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El andalucismo ecofederalista como antítesis del nacionalismo soberanista

Rafa Rodríguez

“En rigor “el nacionalismo” no existe; existen “nacionalismos” con estructuras ideológicas, reivindicaciones y estrategias muy distintas”

Ramón Máiz  (Nacionalismo y federalismo. Una aproximación desde la teoría política)

 

1.   Introducción

Desde el andalucismo ecofederalista entendemos al andalucismo como un nacionalismo pluralista. Esta distinción le da sentido a que exista el concepto de andalucismo como concepto propio y distinto del nacionalismo soberanista, que al que generalmente se identifica con el término “nacionalismo” por la sobresignificación que ha alcanzado esta forma de nacionalismo.

 

El andalucismo como nacionalismo pluralista y el nacionalismo soberanista, o nacionalismo a secas, lejos de ser dos variantes de una misma ideología, son dos conceptos no solo diferentes sino opuestos que, tal como indica Máiz, tienen estructuras ideológicas, reivindicaciones y estrategias muy distintas.

2.   Sobre el concepto de nación

Es el concepto opuesto de nación el que determina todo el desarrollo de las diferencias entre andalucismo, como concreción en el ámbito andaluz del nacionalismo pluralista, y el nacionalismo soberanista.

a) Para el nacionalismo soberanista la nación es una realidad objetiva (ya sea España, Andalucía o Cataluña) que ha sido creada por el desarrollo de la historia y de la cultura en un determinado territorio y, por lo tanto, es una realidad indiscutida que hay que aceptar como un elemento dado e inmutable.

b) Para el nacionalismo pluralista, la nación no es una realidad objetiva sino una construcción producto de la subjetividad colectiva y, por lo tanto, de naturaleza contingente, una realidad imaginada (Anderson) que se construye a través de un proceso político con una perspectiva política.

 

Cuando las construcciones nacionales se superponen, como es el caso del Estado español que es un Estado de textura plurinacional, preferimos hablar de nacionalidad, para evitar que se confunda con el concepto soberanista y monista de nación.

 

Para el andalucismo ecofederalista, Andalucía es una nacionalidad, como establece el Estatuto de Autonomía en conexión con el artículo segundo de la Constitución, un sujeto jurídico – político dotado de instituciones de autogobierno, con un valioso patrimonio constitucional y democrático, que forma parte del Estado español y de la Unión Europea, que se construye permanentemente mediante la participación activa de los residentes en Andalucía.

 

3.   Las consecuencias de los distintos conceptos de nación sobre su relación con la democracia

a) El concepto objetivo de nación tiene como raíz una concepción homogénea, tanto social como ideológica, de la comunidad, de forma que limita la pluralidad interna. Social porque solo admite una historia y cultura posible sobre un territorio, ya que estas son las que han creado a la nación. Ideológica porque, al ser una realidad que viene dada, no es posible disentir de su existencia, bajo el castigo político de ser considerado traidor, botifler o vendepatrias. Esta visión es en su raíz incompatible con la democracia ya que ésta se levanta precisamente sobre el reconocimiento de la pluralidad a todos los niveles.

b) El concepto subjetivo de nación democratiza el concepto de nación al construirse sobre la pluralidad social e ideológica.

 

Andalucía es hoy una sociedad abierta, moderna, compleja y plural, con un enorme dinamismo y diversidad, cuyos residentes comparten, mayoritariamente, distintos sentimientos de pertenencia político – territorial, sin que implique contradicciones ni exclusiones, al contrario, se expresan en múltiples lealtades compatibles entre sí, lo que refleja su raíz democrática.

 

El andalucismo ecofederalista tiene como objetivo consolidar los vínculos colectivos de pertenencia de la ciudadanía andaluza con Andalucía, como una comunidad de solidaridad en la que compartimos intereses comunes, emociones y símbolos. La acción política de impulsar a Andalucía como nuestro marco político fundamental es un factor decisivo en la lucha por la hegemonía del bloque social de las clases populares, en competencia con las estrategias para la hegemonía de los poderes económicos globales.

 

4.   Las diferencias en torno a la naturaleza de la comunidad

a) El nacionalismo soberanista concibe a la comunidad como un compartimento estanco con una cultura uniforme, ya sea España, Cataluña o Andalucía.

 

b) El andalucismo concibe a Andalucía como una comunidad plural y compleja, que forma parte de un sistema de comunidades que se solapan y entrelazan, donde se superponen culturas e identidades territoriales y no territoriales, ya sean colectivas o individuales, que requieren de arreglos institucionales que garanticen la flexibilidad y el respeto a todas sus expresiones.

 

Como movimiento político defendemos que Andalucía aporta un contexto cultural de bienes y objetos que provee a sus residentes de sentidos y referencias para la convivencia, potenciando por un lado la libertad individual, y su conexión con los derechos de ejercicio colectivo, frente al uniformismo que despliega el neoliberalismo y, por otro, la centralidad de Andalucía en el mundo frente a cualquier jerarquización de territorios.

 

5.   El andalucismo ecofederalista frente al nacionalismo soberanista como movimiento social

a) El nacionalismo soberanista es monista, excluyente en la práctica se comporta con “neutralidad social”. Al autorrepresentarse la comunidad como un todo homogéneo, excluye en la práctica los conflictos internos por lo que externaliza los conflictos en forma de competencia territorial, trasladando el “enemigo” de la esfera del poder económico a la esfera de lo público, del Estado.

 

Fomenta los sentimientos en torno al resentimiento y el egoísmo colectivo, como proyección del individualismo social del “nosotros primero” al elaborar la división entre el “nosotros” y el “ellos”, y prioriza la lealtad a la nación por encima de cualquier otra lealtad social.

 

b) Nuestro andalucismo es un nacionalismo democrático, pluralista e incluyente que promueve los valores de la democracia republicana de participación y deliberación para ampliar los derechos y sus garantías.

 

Elimina el antagonismo territorial como elemento estructurante de su acción política y promueve la cooperación pública institucional y social de los territorios para la transformación y la igualdad, desde la defensa de la democracia en todos los ámbitos, impulsando la empatía como sentimiento básico. Es posible que el sentimiento de empatía sea menos movilizador que el resentimiento, pero, sin duda, la empatía es mucho más eficaz para la construcción política de la convivencia a través de la inclusividad.

 

Nuestra posición básica se estructura en torno al conflicto social por la igualdad en todas sus dimensiones, en la defensa de las clases y grupos que sufren la desigualdad, desde la defensa de los valores universales de democracia, libertad, justicia, igualdad, solidaridad y sostenibilidad.

 

Los bienes y objetos de la cultura diferencial andaluza constituyen un acervo que se identifica con las situaciones seculares de marginación y opresión que hemos padecido, incluida persecuciones étnico – religiosas y una profunda desigualdad social, que se vio agravada cuando el desarrollo del capitalismo industrial no situó en una zona de dependencia, convirtiéndonos en la periferia de la periferia, por lo que hay una estrecha correlación entre la cultura andaluza y las identificación de las clases populares de Andalucía. Las precondiciones culturales y las socioeconómicas encuentran en esta identificación la pieza clave para la orientar la naturaleza política progresista del andalucismo.

 

El bloque social que constituyen las clases populares andaluzas encuentran en la construcción de Andalucía como marco político fundamental el espacio de lo común para transformar sus reivindicaciones en un proyecto político para la inmensa mayoría de los residentes en Andalucía, al mismo tiempo que fortalece los vínculos entre el trabajo y la cultura y entre lo rural y lo urbano, mediante la agregación de intereses y el intercambio de material simbólico.

 

Es un proceso político de hegemonía y transversalidad mediante el cual el pueblo, en su acepción de conjunto de clases y grupos subalternos, se transforma en pueblo, en su acepción del conjunto de residentes en un territorio que tienen la conciencia política de formar parte de una misma comunidad.

 

Por eso, los símbolos andaluces representan a la totalidad de la comunidad política andaluza y, al mismo tiempo, representan también las demandas de autonomía, igualdad y justicia de las clases y grupos no privilegiados de Andalucía.

 

Este proceso articula aquí y ahora la compleja, dinámica y contradictoria relación entre conflicto y consenso social que define a la democracia, poniendo en primer plano la voluntad de la ciudadanía para configurar a Andalucía como comunidad política.

 

6.   Las diferencias en torno al Estado y la soberanía

a) El nacionalismo soberanista ya sea estatalista (como el nacionalismo español) o de los nacionalismos interiores frente el Estado español, identifican nación con Estado porque son cautivos del dogma de la soberanía única.

 

Los estatalistas defienden que el Estado español solo tiene una nación, la española, y los nacionalismos soberanistas interiores reivindican un Estado propio para “su nación” y, aunque utilicen a veces fórmulas como la confederación o incluso la federación como añadidos, éstas son posiciones tácticas que se conciben explícita o implícitamente como etapas hacia la plena identificación entre nación y Estado.

 

En su raíz vive la idea de que en el Estado solo cabe una nación y una cultura, o la simétrica: que la proyección de una nación solo se realiza con plenitud mediante un Estado propio. En cualquier caso, ambas posiciones implican un debilitamiento del Estado frente a los poderes económicos globales.

 

b) El andalucismo ecofederalista deconstruye la cadena unidimensional “cultura – pueblo – nación – soberanía – Estado”, para dotar a cada uno de ellos, sin suprimir ninguno de sus elementos, con una naturaleza plural y, por lo tanto, rearticular sus interrelaciones sobre el principio de la flexibilidad.

 

Nos diferenciamos así de otras alternativas que, frente al déficit democrático sustantivo del nacionalismo soberanista, han propuesto soluciones como el patriotismo constitucional, que elimina la “cultura – pueblo – nación” de aquella ecuación, pero que, en la práctica, asume el statu quo del estado – nación y el uniformismo cultural de la globalización neoliberal.

 

Frente a este uniformismo cosmopolita subrayamos la trascendencia de la cultura y de la comunidad como procesos políticos y del autogobierno y la cosoberanía como soluciones institucionales a la pluralidad nacional.

 

Estado democrático y comunidad, en su despliegue pluralista, lejos de ser realidades políticas antagónicas, establecen entre sí una dinámica virtuosa de modo que sin Estado no hay comunidad y sin comunidad no hay Estado que pueda funcionar democráticamente.

 

Entendemos que la soberanía efectiva ya es de ámbito global y que el federalismo es respuesta institucional a la diversidad interna y externa de culturas, pueblos y naciones, para la defensa del poder público, del Estado en sentido amplio, y de la democracia frente a los poderes económicos globales y sus derivaciones en todas las escalas.

 

Proponemos un federalismo del siglo XXI, en nuestro ámbito, que se estructure a través de la autonomía en todos los niveles existentes, articulados mediante la participación y la codecisión en las distintas escalas, desde los municipios, las Comunidades Autónomas y el Estado central hasta la Unión Europea. En este contexto, la plurinacionalidad es la cultura que puede lubricar todo el sistema para una convivencia basada en el respeto y la tolerancia de las diferencias, en la diversidad multiétnica y multicultural.

 

Reivindicamos la naturaleza constitucional de nuestro Estatuto de Autonomía, la reforma federal de la constitución española y un proceso federal constituyente para la Unión Europea, así como la interconexión de sus textos constitucionales existentes y futuros.

 

A nivel global defendemos la multilateralidad y el fortalecimiento institucional, en especial la democratización y reforma de las Naciones Unidas para dotarla de capacidad para tomar decisiones vinculantes para sus Estados miembros.

 

7.   Las diferencias en torno a los objetivos

a) Los objetivos del nacionalismo soberanista pivotan en torno a la identifican entre el Estado y la nación o la nación y el Estado. Unos objetivos que, en sus orígenes, fueron los de las burguesías territoriales para delimitar los mercados interiores.

 

En Andalucía el nacionalismo soberanista es una ideología condenada a la marginalidad porque ni hubo ni hay una burguesía territorial capaz de articular un proyecto político propio, por lo que las escasas élites intelectuales que la defienden no encuentran las complicidades de las clases populares en ese proyecto político.

 

b) El andalucismo ecofederalista es un proyecto para nuestro tiempo y nuestro contexto político que tiene como fundamento la conexión entre democracia y transformación para la emancipación social.

 

La democracia, desde los valores del republicanismo cívico, impregna todo nuestro proyecto político, por eso defendemos que la opinión pública es endógena y constitutiva en todo proceso político y la importancia del diálogo, la negociación y el pacto a cualquier nivel, así como la referencia de ampliar la dimensión participativa y representativa como objetivo subyacente en la construcción social e institucional.

 

Hemos acuñado el concepto de autonomía estratégica para definir un objetivo que va más allá de la autonomía jurídica porque incorpora las bases materiales para conseguir que el pueblo andaluz disponga de los recursos y el poder suficiente para superar nuestra tradicional posición de subalternidad y dependencia en la jerarquía territorial global, agravada, a su vez, por la persistencia del centralismo en el Estada español y en la Unión Europea.

 

La autonomía estratégica es sinérgica con la articulación federal porque el fortalecimiento de las escalas del poder público, en vez de limitar la autonomía estratégica, amplía nuestra influencia y nuestra capacidad para competir con los proyectos hegemónicos de las élites económicas globales y sus derivaciones territoriales, haciendo factible las soluciones para los problemas globales de toda índole que padecemos, desde el cambio climático, la desigualdad estructural o las pandemias.

 

Conquistar una posición de autonomía e igualdad territorial es un proceso paralelo al avance en el proyecto de transformación democrática ecosocialista mediante el Green New Deal (GND), y su concreción de un pacto verde para la reactivación y transformación de Andalucía.

 

Coda

Esta ruptura profunda con el discurso del nacionalismo soberanista, con el concepto objetivo de nación, con la identificación mítica entre Estado y nación o entre nación y Estado o con la representación artificial de la homogeneidad de la comunidad, provoca que muchas veces se nos sitúe como una posición política exterior al campo del nacionalismo tradicional, que no nos consideren “de los suyos”, ni de ningún otro espacio político construido sobre un dogma unidimensional. Y es que somos por igual, andalucistas, federalistas, feministas, ecologistas y socialistas, pero, por encima de todo, defensores de la democracia.

 

Este artículo ha sido publicado con anterioridad en El Salto Andalucía

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