01/04/2011.
La ofensiva contra el “Estado del bienestar” se desarrolla en todos los frentes. Uno de ellos, junto con la educación, es el sistema público de salud. Como resulta poco creíble desprestigiar a un sistema tan eficiente, tal como se hace día a día con la educación pública, el dardo envenado es la insostenibilidad económica del mismo (“es muy caro” se dice). EL Estado español es uno de los doce Estados que en el mundo tienen un sistema de salud cuyas prestaciones son universales y gratuitas. En España sus ciudadanos y ciudadanas tienen la cuarta esperanza de vida más alta del mundo. Tenemos la tasa mundial más alta de donaciones y trasplantes de órganos. La medicina española tiene uno niveles de excelencia que le colocan en la vanguardia en múltiples especialidades. Prueba de la fortaleza y la cobertura que garantiza el sistema público de salud, es el hecho de que sólo el 1,8% del gasto de las familias españolas está destinado a salud.
En el marco de esta ofensiva se introduce cada cierto tiempo, ahora lo ha hecho el presidente de Murcia (PP), una propuesta envenenada cual es el llamado “copago sanitario”. La propuesta no es clara y hay versiones muy dispares. Pero todas las propuestas tienen en común que los usuarios tengan que pagar una cantidad de dinero por cada uso de los servicios sanitarios públicos. ¿Para qué?. Aquí tampoco están las cosas mucho más claras. Unos hablan de un pago simbólico que informe al ciudadano de los costes reales de la sanidad pública. Otras propuestas estiman que este pago tendría una función disuasoria y evitaría usos superfluos. Y hay incluso propuestas otorgan a este copago una función recaudatoria.
Ninguna de estas funciones se pueden cumplir sin incurrir en contradicción o en efectos perversos perores que aquellos que se pretende evitar. Si la función del copago es meramente simbólica la cantidad del pago ha de ser tan mínima que una vez pasado el primer impacto informativo, y habida cuenta lo inelástica que es la demanda de salud, las cosas volverían rápidamente a donde estaban antes. Si el objetivo es la disuasión la cantidad ha de ser mucho más elevada y en este caso estaríamos ante una descarada privatización del servicio, que no es la finalidad explícitamente buscada. Y por último, si la función es recaudatoria, estaríamos ante del mismo problema de privatización no desead, con el inconveniente añadido que al expulsar a millones de uusuarios (los de menor renta) del uso de los servicios sanitarios las cuentas no cuadrarían. En todos estos supuestos funcionales se produciría un efecto de disminución de la eficacia y de la eficiencia sanitaria o clínica con disminución de la calidad de vida y un aumento de morbilidad (enfermedades) y finalmente de la mortalidad. Los costes económicos que este deterioro de la eficacia y de la eficiencia sanitaria supondría multiplicarían lo pretendidos ahorros.
Lo cierto es que los ciudadanos y las ciudadanas ya pagan la sanidad pública y la pagan por medio de un sistema progresivo de fiscalidad. Pretender sustituir los impuestos sobre la renta por precios por la conducta; es una involución política y social, aunque sea en fase larvaria como es la propuesta del copago. Si hay que aumentar el gasto sanitario, coas que está por demostrar, hágase por medio de la reorientación de la inversión presupuestaria o a través de los impuestos. Pero nunca privatizando y transfiriendo de esta forma los costes a los más pobres, a los más débiles, a los más enfermos.
La verdadera función oculta del copago sanitario es ir introduciendo mecanismos de privatización y mercantilización de la sanidad pública. Eso si, esta introducción ah de ser reliazada en pequeñas dosis pues nadie en un sistema democrático se atrevería a privatizar la salud de la noche a la mañana. Esta sí que es la verdadera función simbólica del copago: habituar a la ciudadanía al precio de la salud. De camino se va expulsando a las clase medias del sistema público y se sientan las bases para la recapitalización de un sistema privado, hoy meramente parasitario y complementario, que ha de sustituir en parte (para las renta medias y altas) el descapitalizado sistema público.
¿Pero mejoraría la eficacia y la eficiencia sanitaria la privatización?. Los datos, las investigaciones y la experiencia histórica lo niegan. No es cierto que la privatización reduzca el gasto sanitario .Dos ejemplos bastan. Estados Unidos es un país con un sistema de salud cuasi privado (más de 50 millones de norteamericanos carecen de cualquier cobertura) y tiene un gasto sanitario ( 16 % del PIB) muy superior al español ( 8 % del PIB). Los costes de transacción, que son inherente al modelo organizativo y jurídico, del sistema sanitario de USA es del 31% , mientras que el sistema público de salud de España es sólo del 4%.Y dos , el lado más mercantilizado del sistema de salud español es el gasto farmacéutico. Y es también el que acapara el bloque más importante, y más ineficiente, del gasto sanitario español (el 30%). Si cruzamos esto datos con los indicadores de esperanza de vida veremos que tanto la eficacia como la eficiencia clínica del sistema privado de USA es muy inferior a la del sistema público español. Nuestro sistema de salud debe cambiar y mejorar muchas cosas. La austeridad y eficiencia deben ser objetivos admirables y proseguibles. Pero eso nada tiene que ver con la privatización, ni con la mercantilización de la sanidad.
No consintamos en modo alguno la mercantilización de la salud, creando una sociedad de enfermos crónicos. Boicoteemos a todos los que trafican con el mantenimiento de la enfermedad, creando una sociedad de tarados crónicos, donde mantener un tanto por ciento regular de enfermos es el «negocio»; frente a todos los que chupan del estado y luego deriban a pobres desgraciados hacia sus consultas privadas. Contra esas exclusivas clínicas que se benefician de subvenciones estatales para lucrarse sin escrúpulos. Frente a esos laboratorios farmacéuticos multinacionales compinchados con verdaderas furcias sanitarias devenidas matasanos.
Del mismo modo que en Abya Yala (la mal llamada «américa» por los colonizadores) apuestan cada día con más fuerza por la medicina indígena, nosotros debemos rescatar de nuestro inmenso Legado, hoy más que nunca, a nuestros pioneros andalusíes de la ciencia médica moderna. Ellos apostaron sobre todo`por la medicina preventiva y natural, hierbas medicinales mediante una dieta y hábitos de vida saludables. Pero más que ninguna otra cosa, sin perder de vista la Humanidad. Algo que hoy se ha perdido por completo, mucho más grave que el desprecio de esas cortesanas con bata blanca hacia el Código Deontológico o Hipocrático: el aborrecimiento de la propia humanización de su arte, despersonalizado y alienador, donde los pobres sobran.
(No os perdáis sobre todo la segunda parte del vídeo y entenderéis un motivo más de porque esa peste porcina naZional-catolici$ta -enemiga de todo cuanto vive- todavía sigue acomplejada y nos envidia)
http://www.youtube.com/watch?v=oFJtNdKk4hw&feature=related