El auto del juez Pedraz es una bocanada de aire fresco democrático en medio del vendaval autoritario que el PP ha desatado. Impecable en el fondo y en el forma. Desmonta los delirios conspirativos del ministerio del Interior y pone a cada cual en su sitio. En un Estado democrático de derecho no se puede criminalizar la libertad de crítica y expresión. Ninguna institución, por muy suprema que sea, está libre de crítica, salvo la crítica misma. Y eso es lo que quiere recortar el Partido Popular cuando había de limitar más el derecho de manifestación, cuando introduce las protestas en el código penal o cuando sugiere, por medio del Fiscal General del Estado (esta institución si que habría que reformar) que no se debe autorizar manifestaciones contra las las institución es del Estado. Manifestaciones sólo si van los obispos al frente.
Desde el señorito Hernando (que este si que es pijo pero pijo-facha) hasta la Marquesa (consorte) de Salvatierra (alias Soledad Becerril) han iniciado una campaña de desprestigio y persecución del juez Pedraz. ¿Qué se va a esperar de unas gentes que proponen, y consigue, a Andrés Ollero como magistrado del constitucional? Pero la rabia de los conservadores no sólo es contra Pedraz sino contra su propia ineptidud a la hora de ocupar, ellos si que ocupan, los poderes del Estado. De pronto se han dado cuenta que no todos los jueces son del Opus o de los Kikos. Vaya tela, les va a costas más caro de lo que creían eliminar el Estado de Derecho y las garantías democráticas, que aunque débiles y raquíticas todavía existen en España.
Pero el auto es también un aviso que deben anotar aquellos, que cargados de justificada indignación, creen que todo está podrido y que no se debe recurrir a ninguna institucionalidad. La izquierda ha de ser rabiosamente garantista. Qué bien les vendría a nuestros conservadores que todos, incluido el juez Pedraz, creyera que nada vale, que nada hay para enfrentarse a la barbarie.
La excepción de Pedraz (o aquel Garzón defenestrado pro-memoria histórica) confirma la regla de la judicatura exPpañola parda o colorá, gangrenada por un Estado extranjero -que imposibilita la independencia de tantos- a través de sus sicarios togados (y hasta ministros) del oPpu$-death…