vecino, país) por tener lo mismo que tú y mejorarlo. De momento no tenemos respuestas. O yo no la veo.

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