Rafa Rodríguez
- Autonomía política y desarrollo autocentrado, en un Estado democrático y federal, al servicio de la emancipación del género humano
En la Asamblea andalucista de Ronda de 1918 Blas Infante propuso los tres símbolos de la nacionalidad, bandera, himno y escudo, a partir de elementos tradicionales a los que dio forma y sentido, que han sido acogidos, social y jurídicamente, por el pueblo andaluz como expresión inequívoca de nuestra identidad política.
En el escudo incorporó la leyenda “Andalucía para sí, para España y la Humanidad”, aunque en 1931 el propio Infante moduló el “para sí”, más introvertido, por el actual “por sí”.
Con este lema los andalucistas históricos consiguieron conectar los tres grandes pilares que fundamentan las aspiraciones del andalucismo federalista. “Andalucía por sí” hace referencia a Andalucía como una Comunidad territorial dotada de identidad cultural propia, con vocación de autonomía política y desarrollo autocentrado; “para España” marca el objetivo de nuestra contribución a un Estado policéntrico, democrático y republicano “y la Humanidad” nos pone al servicio de la emancipación del género humano.
“Andalucía para sí, para España y la Humanidad”, constituye una ecuación, basada en la cooperación, la participación y el pluralismo, en la que se equilibra la defensa de lo identitario con lo universal y se reivindica al pueblo andaluz, como sujeto político dotado de autonomía política y económica, en un Estado español federal, instrumento para la defensa del poder político sobre los poderes económicos y para la redistribución equitativa de los recursos, a la luz de los valores universales.
Esta fórmula de síntesis entre la identidad, el Estado y lo universal, destaca por su singularidad en una época donde empujaban con fuerza los vientos del nacionalismo romántico alemán, de naturaleza idealista, fisicalista e insolidario, tanto en el nacionalismo español como en los periféricos.
Le explicación de la original propuesta de Blas Infante está en la concepción social del andalucismo fundada sobre la conexión entre nuestra matriz cultural y la situación de explotación y opresión de las clases populares andaluzas que sufrían la doble consecuencia, por un lado, de la dependencia y subalternidad en la que el capitalismo había situado a Andalucía y, por otro, de un Estado liberal, centralista, corrupto y caciquil.
- Defensa de las clases populares andaluzas e identidad construida
El andalucismo, lejos de sustituir el conflicto social interno por la confrontación externa entre territorios (como hace el nacionalismo soberanista que es utilizado por la derecha y la extrema derecha para su proyecto hegemónico) considera que la identidad andaluza es producto de la confrontación de clases, por lo que reclama la autonomía necesaria para alcanzar la igualdad en todas sus dimensiones, interna y externa, a través de un Estado democrático, federal y republicano, como aportación a nuestra lucha por la emancipación de la humanidad.
Como todo proyecto político que tiene por objeto la hegemonía de un bloque social, el andalucismo aspira a realizar una traslación desde la parte al todo. La propia idea de pueblo andaluz tiene esa doble dimensión. El pueblo son las clases dominadas. Pero pueblo define también a la totalidad de las personas que viven o se sienten andaluzas. Por ello, tiene la potencialidad, desde la toma de partido por las clases trabajadoras andaluzas, de identificarse con los intereses generales del conjunto de la ciudadanía andaluza que comparten los símbolos de nuestra tierra sin que éstos tengan un carácter excluyente ni agonístico porque representan valores cívicos universales, construyendo un consenso desde “la parte de los sin parte”, que diría Ranciere.
A la defensa de los intereses materiales de las clases populares andaluzas se suma el concepto constructivista de la naturaleza política de Andalucía ya que, como ha escrito Ramón Maíz “Las identidades colectivas no se “descubren”, ni se “reconocen”, sino que se producen políticamente mediante movilización, discurso, regulación institucional, y antagonismo en determinados contextos sociales y políticos. Toda superación de una identificación grupal local, familiar etc. requiere un trabajo político de organización, movilización y discurso que construya un “nosotros”. La identidad construida, y no entendida como un atributo objetivo o natural, es lo que permite la convivencia entre identidades plurales, una de las características del pueblo andaluz.
Así, a la perspectiva del conflicto social y a las sinergias de los valores entre lo propio y lo universal y entre la igualdad social y territorial, se suma la idea de identidad construida, que cohesiona a la Comunidad y aporta a su capital social, como los ejes que proporcionan al andalucismo su carácter democrático y republicano para la transformación social.
- En el contexto actual de la crisis de la globalización
Junto a esta forma de entender el espacio político, también el andalucismo proporciona una forma de entender el tiempo social. Nos conecta con nuestra genealogía política, con nuestras raíces sociales, poniendo en valor todas las aportaciones que, a lo largo de los siglos, han legado un extenso patrimonio cultural, pero, sobre todo, nos conecta al presente, a esta crisis de la globalización.
El proyecto político de la globalización y del neoliberalismo publicitaba que un mercado planetario único genera una economía de la abundancia, capaz de acabar con la pobreza, e impulsa regímenes democráticos, aunque sean de baja intensidad.
Sin embargo, tras casi cuatro décadas, los resultados han sido muy distintos porque la estructura de poder de mercados mundiales frente a un sistema de Estados segmentados, ha consolidado la prevalencia del poder de los oligopolios globales frente a los poderes políticos locales.
La globalización ha impulsado el hiperdesarrollo del sector financiero que provoca crisis globales sistémicas, como la del 2008, o la inflación estructural que estamos padeciendo; la desigualdad social interna y externa; la atomización de las sociedades que ha hecho del individualismo la manera de estar en el mundo; la precarización del trabajo, hasta el punto que el empleo ha dejado de ser garantía de subsistencia, y un desastre medioambiental que amenaza con provocar la sexta extinción masiva de las especies en la tierra, incluida la humana.
En este tiempo, los grandes problemas que afectan a Andalucía tienen una escala global, por eso el proyecto andalucista se construye, facilitado por sus orígenes democráticos y federalistas, como un sistema abierto que interacciona con la izquierda, la ecología y el feminismo, para articular autonomía estratégica y estructuras estatales más amplias que inviertan la actual relación entre el poder económico y el poder político, desde la topofilia, desde el amor a la tierra.
- Comprometidos con la transformación estructural de Andalucía
Ser andalucista hoy significa defender la naturaleza política de la sociedad andaluza, como una sociedad abierta, necesitada de autonomía estratégica y de mecanismos cooperativos en este mundo globalizado.
Desde este tiempo y desde este espacio político, miramos el futuro sin necesidad de echar mano de utopías, pero tampoco de catástrofes, porque concebimos el mañana como una dinámica conflictual, abierta, que va a depender de múltiples decisiones sociales y sobre la que queremos aportar nuestro compromiso con Andalucía para impulsar un proyecto de transformación estructural que implica un nuevo modelo de Estado, de economía y de sociedad
Por vez primera el deterioro de la realidad biofísica nos marca los tiempos políticos. Vamos contrarreloj. Necesitamos con urgencia proyectos políticos sólidos para construir un horizonte convincente. Nuevas mayorías sociales para el cambio estructural (cambio cultural y transición ecológica y digital para la justicia social) mediante la extensión de la democracia y el federalismo, desde la participación ciudadana.
(*) Las imágenes pertenecen al pintor andaluz Manuel Salinas, maestro de la abstracción, fallecido en 2021.